Capítulo 3.

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No sabe cómo le hizo para sobrevivir a la semana que siguió porque las cosas con su insomnio empeoraron, ahora no solo soñaba con Ana Gabriel cuando dormía... también se encontraba pensando en la mujer durante el día, la marca de la mordida ya había desaparecido y finalmente podía usar blusas descubiertas, algo bueno entre tanta calamidad; al menos podía soportar los regaños de Hugo estando fresca... su mánager se enojaba cada vez más con ella porque estaba distraída y aunque Verónica hacía todo lo posible por enfocarse tampoco le ayudaba que Cristian siguiera enojadísimo con ella, apenas le hablaba y la situación en casa era tan tensa que casi prefería estar trabajando a enfrentarse a la mirada acusadora de su hijo.

Michelle era su fuente de alegría entre tanto desastre, a diferencia de su hermano, su hijo menor siempre estaba encantado de verla y de pasar tiempo con ella, ya era costumbre que cuando llegaba a casa se encontraba un dibujo que el niño dejaba en su mesita de noche para hacerla sonreír. La noche del jueves Verónica se encontró otro de esos dibujos y lo miró con una sonrisa, acababa de llegar a casa y ni siquiera había cenado porque sólo quería echarse a dormir, pero el teléfono de su habitación tenía otros planes porque sonó justo cuando terminaba de ponerse el pijama.

—¿Bueno?

—¿Te tienen secuestrada, mija? Confiésalo —fue lo primero que soltó la voz de Alberto.

—¿Qué? ¡No! ¿Por qué preguntas eso?

—¡No te vemos desde hace un mes!

—¿Un mes? —preguntó Verónica, tomando el calendario en su mesita de noche y revisando la fecha de la última vez que vio a sus amigos—. No seas exagerado, apenas van tres semanas.

—Mija, en dos días se cumple el mes.

—¡Ay! Pues en dos días me reclamas.

—¿Comiste gallo o por qué tan peleonera?

Verónica soltó un bufido y se recostó en la cama, estaba cansada, tenía sueño, su semana estaba siendo pesadísima y Cristian no le hablaba... aun así nada de eso era culpa de Alberto y ella lo sabía

—Perdóname, estoy muy cansada mano.

Alberto hizo un ruido de simpatía y Verónica cerró con fuerza los ojos al sentir un par de lágrimas escaparse de ellos. No quería llorar, se negaba a llorar, era una estupidez hacerlo en lugar de resolver... la cosa es que no tenía ni idea de cómo comenzar a resolver.

—Mija, ya casi es sábado. ¡Anímese!

Verónica intentó hacer un ruido de emoción que le salió más como un chillido, sentía un nudo en la garganta que no se iba y su amigo, tan sensitivo como era, lo notó de inmediato.

—Verónica... ¿Está pasando algo?

—No... ¿Cómo crees? —dijo reprimiendo las ganas de llorar, era actriz por Dios y lo iba a usar a su favor—. Todo está perfectamente.

—Andas bien rara desde mi fiesta.

—No manches. ¿Cómo voy andar rara desde tu fiesta, hijo? Ni me has visto.

—¡Por eso! Te desconectaste por completo y Alfredo me contó que te nota distraída... 

—Ay ese Alfredo, le voy a decir que deje de preocupar a la gente a lo pendejo.

—Está preocupado por ti... Dani también, no te ha visto en los foros de la televisora y ya ves que ella va mucho por allá.

—Seguro que va en horarios donde no estoy.

—Mmmm...

—Alberto, en verdad que estoy bien, solo cansada, el programa ha estado yendo bien y hemos estado ensayando el doble del tiempo para que se mantenga así. ¡Además ando grabando un disco! Para aprovechar el programa... Casi no tengo tiempo de salir o hablar con la gente por eso. Neta, estoy en el estudio de ocho a diez...

Pecado Original (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora