No fue la luz del sol lo que despertó a Verónica, de hecho estaba segura de que pudo haber continuado durmiendo incluso si le apuntaban a los ojos con una linterna a su máxima potencia... no, lo que la despertó fue el tremendo estrépito que solo podía hacer una cacerola al caerse. El escándalo la hizo levantarse de un brinco y mirar a su alrededor con confusión, la habitación en la que estaba se sentía desconocida pero increíblemente familiar al mismo tiempo, en la mesita de noche había una jarra con agua, un vaso medio vacío y un portarretratos con una pequeña niña en medio de dos adultos que debían de ser sus padres, Verónica la tomó y la miró con atención... el lugar olía a un perfume que solo usaba una persona.
—¿Ana? —preguntó Verónica en voz alta. Nadie le respondió pero el ruido de cosas golpeándose entre sí continuó con más fuerza, probablemente la mujer se hallaba ocupada intentando arreglar lo que fuera que hiciera esos sonidos.
Regresó la foto a la mesita de noche y se acostó nuevamente, la cabeza le dolía y aún se sentía mareada, señal inequívoca de que se había pasado con el consumo de alcohol. Ni siquiera sabía qué hora era pero por las ventanas que tenían las cortinas cerradas se alcanzaba a colar la luz del sol, era momento de moverse pero no tenía ganas de hacerl, mucho menos cuando los recuerdos de lo que había hecho ayer le llegaron todos por montones. Verónica cerró los ojos frustrada, había hecho el ridículo por completo tratando mal a Daniela en su propia casa, reaccionando exageradamente a su amistad con Ana... ¿Y qué si eran amigas? Ana no era suya para... Otro recuerdo le vino de repente: había besado a Guillermo... lo había besado como una adolescente hormonal sin control de sus acciones.
"Tonta, Verónica, tonta." se regañó a sí misma. ¿Cómo iba a ver a Guillermo a la cara después de eso? ¿Qué chingados? Se supone que iba a evitar a los hombres y lo primero que hace es besarse con uno en cuanto tiene oportunidad. "Dios quiera que no lo vea en mucho tiempo" dijo en su cabeza. Eso sería lo mejor, no estaba segura de si quería iniciar una nueva relación... menos con Guillermo, era guapo y todo pero... como que algo le faltaba.
Un nuevo estrépito se oyó por fuera de la habitación y la sacó de sus pensamientos. Es verdad... estaba en la cama de Ana, en la habitación de Ana dentro de la casa de Ana. Ana. Anilla. Suspiró derrotada, recordaba perfectamente la forma en que la mujer la había cuidado, también los comentarios inapropiados que Verónica le dirigió avergonzandose por completo frente a ella. Bueno, allí iba su intento de mantenerse alejada... no podía después de eso, Verónica era muchas cosas pero nunca malagradecida y Ana había sido tan amable que Verónica solo podía corresponder con la misma amabilidad independientemente de sus sentimientos confusos por ella, de la forma en que se conocieron y de que, por más que intentara evitarlo, sus vidas seguían chocando una y otra vez...
Un sentimiento de decisión la invadió haciéndola levantarse de la cama rápidamente, eso fue una terrible idea porque eso solo la mareó más... Cerró los ojos y se quedó quieta por unos momentos hasta que el mundo paró de girar; se acercó al espejo que había en la esquina y se miró. No estaba tan mal como imaginaba... se había visto peor. La playera que Ana le había prestado le llegaba abajo de los muslos y olía a su dueña, ya ni siquiera se iba a molestar en negarse que le gustaba mucho ese perfume. Se pasó los dedos por debajo de los ojos para borrar la mancha negra que el maquillaje había dejado, peinó su cabello lo mejor que pudo sin un cepillo a la mano y se pellizcó las mejillas para darles más color, tal vez no era necesario esforzarse tanto, de todas formas Ana ya la había visto borracha y ridícula... pero era Ana... y una parte de ella, una muy pequeña que intentaba ignorar la mayoría del tiempo, quería que la viera bonita.
—¿Qué estás haciendo, Verónica? —le dijo a su reflejo.
Se miró una última vez y armándose de valor salió de la habitación, los ruidos la guiaron hasta la cocina donde encontró a Ana mirando con profundo odio un pedazo de lo que parecía un pan carbonizado en una sartén. Todo el lugar olía a quemado y aunque la ventana estaba abierta aún había rastros de humo que le causaron lágrimas en los ojos.
ESTÁS LEYENDO
Pecado Original (VerAna)
RomancePara Verónica vivir en medio de los reflectores de un México en plenos años ochenta no era fácil, todos estaban pendientes de sus pasos y decisiones, listos para juzgar en cualquier momento, por eso hacía todo lo posible para evitar el escándalo...