Parte 6 - ¿Qué son estos sentimientos?

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La mañana en el palacio de Antilix amaneció tranquila, pero en el aire se percibía una cierta tensión. La visita del príncipe Baek-Ho continuaba y, aunque su presencia siempre era una mezcla de poder y autoridad, en esta ocasión traía consigo una inquietud diferente. La reunión del día anterior y las interacciones con Cheon-Sa habían dejado a Baek-Ho reflexionando más de lo habitual.

Baek-Ho despertó temprano y, después de vestirse con su habitual elegancia, decidió salir a caminar por los jardines del palacio. Necesitaba despejar su mente. Mientras caminaba, no podía dejar de pensar en la conversación que había tenido con Cheon-Sa en la oficina. Había algo en el joven secretario que le resultaba intrigante, una mezcla de determinación y serenidad que lo había impresionado.

En los jardines del palacio

Baek-Ho caminaba entre los rosales, sintiendo la fragancia de las flores y el aire fresco de la mañana. Cada paso que daba le traía recuerdos del pasado, de su relación con Gyeong-Shin y de los tiempos en que el palacio era un lugar de alegría y unidad. Sin embargo, su mente seguía volviendo una y otra vez a Cheon-Sa. ¿Por qué no podía dejar de pensar en él?

―¿Qué es lo que me pasa? ―se preguntaba Baek-Ho en voz baja, deteniéndose frente a una fuente de mármol adornada con estatuas de dioses antiguos.

Justo en ese momento, Cheon-Sa apareció en el jardín, caminando con gracia y llevando consigo una bandeja de documentos. Iba en dirección a la oficina del rey, pero al ver a Baek-Ho, se detuvo y le hizo una reverencia.

―Buenos días, príncipe Baek-Ho. ¿Necesita algo? ―preguntó Cheon-Sa, con su habitual tono respetuoso y amable.

Baek-Ho lo miró con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Cada vez que veía a Cheon-Sa, sentía una extraña sensación en el pecho, algo que no podía definir.

―Buenos días, Cheon-Sa. No, solo estaba disfrutando de la mañana. ―respondió Baek-Ho, intentando sonar casual.

Cheon-Sa sonrió y asintió, dispuesto a continuar su camino. Pero algo en la mirada de Baek-Ho lo detuvo. Había una intensidad en sus ojos que lo hizo sentirse un poco incómodo, aunque no de manera desagradable.

―Si necesita algo, no dude en pedírmelo. ―dijo Cheon-Sa, antes de alejarse.

Baek-Ho lo observó mientras se alejaba, sintiendo una mezcla de emociones que no lograba entender. Decidió seguir caminando, con la esperanza de aclarar su mente y entender qué era lo que realmente sentía.

En la sala de entrenamiento

Más tarde ese día, Baek-Ho decidió entrenar en la sala destinada a la práctica de artes marciales. El ejercicio físico siempre le ayudaba a liberar tensiones y a ordenar sus pensamientos. Mientras golpeaba un saco de arena, sus pensamientos volvieron a Cheon-Sa. Cada vez que recordaba la firmeza y la serenidad con la que Cheon-Sa había defendido a su hermano, sentía una admiración que no podía ignorar.

―¿Por qué me siento así? ―se preguntaba mientras golpeaba el saco con más fuerza.

La llegada de Gyeong-Shin interrumpió sus pensamientos. El rey entró en la sala, observando a su hermano con una expresión curiosa.

―Baek-Ho, parece que estás entrenando más duro de lo habitual. ¿Hay algo que te preocupe? ―preguntó Gyeong-Shin, acercándose.

Baek-Ho se detuvo y se secó el sudor de la frente con una toalla.

―No, solo necesitaba despejar mi mente. ―respondió, tratando de sonar despreocupado.

Gyeong-Shin lo miró con una ceja levantada, notando la incomodidad en su voz.

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