1. La impostora

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Las personas van y vienen, cierran y abren puertas por las que entran o se marchan, sin hacer ruido, como si su salida no implicara nada más que eso, una salida. Ocurre a menudo. Demasiado. Alguien sale de tu mundo y no vuelve a cogerte el teléfono más, pero ¿Qué pasa con todo lo que no pueden llevarse? Los recuerdos, los sentimientos, los instantes… ¿Pueden desaparecer y convertirse en polvo? ¿Donde permanecen?

Como aquella chica que parecía tan fuerte por fuera pero que estaba tan vacía por dentro. Solía rellenar aquel vacío con la velocidad de los coches que conducía. No la volví a ver después de aquella noche. Aún me pregunto si está bien

Y quizá en mi caso, yo me había quedado con todas esas pertenencias invisibles, una maleta enorme y llena, pero ella había conseguido seguir caminando sin llevar una carga pesada en su espalda

¿A ti no te parece triste que a veces dejemos de tener contacto con personas que en algún instante lo significaron todo? A mi sí. A veces desearía que todo se quedara en un instante, poder parar el tiempo en un momento justo, pero es que entonces, no sería un momento ¿No? Porque un momento, por definición, es una fracción del tiempo, y si esa esa fracción pudiera ser infinita, ya no sería una fracción, sino el tiempo en sí, y entonces el concepto de momento ya no sería tan bonito.

Supongo que a veces tienen razón al decir que lo peor de los mejores momentos es tener que recordarlos. Como si no fueran a darse a más, porque no lo harán. Esos buenos momentos no volverán y a mi me ha costado casi 17 años entenderlo. O al menos creo que lo entiendo, porque a veces me sigue poniendo triste el hecho de no haber mencionado el nombre de aquella chica desde hace meses. Casi no recuerdo aquello que la hacía tan especial, ni sus labios operados para que se vieran más grandes, ni su peculiar forma de vestir, ni siquiera el hecho de que hubiera mezclado dos sub-culturas totalmente opuestas bajo el nombre de “chonijas”. Casi no lo recuerdo. Casi.

Y ese casi me lleva al día de hoy. Hoy he vuelto a ver su pelo largo y negro, de reflejos azules bajo el sol. Brillaba. Andaba como si la esperaran en algún sitio, hacía muecas con sus labios al mirarse en un reflejo, se aclaraba la garganta con frecuencia. Pero era una impostora. Llevaba chaleco, en vez de un top con estampado de animal, y en sus pies habían adidas en lugar de unos tacones altos. Hoy he visto una persona parecida a ella por la calle y casi corro hacia ella, o justo en dirección opuesta.

Me hubiera gustado preguntarle su nombre, porque realmente podría pasar por su impostora. Le hubiera hablado de la chica que lo fue todo y ahora es nada. Le hubiera hablado de que, en vez de pasear con un chicle, ella hubiera llevado un cigarro entre los labios. Y tal vez, la impostora se hubiera reído, tenía pinta de reírse fácilmente.

La impostora me ha recordado que hay veces en las que, inevitablemente, la pesada maleta que cargo en los hombros pesa demasiado para seguir andando como si a mí también me esperaran en algún sitio.

You can't love (Kivi)Where stories live. Discover now