Capítulo 10: Freen, ¿qué te ha sucedido?

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Cuando se despertó, Becky estaba sola. El reloj de al lado de la cama de Freen decía «mediodía».

Había dormido cuatro horas: el sueño había sido profundo y reparador. Con los ojos cerrados, recobró en un momento las sensaciones de la noche; luego se desperezó lánguidamente, se destapó y la brisa que entraba por la ventana la envolvió.

Oía vagamente, casi sin darse cuenta, el ruido que hacía otra persona al moverse por la cabaña, pisadas y algún que otro entrechocar de metal.

Un hervidor silbaba en el fuego, y una mujer canturreaba. De la percha de la puerta colgaban dos pareos de vivos colores. Se cubrió el pecho con uno de ellos, se retiró de la cara la maraña de pelo y salió del dormitorio en dirección del ruido.

Freen estaba junto a una mesa pequeña, en la cocina, sirviendo una taza de té. Cuando Becky se asomó, vacilante, por el quicio de la puerta, Freen la miró con una gran sonrisa. Becky se sonrojó. No quería que fuera así, pero al ver allí a Freen con su camisa blanca y los pantalones cortos de color caqui, con los ojos oscuros y cómplices, se sintió desprotegida. Se preguntó que pensaría Freen de ella.

—¿Has dormido bien? —le preguntó Freen, sin parecer cohibida ni nerviosa.

Becky balbució una respuesta incoherente, prendada de los gestos resueltos de las finas manos de Freen, que servía el té y untaba mantequilla en un panecillo. Bajó rápidamente la cabeza, convencida de que el recuerdo gráfico de esas manos se leía claramente en su cara.

—Esperaba que te despertases antes de que me fuera —dijo Freen desenfadadamente.

—¿Te vas? —preguntó Becky levantando la cabeza—. ¿Adonde te vas?

—Le he pedido a Yoko que me preste la lancha para esta tarde, tengo que recoger unas muestras de profundidad cerca del atolón.

—Ya. —Entró en la cocina centímetro a centímetro y se sentó a la mesa. ¿Por qué esa sensación de desánimo, de repente? Freen seguía adelante con la vida, sencillamente. ¿Qué esperaba?—. ¿Y cuándo vuelves? —preguntó sin poder evitarlo; inmediatamente se enfadó consigo misma.

—Es difícil de decir —contestó Freen con un encogimiento de hombros. Su expresión parecía ocultar algo—. ¿Qué planes tienes tú para hoy?

—Ninguno en particular.

—Ven conmigo, si quieres —dijo con poca convicción. Becky pensó que la invitaba por pura cortesía y rápidamente negó con la cabeza.

—No, gracias. Esta vez no.

—¿Estás preocupada por anoche, Becky? —le preguntó mirándola fijamente.

¿Preocupada? Becky forcejeó con la pregunta. No, eso no servía para empezar a explicar siquiera lo que sentía. Deshecha era lo más parecido, anonadada, abrumada. Era como si se hubiera perdido en una especie de laberinto emocional y no fuera a encontrar la salida jamás.

Desconcertada, negó con la cabeza.

Freen debió de pensar que se sentía abochornada, porque respondió:

—No es necesario que hablemos de ello, si no quieres. Lo de anoche nunca pasó, ¿de acuerdo?

Rebecca miraba el suelo. Quizá Freen pudiera olvidar fácilmente lo que habían hecho, pero ella no, desde luego.

—A mí no me preocupa —insistió Freen con intención de ofrecerle seguridad, y Becky detectó un timbre más duro en su voz—. Me lo pasé muy bien, y creo que tú también. Dejémoslo así. Nada nos ata, ¿de acuerdo?

Más Allá de la Isla // FREENBECKYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora