Capitulo 29

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Escucho a Alexander cruzar un par de palabras con Stavros antes de que el auto se ponga en marcha parece alterado por el asunto igualmente.

—¿Qué le sucede a Anneliese? —pregunta y Stavros le cierra la puerta en el rostro.

—No es asunto tuyo

—¡Contesta que le ha sucedido!, ¿Qué le has hecho? —alega el diseñador golpeando en el vidrio de la puerta.

—Acelera y sácanos de aquí rápido —le ordena Stavros al chofer y este obedece.

El auto sale disparado y conduce por las calles de Milán, el dolor es cada vez más fuerte, estoy asustada y tiemblo en sus brazos mientras las lágrimas caen.

—No quiero que nada le suceda al bebé —digo en hipidos.

—No va a sucederle nada —me calma acariciando mi rostro con sus manos.

—Tengo miedo.

Él me rodea con sus brazos para calmarme, me repite una y otra vez que todo saldrá bien pero ahora no puedo dejar de sentirme angustiada, es el sentimiento más horrible por el que he atravesado.

—Señor nos están siguiendo dos autos más, creo que son de los Russo —dice Franco.

—Desvíalos y sácalos del camino. Anneliese necesita atención médica urgente.

—No creo posible llegar a un hospital, seriamos un blanco fácil.

Stavros se queda en silencio un par de segundos.

—Pídele a los hombres de seguridad que creen una distracción mientras buscamos otro lugar a donde ir.

—Por favor Stavros no dejes que perdamos al bebé, ¡Ah! —Grito—. No voy a soportarlo. No habrán más oportunidades para nosotros, por favor —le suplico.

—Belleza no te alteres, no te hace bien —me susurra y me besa las manos—. Protegeré a los dos, no te preocupes.

—Conozco un consultorio privado cerca, podemos llevarla ahí. Sé una ruta que nos desviara directamente.

—¿Es un médico de fiar? —pregunta él.

—Lo es mi señor, es un médico obstetra y cirujano recomendado.

—Está bien, voy a confiar en ti Franco.

Franco sigue conduciendo a toda velocidad por la carretera. Stavros parece ahora más asustado que yo cuando mira mi rostro de dolor.

—Llagaremos pronto no te preocupes.

Aferro mis brazos a mi vientre, sin dejar de quejarme.

—Duele —aprieto mis parpados dejando escapar mis lágrimas.

—Solo resiste un poco más amor.

Ajusto mis manos a las suyas en un intento por disipar el dolor que mi cuerpo experimenta.

—Creo que solo quiere hacerse notar contigo —le digo con suave vez—. Quiere que sepas de el.

—Ahora se de el —me besa en la cabeza dulcemente.

—Hemos llegado señor —contesta Franco cuando el auto se ha detenido—. Hemos logrado desviar los autos del camino.

—Es un alivio dime ¿Cómo se llama el medico? —le pregunta.

—Giulio Cipriano —responde.

Stavros le agradece a Franco y le pide que este alerta a lo que pueda suceder. Rápidamente me saca del auto y me conduce al consultorio que se encuentra en un edificio bastante grande de la ciudad, corre desesperado por el pasillo hasta que encuentra a una enfermera.

Guardián Oscuro (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora