Capítulo 1: quizá mañana será diferente

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Recorría los largos pasillos de san mungo tal y como hacía cada día para dirigirse al cuarto que llevaba visitando desde hace más de un año casi diariamente, incluso había dejado mis estudios solamente para cumplir la labor que debía realizar religiosamente, mis padres al inicio cuando decidió dejar sus estudios por un tiempo estaban bastantes molestos, pero cuando al enterarse de porque había decidido irme de Hogwarts, ellos lo aceptaron con bastante facilidad, incluso me apoyaron con todo.

Perdido en mis pensamientos llegué a mi destino, suspiré fuertemente y abría la puerta blanca de golpe gritando un hola y buscando hacer el mayor escándalo posible. Pero, los ojos negros no me miraron, seguían observando el vacío como si nada estuviera pasando, aquella persona de cabello negro y profundos ojos negros vacíos era Severus Snape, seguía igual que en este último año, cuando lo rescate de la casa de los ritos Severus no reaccionaba, ni cuando llegamos a donde Dumbledore, ni en el camino, ni siquiera cuando fue llevado a la enfermería, su expresión no cambio, aquella expresión vacía se quedó allí.

- ¿Cómo estás Severus? ¿Qué tal a la noche? -Me acerque a su cama sonriendo, lanzaba preguntas al azar con la esperanza de que en algún momento me contestará – mi noche fue horrible, Sirius apareció en mi pieza intentando hablar conmigo, pero me negué, él se sigue negando a venir y disculparse – tome su mano, con la esperanza vaga de que al sentir que lo tocaba reaccionará.

pero nada paso, su mirada seguía dirigiéndose a punto fijo en la pared, vacía, sin importarle mi toque, sin escuchar mi voz, sin reconocer mi presencia, tal y como lo había sido las otras cien veces que hice lo mismo, y mi corazón dolía incluso más que la vez anterior.

Soy un idiota iluso sin arreglo, ¡¿en serio esperaba que un par de palabras mías lo hicieran reaccionar?! No había reaccionada las primeras 300 veces, ¿porque ahora si lo haría?

- buenos días, joven Potter – era la voz de una de las sanadoras de san mungo que estaba encargada de Severus, en sus manos llevaba una bandeja en donde había varios viales y alimentos líquidos – le traje el desayuno al joven Snape, ¿quieres dárselo? -

- ¡hasta la pregunta ofende! – me levante rápidamente para tomar la bandeja, colocándola en la mesita al lado de mi silla, y así empezar a alimentar a Severus, la sanadora me miraba con una sonrisa.

- se nota que Severus es alguien muy importante para ti – esa frase me golpeo como bludger a toda velocidad y la culpa volvió a invadirme, ¿alguien importante para mí? Lo es ahora, pero si esto no hubiera pasado probablemente lo seguiría despreciando -bueno, volveré en un momento por la charola y los utensilios, ya sabes cómo es lo que debes hacer – se retiró dándome una sonrisa, y uno por uno voy poniendo los frascos en los labios de Severus y vertiéndolos poco a poco en su boca, el líquido baja por su garganta, pero no todo, así que cada vez que algo se derramaba por la comisura de sus labios me apresura a limpiarlo. Aun así, su mirada seguía perdida, seguía viendo a ese mismo punto en la pared, el mismo punto en la pared que observaba cuando llegué.

el día pasaba lento, yo caminaba de un lado a otro por la sala, le hablaba a Severus de cualquier tontería que se me ocurriera sin recibir ninguna respuesta, jugaba a atrapar la snitch dorada que le tome prestada del colegio en segundo año y olvidé devolver, leía un poco alguna de las revistas que hubiera metido a mi mochila, ayudaba a los sanadores en todo lo que me fuera posible y en lo que ellos me dejaran ayudar.

Dieron la tres de la tarde y una mujer menuda, blanca y de cabello negro apareció delante de la puerta, Eyleen la madre de Severus apareció, siempre me sorprendía un poco al ver el parecido que tenía con su hijo, incluso esa mirada negra y profunda era similar.

-hola, James, veo que todavía sigues viniendo – calló por un momento y su tono se voz se hizo más bajo – gracias por cuidar de Severus en el día mientras no estoy, ya puedes irte – en su voz se escuchaba un profundo cansancio, ella llegaba del trabajo y pasaba toda la noche en la clínica – yo me quedaré aquí – ella se Sentó al lado de Severus y tomo inmediatamente su mano – gracias, James-

Me despedí de Eyleen y dándole una última mirada a Severus me marche, mañana volvería, y la rutina de hoy se repetiría, quizá mañana... quizá mañana Severus reaccionará, quizá mañana me mirará, quizá mañana cuando su madre llegue, él la saludará, quizá me grité que me largue de su cuarto, quizá me dirija una sonrisa... quizá mañana...

Quizá mañana será diferente.

CatatoniaWhere stories live. Discover now