ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 11

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                              Capítulo 11

Ahora veía todo diferente, incluso falso y lejano, todo era un maldito teatro y yo una estúpida espectadora. Las semanas posteriores al descubrimiento fueron “normales”, lo entrenamientos “sin empatizar”, las comidas silenciosas, los momentos de ocio totalmente excluida de los hombres. La mayor parte del tiempo, Till se dedicaba a ausentarse de la mansión, lo cual hacía que mi plan no pudiera llevarse a cabo y ese día no era la excepción; sólo nos quedamos Minjun, Gaspar, David y Dereck, los cuales se dedicaban a pasar el día soleado en el jardín jugando póker, mientras Juana y Leticia se habían retirado a realizar el aseo del gimnasio, que les llevaba horas de su jornada laboral.

Me encontraba en el gran sofá escribiendo un relato erótico -nuevamente-, porque mi mente estaba colapsada y la hipersexualización que estaba sufriendo era fatal… tanto que hasta el maldito hijo de puta de Dereck me parecía atractivamente caliente; su cabello castaño y enrulado, sus ojos amarronados, su sonrisa psicópata con los dientes perfectamente alineados… era lindo, ¡joder! y no pude evitar escribir sobre él, porque mi estúpida cabeza funcionaba así. La libreta voló de mis manos y cayó en las del ser menos indicado: Dereck.

-¡Dame la maldita libreta o juro que el próximo disparo será en tu puta cabeza!- me paré de golpe mientras lo veía sonreír al leer. No, no sonrías en estos momentos… ¡maldita sea!
-¿Estás imaginando cómo sería follar conmigo?- Estaba tan avergonzada que ni siquiera fui capaz de responderle- Oh, todos estamos en tus fantasías- intenté quitarle la libreta y él me empujó con su cuerpo hacia atrás, causando que ambos cayéramos al sofá- podemos hacerlo realidad, gatita- sus ojos reflejaban deseo, eso lo sabía y la posición en la que me colocó no ayudaba a que mis pensamientos oscuros desaparecieran.
-Quítate- rodeé los ojos, molesta- quiero irme- hice fuerza para salir de su agarre, pero no pude; agarró mis muñecas y las juntó encima de mi cabeza, mis piernas fueron abiertas y su cuerpo quedó perfectamente entre ellas- Dereck… ¿Qué mierda haces?- ¡mierda! Estaba caliente… lo estaba y no podía evitarlo. Miré hacia otro lado, para no toparme con su angelical rostro.
-Oh, muñequita… te ves tan dulce con tus mejillas rosadas- hundió su nariz en mi cuello y pasó su lengua por él. Un suspiro traidor salió de mis labios.
-Le diré a Till…- apenas podía hablar.
-¿Qué le dirás? ¿Qué su niñita quiere que la follen?- rió cínico y se acercó a mis labios- su niñita está caliente…- bajó el tono de su voz y con su mano libre tocó mi vagina por encima del fino short. Solté un gemido. ¿Por qué era así? ¿Por qué carajos tenía que ceder al placer?
-No quiero estar contigo, Dereck- eso era cierto. No quería tener mi primera vez con Dereck, ni siquiera quería estar cerca de él… pero mi tonta mente me hacía actuar de otra manera.
-¿Estás segura?- sus labios tocaron los míos y con desespero los besó y seguí su juego, causando que mi clítoris palpitara. Su cuerpo se restregó contra el mío y la notable erección en los pantalones hacía presión en mi vulva; quería más… ¡quería más y eso me molestaba!
-Dereck…- murmuré mientras continuaba rozando mi zona íntima. Gemí varias veces, cerrando mis ojos y disfrutando- yo…
-Vamos a mi habitación- tocó mis pechos y los pezones erectos podían notarse a través de la blusa de tirantes.

El peso de Dereck, como por arte de magia, disminuyó. Todo pasó muy rápido; Till golpeaba repetidas veces en el rostro a Dereck y la culpa carcomía mi ser y lo primero que atiné a hacer es intentar detener a Hartmann, que sólo propinaba golpes a un rostro repleto de sangre.

-¡Till, para! ¡No es su culpa, es mía!- lo tomé del cuello en una fallida llave y con una fuerza descomunal, me empujó hacia atrás, golpeando mi cabeza contra la mesa ratona. Él no lo notó, pero Corey me ayudó. Los demás sólo miraban cómo su jefe mataba a golpes a un hombre que no le hizo nada. Cuando me recuperé, me interpuse entre ellos dos y no sé por qué, pero las lágrimas caían a borbotones sobre mis mejillas.
-¡Quítate, Malena!- me reprendió- ¡éste hijo de puta intentó abusar de tí y lo defiendes! ¿Estás loca?
-¡No! ¡Él no estaba haciéndome daño!- sentía mi rostro húmedo e hinchado- ¡lo matarás si continúas golpeándolo!
-Repite lo que has dicho, Malena…- se puso de pie y sus ojos desorbitados me hacían temblar. Éste Till Hartmann jamás lo conocí… hasta ahora- ¡Repite qué mierda has dicho!
-Él… él no…- tartamudeé.
-¡Habla de una vez!- gritó, abriendo y cerrando sus puños.
-Él no me estaba haciendo daño…- solté un sollozo y eran nulas las veces que lloraba en público, eso me hizo sentir aún más avergonzada- sólo nos estábamos besando, es todo.

MALENA [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora