Douze

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En toda su vida Regulus solo ha querido a muy pocas personas. Tan pocas que puede contarlas con los dedos.

No son sus padres, ni sus tíos o sus primas que siempre fueron amables con él. Solo hay tres personas que aprecia con su vida y en su corazón, incluso si eso significa mostrar alguna clase de odio o rechazo. Es su muestra de interés.

Entre ellas, es aquel tipo rubio de aire arrogante y sobre humano, lleno de divinidad por mucho que no intente serlo. De sangre tenebrosa, más tenebrosa qué la suya.

Regulus se había puesto a pensar durante ese tiempo la razón del por que siguió a Lord Voldemort. Más allá del poderío y dominancia que muestra en cada paso o palabra que da, lo que lo acerco, exceptuando la obligación, es la capacidad de magia en sus venas, al punto en que cualquier persona sabría que no es alguien normal.

Nathan Jung le transmite eso y por eso lo siguió en sus años de Hogwarts. Es atractivo, amable, cordial, educado y divertido. Un sin fin de adjetivos para describir su persona. Una persona totalmente falsa. Le mostró que una persona puede ser falsa desde siempre, cruel y muy orgullosa.

Regulus creyó que eso es lo mejor del mundo, la capacidad de engañar y manipular siempre han sido envidiables, como su inteligencia para notar las cosas más rápido que otros. No sabia que pensar, ni entendía que hace ahi en Paris, frente suyo con una mano en su bolsillo y la otra en su bastón con una sonrisa algo divertida.

—Doctor, ¿que hace aquí? —pregunto el hombre más alto con una sonrisa bastante nerviosa. La presencia de Nathan siempre genera nervios.

—Venía de visita —dijo bastante sereno—. Iba a saludarlos pero estaban hablando de un tema algo... interesante.

Se veía mal. Desde la última vez, Nathan tenía el cansancio reflejado en su rostro, con grandes ojeras y una palidez algo enfermiza. No mostraba ningún rastro de simpatía.

En cualquier otra circunstancia, Regulus habría estado muy feliz de tenerlo frente a él, de decirle que lo había extrañado y que su presencia era más que suficiente. Estar rodeado de muggles lo agotaba, y tener a un mago de su confianza que lo conocía bien es la solución más adecuada para ese desgaste. Sin embargo, en realidad no sentía nada de eso.

No está nada contento. Y más que puede descubrir con facilidad quien es. Nathan tiene la agilidad de un zorro en todo aspecto. Puede saber quien es con tal solo oírlo hablar.

Apretó los labios y medito en su mente todas las probabilidades. Si se queda a oír, podrá conseguir un poco de información, y si logra huir, se evitará problemas.

«Maldita sea» maldijo en su mente dandose la vuelta y acelerando el paso de regreso a su casa. La caminata de reflexión no se lograría dar.

—¿Estás bien? —preguntó Alain.

Regulus asintió, pero no dijo nada.

Toda la noche había estado pensando en lo sucedido la noche anterior. En la posible presencia de Nathan y lo mal que debía estar Inglaterra para que él hubiera pisado Francia.

"Puede que esté por negocios", pensó mientras presionaba los botones de esa caja ruidosa.

—Sabes que puedes ser sincero conmigo —dijo Alain con tranquilidad—. Yo quiero... quiero saber de ti.

—¿Eso es lo que quieres? —preguntó Regulus, intentando no escuchar la respuesta—. No me gusta que la gente tenga compasión de mí.

—Somos amigos, ¿no? —preguntó de pronto, pero su tono tenía una nota de vulnerabilidad que Regulus no pudo ignorar.

Douceur Sucrée | Regulus BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora