• d o s •

21 9 0
                                    

"Hay varios idiomas aquí, aunque en los diálogos digo cuál idioma es el que se está hablando"

Akira Shinoda

Termino de colocarme mi anteojos para salir de mi habitación. A pasado un día desde que me encargue de los Matsumoto. Un día desde que Aiko está conmigo.

Camino a pasos lentos hasta la puerta del sótano. He diseñado un sótano similar al que está en la casa del abuelo pero ahora en mi casa.

Me he divertido mucho desde que lo mandé a hacer. A pesar de no tener tanto tiempo, su ambiente se siente más pesado.

Bajo las escaleras y enciendo la luz.

A diferencia que el del abuelo este tiene un colchón, pequeño y desgastada dónde yace ahora mi nueva víctima. Quién tiembla al verme.

No puede moverse, está atada con cadenas que sobresalen de la pared y el suelo que se aferran dolorosamente a sus muñecas y tobillos.

—Buenas noches, preciosa —sonrío, me mira completamente asustada, pero más allá de eso hay odio—. ¿Por qué me miras así? ¿No ves que me lastimas? Ay, ay, mi corazón.

Llevo una mano a mi pecho y arrugo la tela de la sudadera del lado izquierdo. Justo sobre mi corazón.

—Aiko, ¿qué haré contigo? —me detengo frente a ella y me agacho para acariciar su mejilla, justo sobre su moretón—. Te diría que lo lamento, pero te mentiría. Y yo no miento.

Observo la hora en mi reloj de muñeca.

—Justamente son la una de la mañana y me apetece complacerte —le guiño un ojo—. Esto es algo que no se ve todos los días, así que disfruta mientras puedas.

Me monto sobre ella, apoyando mis rodillas a la altura de su cadera y mis manos a cada lado de su rostro.

Tiembla de miedo, pensando conocer mis intenciones. Sus ojos me miran llorosos y las lágrimas no tardar en deslizarse sobre sus mejillas.

—Te quitaría el paño de la boca, pero eres una piraña traviesa.

Escondo mi rostro en su cuello y paso mi lengua por su piel, Aiko tiembla bajo mi toque. Dejo un pequeño mordisco en la piel sensible de su cuello.

Sacude el rostro tratando de alejarme, mi mano va a su cabello y entierro mis dedos en él, jalándolo.

—Quieta, bonita.

Suelto su cabello y me arrastro por el colchón hasta llegar a donde quiero. Su entrepierna.

Le quito el shorts y ropa interior con rapidez, su olor me llega al instante, haciéndome inhalar.

Se sacude cuando mi mano toca su vientre, alzo la mirada y solo con darle una dura mirada, se queda quieta.

Tanteo su piel, sintiendo la suavidad bajo mis dedos ásperos.

Se tensa cuando acaricio su clítoris, con suavidad, se remueve inquieta. Pellizco su clítoris robándole un jadeo que queda atrapado en el pañuelo.

Aunque no deseé, su cuerpo reaccionará. Es algo inevitable.

Deslizo mis dedos por sus pliegues y frotó mis dedos en su punto más aclamado. Meto uno de mis dedos, sintiendo como me aprieta.

Meto otro y los muevo en círculo dentro de ella. Con mi pulgar acaricio su clítoris, teniendo a Aiko en cuestión de segundos gimiendo contra el pañuelo.

Aumento la velocidad, mis dedos y sus fluidos crean un sonido sádico llenando el sótano con él.

Presiono mi pulgar en su clítoris, mueve sus caderas, buscando mayor profundidad.

FuguDonde viven las historias. Descúbrelo ahora