"En este capítulo se añade la escritura en otros idiomas e igual se pone la traducción de los párrafos"
Akira Shinoda
Observo a mi pez globo en la pecera, hace horas le había ordenado a Takeshi que preparara un vuelo para traer a mi animal favorito.
Y al fin estaba aquí, tan tranquilo como siempre, nadando de un lado a otro. Esbozo una sonrisa mientras le echo algunos trozos de carne cortados perfectamente para su consumo.
Los ojos que come, son para ocasiones especiales. Por los momentos, no hay nada especial.
Espero que termine de comer para irme a mi habitación a darme una ducha de minutos, al culminar, salgo del baño y voy al armario a ponerme el pijama.
Me quito los pupilentes y me coloco los anteojos, me siento en la cama y tomo el libro que estaba en la mesa de noche.
Apenas son las seis de la tarde, pero como no tengo planeado salir de casa, estoy preparado para cuando el sueño llegué y dormir plácidamente.
Sobre la pequeña Ivanov, debería ya estar aquí. La habitación ya está lista para ella, está justo frente a la mía, no había entrado desde que la señora sueca la había acomodado para ella.
Dejo el libro de lado y busco un cigarrillo y el yesquero para después caminar al balcón y encender el cigarrillo.
Observo el cielo de Suecia, a pesar de la hora, aún está el sol. No sé a qué hora empezará a anochecer, pero debo decir que el sol radiante de Suecia chocando contra mi piel se siente bien.
Le doy una calada al cigarrillo, retengo el humo en mis pulmones y después lo exhalo con lentitud por mi boca.
La camioneta negra hace acto de presencia en la carretera, se estaciona frente a la casa. Uno de mis hombres baja primero y abre la puerta de los asientos traseros para ella.
Ebba baja del auto, observando la casa sin una expresión facial que no sea seriedad.
Sus ojos dan conmigo, alza el mentón de manera retadora en mi dirección. Le doy una calada a mi cigarrillo sin apartar la mirada de la suya.
Alejo el cigarrillo de mis labios y lo lanzo por el balcón.
Sonrío mientras que apoyo mis antebrazos en la baranda del balcón y me inclino hacia adelante.
—Bienvenida —digo en sueco, leyó mis labios y eso bastó para que apartara la mirada y caminara hacia la entrada de la casa, perdiéndose de mi vista con cada paso que daba.
Me alejo del barandal y camino a la habitación. Tomo mi celular y justo cae una videollamada de mi hermano.
Bufo aunque atiendo.
—¿Qué quieres? —le digo en japonés.
—Hola, ¿cómo estás? ¡Al menos saluda, idiota! —gruñe acomodando la posición de su teléfono para poder verle mejor el rostro.
Aunque de todas formas no me interesa verlo. Suficiente con haberlo visto gran parte de mi vida en Japón .
—Estoy ocupado ahora, Arata, te llamaré después.
—¡Hey, no espera..!
Cuelgo, pongo en silencio el celular y lo dejo en la cama. Salgo de la habitación y camino a pasos lentos a la plata inferior.
—¿Dónde está? —pregunto a uno de los hombres que la trajo.
—En la sala de estar, señor.
Me doy la vuelta y camino hacia la sala de estar. Ebba está de pie junto a la ventana, observando la calle desolada distraídamente.
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Fugu
Short StoryEn el ajedrez, como en la vida, la decisión de cada movimiento puede cambiar el rumbo del juego. El juego solo acaba cuándo el rey cae.