Capítulo 4.

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Flashback


Un almacén de apariencia algo vieja y abandonada, casi como un galpón inmenso pero desolado. Un gran eco daba lugar al sonido de los pasos de las personas que estaban en medio y de las armas semi-automáticas siendo sujetadas por ellos.

A lo lejos, también podría escucharse el sonido de un cargamento de armas largas que estaba siendo despachado por varios hombres de gran compostura.

Petro se encontraba de pie frente a un hombre castaño que se hallaba arrodillado en el suelo, este tenía un golpe a un lado de la cabeza que dejaba descender un camino de sangre tras su oreja.

El peligris de casi dos metros de altura miraba con desprecio y pronto también con su ceño algo fruncido.

Aquel gesto en su rostro, alteró por completo al castaño.

— ¡P-Petro, señor! — le dirigió una mirada sumamente afligida, sus oculares llorosos, al borde de perder la cordura en un incontrolable llanto —  ¡L-lo lamento tanto! ¡En serio fue un error!

 — Un error es cortarse con la cuchilla de afeitar en la mañana, Matthew, esto fue... — el hombre dejó oír su voz ronca y tranquila — ¿Qué fue, Horacio?

El pelirrojo dio un paso delante, dejándose ver por el hombre que estaba en el suelo. Estaba vestido con prendas de vestir tácticas y completamente de color negro. Una máscara le tapaba la mitad del rostro, únicamente dejando ver sus bicolores ojos. Luego habló.

— Fueron tres de los nuestros — sentenció.

— N-no, P-petro, jefe, se lo suplico — Matthew se mostró arrepentido, se le veía temblar y hablaba con los dientes casi tiritándole. Una lágrima hizo camino por su aterrado rostro y su mandíbula comenzó a mostrar un tembleque también —  Fue... fue un error de mi vista, jefe, n-no volverá a... pasar.

— Un error que me costó a tres de mis hombres — el ruso chasqueó la lengua— ¿Es una tarea tan difícil para ti trazar un mapa correctamente?

— T-tuve que haber prestado más atención — se excusó el hombre —  N-no volverá a pasar, lo juro. S-se lo juro, Petro, se lo suplico, deme otra oportunidad.

— Dijiste que fue un error de tu vista, ¿no? — Petro soltó un suspiro.

— S-sí, sí, a-así es.

— Vale — el ruso dio un paso hacia atrás y le nombró — Horacio.

El de cresta dirigió la diestra hacia su cintura y desenfundó su cuchillo táctico de gran tamaño, luego dio un paso hacia Matthew sin dejar de observarle.

— ¿Izquierdo o derecho? — preguntó en alto.

— ¿E-eh? — el castaño comenzó a respirar erráticamente a la vez que intentaba moverse, pero el miedo no se lo permitió cuando notó a Horacio acercarse más y más.


Fin del Flashback


Haber vuelto a aquel lugar era, cuanto menos, desagradable. No por las personas que hubieran allí, ya que, de hecho, la mayoría le tenía respeto e incluso algunos le tenían gran estima aún. El pelirrojo era la mano derecha de Petro, pero eso jamás le había impedido tratar a su gente como debía.

Ingresó por la puerta principal, aunque tuvo que pasar por las cámaras principales y ser autorizado por el líder de la sede para tener el paso libre.

𝑬𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒕𝒂𝒏𝒕𝒐 𝒐𝒅𝒊𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora