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Madre mía odió a la humanidad.

Empezamos buena onda, eh.

Bueno, quizás no odie a toda la humanidad, pero si aún número preocúpate para mi realidad.

Y por más que mi cuerpo, mente, alma y horóscopo me gritaran que me quedara en mi cama, no podía.

Siento un golpe seco en el piso cuando sin querer tiré a mi mejor amiga de la cama.

-¿Te ha dolido? – pregunté con inocencia mirando a la castaña en el piso.

-No, me encanta besar el pisó en la mañana- se quejó Abby y rodé los ojos.

-Besas a tu novio, es casi lo mismo. Pero el suelo es más decente.

Abby se levantó y se lanzó a mi cama para volver a intentar dormir, cosa que no pasó porque mi papá entró y abrió la cortina de par en par, asiendo que la ojiazul soltara un gruñido.

-¡buenos días, mis chicas! – sonrió con inocencia- es hora de levantarse para un nuevo día. Valentina, tu padre las llevará al instituto.

Genial, papá no cool no llevará.

Como se darán cuenta, y si aún no lo hacen es porque necesitan anteojos.

Soy adoptada, crecí en un orfanato hasta los cuatro años. Luego de eso una pareja de chicos, dos maravillosos hombres me adoptaron.

Papá Marco: un dentista con un gran corazón, un carisma increíble y mi mejor compañero de canto, baile y mi corazón de osito cariñoso.

Por otra parte tenemos a papás Hugo: un arquitecto, un tanto serio, estricto y gruñón, pero es quién me enseño todo lo que sé, es en quién más confío. Y aunque lo negué sé que ama cuando papá Marco y yo hacemos karaoke de mi diosa personal; Ariana Grande.

-Tío Marco, me puedes ayudar a irme a Marte- pidió mi amiga cuando mi papá le quito la colcha.

-Lo siento Abby, pero si quieres dejar ser pobre como dices  levántate.

-No volveré a jamás a tú casa – me dice con su pelo en la cara

-Siempre dices lo mismo y siempre vuelves por las pizzas – me encogí de hombros y ella entrecerró los ojos- Ve, te esperó para irnos.

Mi papá me estiro la mano para levantarme, pero en vez de eso me atrapo entre sus brazos para hacerme cosquillas.

-¡Basta que me haré pis! – me retorcí entre sus brazos

-Es hora de los abrazos, Tina- odio ese sobre nombre, pero a ellos y Abby, no les interesa.

-Oh, te has ganado una sentencia de muerte- advertí cuando le lance una almohada.

Si cabello negro muy bien peinado sufrió una emboscada. Mis padres son guapos para negarlo, Marcos es alto y de cabello canoso y con ojo grises.

-¡Oye, esto trampa! – me quejé cuando le aplico una llave.

-Soporta, niña.

-¿Aún no están listo? – pregunto Hugo con los brazos cruzados en el umbral- ya estamos llegando tarde

-Me…puag- me quité el cabello de la cara – estoy casi lista. Además…Hoy no tengo clases de piano, y estaba pensando en ir a estudiar con las chicas. No me esperen a cenar.

-¡No es verdad! – desmintió Abby saliendo de baño – iremos por unos guapos mafiosos para conquistarlos y salir de fiesta fuera del país.

-De ti sinceramente me lo creo, Abby – Hugo se encogió de hombros- solo procura llegar a casa.

El arte de mirarnos // Marc Guiu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora