PILOTO

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Me llamo Kaleth Allen y mi historia es muy simple, toda mi vida solía evadir los problemas con la velocidad como mi aliada, a veces escapaba y otras veces no. Pero todo cambió después de esa tarde en Hiroshima porque fue entonces que empecé a huir de algo escalofriante algo que en ese momento no podía hallarle explicación, algo imposible; Mientras regresaba a casa, me encontraba contemplando el anillo que mi padre me había dado esa misma mañana, algo inusual ya que él nunca se lo había quitado. De repente, una alarma aérea interrumpió el silencio retumbando por todo el lugar, y supe que debía apresurarme.

Mi padre me llamó, advirtiéndome que nunca perdiera dicho objeto ya que era una reliquia familiar. Mientras él explicaba cosas sobre el anillo, yo sólo me limite a seguir corriendo por los nervios que me daban la alarma sin prestarle atención a dichas explicaciones. Al estar a pocos metros de casa, veo como mi madre y mi padre se encontraban allí, en el marco de la puerta, como si esperaran algo, cuando mi padre me vio, ambos sonrieron, aterrado trate de correr aún más rápido, pero fue demasiado tarde, algo que cayó del cielo se estrelló en mi casa, volando todo en mil pedazos.

Instantes después de la explosión, me encontré incapaz de abrir los ojos, inmerso en un estado de aturdimiento. El sonido ensordecedor aún retumbaba en mis oídos, y el olor a humo y cenizas impregnaba el aire. No fue hasta que el mareo comenzó a disminuir que reuní el coraje para abrir los ojos.

Al despertar, me encontré acostado en una fría habitación de hospital, confundido y aturdido por lo que acababa de experimentar. Un soldado estaba de pie junto a mi cama, observándome con expresión imperturbable. pregunté:

kaleth: ¿Qué había sucedido?

No hubo respuesta, sólo salió de la habitación y poco después regreso en compañía de un coronel. Después de presentarse, me informó sobre lo ocurrido; hombres que él comandaba en el rescate de sobrevivientes y recogimiento de cadáveres, reportaron que cuando dieron conmigo me hallaba extrañamente ileso y según los exámenes médicos que me hicieron tampoco presentaba anomalía.

Dada la magnitud del desastre, el coronel consideraba casi un milagro dicho suceso, además, señaló que el aire se había vuelto tóxico poco después de la devastación, lo que hacía aún más complicado de creer considerando que me sacaron del lugar tres días después de la catástrofe.

Entonces ahí el coronel me propuso unirme a sus filas ya que la guerra no se detuvo, de lo contrario, el índice de conflicto y devastación había aumentado. Determinado accedí, dejándome llevar por la idea de poder vengar a mí familia prestando este servicio; el coronel soltando una corta sonrisa dijo - Recupérese y nos vemos dentro de siete semanas en el batallón diecinueve. - dicho y hecho, al asistir a las pruebas físicas, tuve que esforzarme como nunca lo había hecho, soltando mucho sudor y dolor de mi cuerpo, pero después de un duro entrenamiento y exhaustivo análisis, pude ver cómo dio resultado al ser aceptado para enlistarme.

Ya en los entrenamientos de rutina al transcurrir los días empecé a notar como el general que nos dirigía comenzó a fijar su atención en mí de manera más regular, algo que, a decir verdad, aunque al principio me parecía agradable también me resultaba extraño.

Aunque me había desmayado en la catástrofe, de alguna forma en mi mente retumbaba el sonido de la tragedia que hacía una cacofonía con los gritos de dolor desgarradores de mujeres y hombres mezclados con los sollozos de niños desconsolados. La realidad del desastre se hundió en mí como un puñetazo en el estómago, la magnitud del sufrimiento humano que había escuchado entre relatos era abrumadora, era como si hubiera habido un infierno en la tierra, y no pude evitar sentirme impotente ante el horror que se desplegó;

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