𝐞𝐥 𝐛𝐮𝐫𝐝𝐞𝐥.

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Terminé de fumarme un cigarrillo y lo tiré al piso, lo pisoteé. Alcé la vista y allí estaba el sitio, aquél que no había frecuentado en años, desde mi debut a los catorce para ser más exactos.

Caminé hacia su interior, el mismo lugar de mala muerte que conocí tiempo atrás. Diferentes putas, por supuesto. Más jóvenes, con mejores culos que los que poseían las anteriores o, al menos, los que yo me cogí. Qué mierda, qué desgracia. En fin, no importaba. Ahora podía disfrutar con más consciencia o, bueno, lo que me quedaba de ella después de todas las mierdas que me había metido.

Las observé bailando, algunas me tiraban miradas seductoras, deseosas de que sean las escogidas. Y sí, al lado de todos los viejos asquerosos que las frecuentaban, era un partidazo. No diré que soy un tipo hermoso, pero, yo sé que feo no soy. De hecho, sé que podría conseguir a alguna mujer común y corriente, pero realmente, no me interesaban. Siempre salían con sus mierdas sentimentales, cosas que solo me hastiaban. En cambio éstas, solamente eran eso, un hoyo el cual utilizar y botar. Y, para mí, eso era más que suficiente.

"Beatriz, tanto tiempo."

saludé a la encargada de las mujeres.

Ella me devolvió el saludo, fingiendo esa amabilidad de mierda, ja. Le importaba un carajo yo, por supuesto. Pero, como sea, ¿una venta era una venta, no? En fin, me ofreció a sus mujeres. Ni siquiera me recordaba, esqueleto de mierda, hipócrita, como todas. No me importaba. Venía a lo que venía. Luego desaparecería.

"A la pelirroja culona, esa que me viene observando desde que llegué, a esa la quiero."

dije, y es que sí, había una. Estatura media, cabello rojizo refulgente, mirada de furcia y pecosa. Se veía joven, aunque no tanto. Mi edad, más o menos. A esa la quería.

"¿Cass? ¿De ella hablas?"

Casi bufé por su cuestionamiento idiota, era la única pelirroja con cara de furcia en el sitio. Por supuesto que hablaba de ella. Apreté los dientes y evité rodar los ojos, pero sí me di el gusto de bufar al replicar.

"Sí, la puta de Cass, ella."

La vieja de mierda notó mi actitud, no dijo nada, más me miró con una mala cara, yo la ignoré. Llamó a Cass y en consecuente, la pelirroja culona me tomó de la mano y con una amplia sonrisa me arrastró hacia una habitación. Yo, contento como nunca, la seguí.

Llegamos al cuartucho, luces de neón, mierdas de terciopelo, cosas que me importaban en lo más mínimo. En mi adolescencia era todo menos cargado, me gustaba más. Pero bueno, no podía objetar demasiado, al menos había obtenido a la zorra que pedí y ahora mismo iba a cogérmela.

Cass empezó a desnudarse en un baile que supongo ella consideraba «sensual» realmente toda esa mierda no me importaba. Yo quería ir a la acción. Después de todo, era una simple puta. Para eso estaba, ¿no? La otra mierda no me interesaba.

"Desnúdate, ¿quieres?"

dije, finalmente, hastiado de su ridículo numerito. Me miró con mala cara, así como la vieja, sí. Me importó una mierda.

La agarré de los hombros y la tiré a la cama, la manoseé, acaricié ese durazno que tenía por culo, le rompí las bragas, luego el sostén. Se quejó, le propiné una bofetada.

"Mira, puta. Yo pagué por ti, así que, te callas la boca y te dejas hacer. ¿Me entendiste?"

Le había agarrado por las mejillas con violencia, para que me mirara mientras le hablaba. Le costó, pero asintió. Era rebelde la colorada hija de puta. La solté.

"Te voy a romper el culo, aunque, dudo que ya no lo tengas roto."

dije, me burlé. La giré sobre la cama. Volví a masajear ese durazno. Le propiné una nalgada. Y, justo cuando me estaba abriendo paso, la muy perra chilló.

"¡No!"

dijo. Yo incrédulo, no entendía.

"¿¡No qué, puta!?"

repliqué, pellizqué un cachete. Se estremeció.

"N-no... soy virgen de ahí."

dijo.

"¡No me jodas, tan puta, ¿y todavía no te culearon por el orto?"

negó, temblorosa. Pensé en ignorarla y simplemente hacer lo mío, pero por la forma en que respondía y, bueno, sumando a las lágrimas que comenzaban a asomar sus ojos, entendí que la maldita zorra no mentía. Suspiré, me frustré por un segundo, pensé en mandar todo a la mierda. Pero, ¿cuándo volvería a tener un culo así para mí? ¿Una pelirroja? Y, más encima, una puta medio virgen. Era como conseguir el oro en un prostíbulo como ese.

"Bien, yo quiero tu culo, me da igual tu puto llanto. Pero, no soy tan imbécil. Haré... bueno, esa mierda que se hace en las primeras veces."

dije, vagamente. Realmente no me molestaba, tener su culo acariciando mi lengua, o mi lengua explorando su entrada trasera. Nada más hacía que me pusiera cada vez más duro. Y, cuando escuché el primer gemido de la pelirroja, eso solo aumentó.

Moví mi lengua ociosa, mi anular le siguió, luego mi medio. Más y más gemidos. No duré demasiado, ya me hallaba bastante duro, yo también quería sentir un poco de lo que ella estaba sintiendo. Joder, el servicio era para mí, no ella. No dije nada, simplemente, la transgredí. Y antes de que soltara el primer grito, ya estaba arremetiendo contra ella.

Mierda, si que era estrecha, solamente provocaba que quisiera más y más. Me movía de adelante hacia atrás, cada vez con más violencia. Gruñía, tiraba de su cabello. Llegué a morderla, sentí la sangre en mi miembro, no me importó. Mordí su cuello, su hombro, ya no recuerdo qué más. Ella al principio sufría, eso me calentaba, he de admitir. Sus suplicas, pero no me detuve. Joder, es que lo que esa pelirroja me provocaba, era descomunal. Finalmente, terminó cediendo al placer al igual que yo.

Me corrí, me corrí en su culo. Saqué mi miembro, lo limpié como pude, me acomodé los pantalones. Pero, antes, ni siquiera supe por qué, pero me acerqué a ella; la rodeé por la cintura y la besé. De una forma fogosa. Me separé, ella con el rostro colorado, entre lágrimas secas y éxtasis me sonrió. No supe cómo interpretar esa sonrisa, así que simplemente me alejé y marché del lugar.

Pagué a la zorra vieja de Beatriz, me dijo algunas mierdas sobre Cass, la ignoré, salí del lugar y comencé a caminar sin rumbo.

Me encendí un cigarrillo. Empecé a fumar. Había desvirgado a una puta. Algo que creía imposible. Y, aunque no hubiera sido en su totalidad. Le había, literalmente, roto el culo. Me sentía genial.

Seguí caminando pensando en mi hazaña. Desaparecí al doblar la esquina, sintiéndome victorioso por mi mierda. La mierda que había conseguido en aquél puto burdel.

Irreverencias de un desquiciado... (𝒓𝒆𝒍𝒂𝒕𝒐𝒔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora