𝐜𝐨𝐜𝐚𝐢́𝐧𝐚.

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Una amiga me invitó a su casa, vivía en un barrio de mala muerte, era de noche y me quedaba lejos. No tenía ganas de que me roben, así que pensé en declinar la invitación. Sin embargo, lo mencionó, me dijo la razón por la cuál quería que fuera, tenía de la buena, de la blanca, cocaína.

Rápidamente, esas pocas ganas de no salir de casa o las excusas que mi mente había comenzado a maquinar para ponérselas, se esfumaron. Le dije que sí, en cinco llegaba. Nadie podía negarse a una invitación como esa, ¿no?

Tomé mi bicicleta, pensé en pedir un taxi, pero no tenía demasiado dinero y no quería quedarme esperando, pensando en que Vivianne probablemente se la acabaría toda sola si no llegaba rápido. Eran diez minutos, tal vez menos si le daba con todo a los pedales. Eso hice. Las calles estaban vacías, por lo que llegué rápido, más de lo esperado.

Toqué el timbre, le envié un mensaje e incluso golpeé con mis puños en su puerta. Tardó unos minutos, salió. Me hizo pasar. Con una simple mirada y sonrisa cómplice, no faltó más. Me tiró una bolsita, ella se abrió una. Su segunda.

Todo expuesto en la mesa, varias rayas. Comenzamos un juego al cual no le presté demasiada atención, ya que sin importar cuál fuera la pregunta, la respuesta era la misma: aspirar.

Y así lo hice, aspiré, ella aspiró, ambos aspiramos. Esa mierda si que estaba buena, porque sentía como todos mis sentidos al minuto ya se estaban alterando. Una euforia magistral. Los dientes tiesos. Volví a aspirar. Aspiré, una dos, tres veces más. Locura esencial.

Vivianne hablaba, hablaba, la muy zorra no se callaba. Yo empezaba a ir más profundo en mí. Pero la perra simplemente hablaba, quería expresar todas sus mierdas. No se callaba más. Le metí una bofetada. Se quedó recalculando unos segundos. No reaccionó, pero se calló. Volvió a aspirar. Yo también lo hice.

( . . . )

No recuerdo en qué momento dejé de aspirar y caí noqueado. No recuerdo que Vivianna lo haya dejado. Pero cuando desperté, nada me hacía sentido. Estaba en el suelo, vomito a un lado. Escuchaba sirenas, radios, veía siluetas a lo lejos, saliendo y entrando. ¿Qué mierda? Paramédicos. Uno se acerca, me pregunta algo, lo aparto. Busco a Vivianne. Observo el sofá, ni rastro.

Voy aquí y allá, por todos lados. Me siento raro, como algo mareado. Vomito. Se preocupan, se acercan. Vuelvo a apartarlos. Sigo en mi búsqueda. ¿Dónde carajos está Vivianne? Salgo fuera. Una ambulancia, mi vista se enfoca en una camilla. Un cuerpo en una bolsa. ¿Qué mierda? Un tipo intenta hablarme, hacerme preguntas. Lo empujo.

Entro de nuevo, busco la cocaína. Nada. Hay policías, policías comienzan a llegar. Y yo sigo sin saber dónde cojones se encuentra Vivianne. Subo escaleras arriba, nada. Bajo, recorro una vez más, nada. Un policía se me acerca, intento apartarlo, no se aleja. Me agarra con fuerza, me dice cosas, pero lo ignoro. Finalmente, me suelta.

De repente, todo se enfoca. Escucho que hablan, con más claridad, que dicen cosas.

"Sobredósis". "Víctima". "Vivianne".

Encajo todo.

Salgo afuera de nuevo, corro hasta la camilla. Descubro el cuerpo. Y ahí la veo.

Ahí está.

Por fin, la encontré.

Ahí está Vivianne.

Irreverencias de un desquiciado... (𝒓𝒆𝒍𝒂𝒕𝒐𝒔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora