En uno de sus tantas visitas al hospital para ir a por vidas, la muerte se encontró esta vez sin proponérselo con Rebeca, estaba en la sala de tratamiento contra el cáncer y sin poder evitarlo, se desvió del caminó para ir y acercarse a donde Rebeca.
En esta ocasión su semblante era sombrío, tampoco había aquella viveza en aquellos ojos verdes y la muerte descubrió el verdadero rostro de la tristeza y la zozobra, quizas ahora entendía mucho más por qué le gustaba tanto el libro, el cual, la muerte cargaba con ella a todos lados, como si con ello, Rebeca siempre estuviera presente.
Sin dudarlo, la muerte se acercó a Rebeca y comenzó a buscar en su enorme e interminable lista, el rostro de la muchacha. Necesitaba saber que aquella joven no iba a morir pronto y por primera vez, sintió un enorme alivió al no encontrarla al menos, no dentro de las próximas veinticuatro horas.
―Puedo entender tu malestar ― articuló la muerte para su propia sorpresa en voz alta y aquello fue por puro instinto, nada más.
La muerte deseaba consolarla y quitar el miedo que había en ella, pero ni quiera era visible y por primera vez le molestó no ser nada ante una persona. Nunca antes había deseado tanto tener un cuerpo y ser vista como hasta ese momento, además de tener el impulso de acariciar el rostro de la chica por la cual ella comenzaba a tener deseos de simples mortales.
Horas más tarde mientras vagaba por el mundo, no se explicaba porque luego de tanto tiempo de existir y moverse sobre la tierra mirando a tantas personas, ella se interesaba por una, la cual ni siquiera era la más bonita, sexi o atractiva, pero tenía algo muy en particular que la atraía. Quizas era los sentimientos que guardaba en su interior, ya que solo una persona de alma pura e inocente, sería capaz de salvar a una simple mariquita de su muerte en la tela de una araña.
Mientras que Rebeca, a solas en su habitación, se miraba desnuda ante el espejo, al tiempo que comparaba su imagen actual con la de la fotografía, en la cual por cierto estaba vestida y no como su madre y Dios la habían traído al mundo. En la imagen, Rebeca era toda vitalidad, su rostro lucía más alegre y sonrosado. La clavícula, no se le notaba tanto, ni sus brazos parecían ser tan delgados como hasta ahora y mucho menos, se veían como amoratados por el tratamiento que circulaba por sus venas.
No se parecía en nada a la de antes, le era tan extraño mirar ese nuevo cuerpo y ese aspecto de sí misma delante del espejo y comenzó a llorar. Se sintió infeliz y nuevamente llena de miedo como esa mañana en la quimioterapia. Tenía miedo a morir, además de que se sentía culpable por tener a su familia en una situación tan difícil y estresante, y ella lo menos que deseaba era verlos padecer.
―Rebeca ¿Ya terminaste de bañarte? ― preguntó su madre de pie tras la puerta de la habitación de su hija.
Rebeca al escucharla, se envolvió la toalla alrededor de su cuerpo, temerosa de que su madre la descubriera observándose, rapidamente, guardo la fotografían en el cajón más cercano de una cómoda y corrió hacia el baño, para fingir que iba saliendo, pero a Rebeca se le olvido que esforzarse demasiado para ella no era algo bueno y lo que más temía sucedió.
Moverse más rápido de lo que su cuerpo podía fue algo que no debió haber hecho, ya que se mareo y aunque trato de evitarlo, su cuerpo no obedeció y cedió colapsando con un sordo golpe en el suelo de su habitación, el cual fue el que indicó a Carolina que debía entrar para saber que había sido ese ruido y porque su hija seguía sin responder su llamado.
Carolina entró sin anunciarse una segunda vez y lo que vio la hizo correr asustada hacia el cuerpo desnudo y encubierto por la toalla que llevaba su hija. Intento reanimarla, pero Rebeca no parecía mostrar el más mínimo signo de volver en sí. Razón por la que se vio en la necesidad de pedir el auxilio de su esposo, el cual llegó raídamente y no solo, sino que Fernando y Lucía lo siguieron para saber que pasaba.
― ¿Que paso? ― preguntó Augusto al llegar.
―No sé. La llamé y no respondió y poco después escuché un ruido y fue entonces que me atreví a entrar y la encontré aquí.
―Hay que llevarla al hospital ― sugirió su padre, al tiempo que la tomaba entre sus brazos y Carolina trataba de cubrirla lo más que podía con la toalla.
La muerte llegaba justo en ese momento y se preocupó tanto como sus padres y hermanos de Rebeca al ver lo que ocurría, que de inmediato comenzó a revisar aquella lista en la cual estaba el rostro de cada persona a la cual debía llevarse, pero para su gran alivio, Rebeca aún no se encontraba en ella.
Sin dudarlo ni un segundo, la muerte los siguió y subió con ellos a las camionetas y se alegró de ser invisible en esta ocasión, aunque para Rebeca, ella quería ser tan mortal y tan humana como ella, pero no podía. La muerte se pegó juntó a Rebeca para ser testigo total de lo que pudiera ocurrirle, nunca había odiado su labor como hasta en ese momento, en el que no se le antojaba llevarse una joven vida, una que podría hacer que el mundo fuera mejor.
En algún punto del viaje rumbo al hospital, Rebeca abrió los ojos con debilidad y su mirada se encontró de frente y por primera vez con la de la muerte. Ambas se sostuvieron la mirada en ese breve instante, el cual hizo creer a Rebeca que se encontraba en un sueño, en el cual miraba a una hermosa mujer de unos pocos años más que ella, de rostro inexpresivo y de ojos que parecían ser negros como la noche, pero que al mismo tiempo parecían ser de un azul muy intenso, como el de un mar embravecido en medio de la tormenta. Rebeca cerró los ojos otra vez, volviéndose a quedar inconsciente.
Mientras que la muerte, sintió una extraña sensación recorrer todo su ser, pero sin duda, estaba emocionada, porque estaba casi segura de que Rebeca la había mirado, pero no sabía que aspecto era el que había vislumbrado de su ser. Aunque la muerte deseaba que fuera el de Úrsula, la protagonista del libro que tanto le gustaba a Rebeca, ya que llevaba días practicando personificarse de esa forma.
Desde que terminara de leer el libro, la muerte se olvidaba de sus obligaciones por un rato y se iba al lugar más solo y apartado del mundo, para situarse justo en medio del agua cristalina de un lago y observarse a sí misma y de ese modo observar y sentir los cambios en su ser.
Y ahora que había tenido brevemente la mirada de Rebeca en ella, esperaba que el aspecto que la joven vislumbrara, fuera el de Úrsula y no el espectro de la muerte.
Rebeca fue internada unas horas, su cuerpo se colapsó por estrés y agotamiento debido al tratamiento, pero se encontraría mucho mejor en algunas horas, luego de que terminaran de suministrarle el suero vía intravenosa. Por suerte era joven y su cuerpo estaba respondiendo al tratamiento de quimioterapia y no había de que preocuparse. Su familia, y la muerte que seguía allí, pendiente de todo, se alegraron infinitamente al escuchar lo que el doctor les había dicho, Rebeca estaba venciendo al cáncer, ella era mucho más fuerte y la muerte sintió eso que llaman: alegría.
La muerte regresó de inmediato a lado de Rebeca, debía aprovechar los pocos momentos que tendría con la joven a solas antes de que entraran sus padres y hermanos. No podía dejar de mirarla, se sentía tan fascinada por aquella humana, que, sin pensar, llevó sus delgados y fríos dedos al rostro de Rebeca. Quería saber que se sentía tocar a una persona, pero, sobre todo, saber que se sentía acariciar el rostro de la joven de la cual se hallaba fascinada.
La muerte sintió por primera vez algo cálido y no la fría y mortecina piel de la persona que estaba a punto de morir gracias a ella. El rostro de Rebeca se encontraba tibio, como muestra de que todo en ella era vida y fortaleza. Y sin que la muerte se diera cuenta, su boca dibujo una sonrisa, algo que nunca jamás en toda su larga existencia había hecho.
Sin embargo, aunque el gesto de la muerte con los dedos fue el más fino y delicado, causó que Rebeca se despertara al sentir la frialdad en su mejilla. La muerte la miró a los ojos una vez más, pero en esta ocasión, Rebeca no tenía ni la menor idea de la presencia de la muerte junto a ella, más bien se encontraba confundida por no reconocer el lugar en dónde se encontraba. En ese momento, la puerta de la habitación se abría dando paso a Carolina y Augusto, dando el momento perfecto a la muerte para desaparecer antes de que algo más extraño le sucediera.
― ¿Cómo te sientes? ― les preguntaron sus padres a penas llegar a su lado.
―Cansada ¿Ya me puedo ir a casa? No quiero seguir aquí con el trasero desnudo ― sus padres rieron ante su comentario.
― Sí, claro que nos podremos ir en un rato más – respondió su madre acariciándole la mejilla.
―Estoy bien ¿verdad? ― preguntó con cierto temor en la voz.
―Estas bien, el doctor nos lo acaba de decir ― le informó su padre ― dice que el tratamiento está funcionando bien.
― ¡Enserio!
―Sí, de verdad que está funcionando ― le aseguró su madre abrazándola.
La muerte regresó al hospital media hora después, deseaba verla de nuevo, en sus pensamientos sólo tenía el volver a verla otra vez, para asegurarse de que ella no dejaría el mundo esa noche. Sin embargo, cuándo llegó a la habitación en la que había estado Rebeca, no la encontró, aquello la extrajo de su imperturbable tranquilidad y ansiosa por saber de ella, comenzó a recorrer el hospital mientras que su sentido del olfato lo ponía a trabajar al máximo, al tiempo que buscaba en su lista el rostro de Rebeca.
Pero para su gran alivio, cuando se había rendido al no encontrar nada dentro del sanatorio, la miró saliendo del lugar en compañía de sus padres y hermanos, la llevaban en una silla de ruedas hasta la camioneta y la muerte volvió a colarse dentro del vehículo, así, sin más, sin importarle su deber, porque ahora sentía que su único deber era estar cerca de Rebeca y estar pendiente de lo que pudiera pasar.
No obstante, una vez que llegaron a casa, su padre la tomó en brazos y la llevó hasta su habitación. La muerte veía todo desde una distancia prudente y cuando la dejaron a solas, ella continuó en la habitación observando el semblante acongojado de la joven, que parecía estar avergonzada por algo.
Lo que la muerte no sabía, es que Rebeca se sentía apenada de que sus padres la hubieran encontrado desmayada y desnuda en la habitación, todo por haberse puesto a correr y a deprimirse por su aspecto tan deplorable y horrible. De repente se puso a llorar cuando se dio cuenta de que la casa se había quedado en silencio.
La muerte al verla, se acercó veloz hasta ella y trato de consolarla, pero no podía y aunque deseaba volver a acariciar su mejilla y secar sus lágrimas, no quería asustarla ni hacerla sentir más mal de lo que seguramente se sentía.
―Me gustaría darte consuelo ― dijo sintiéndose impotente mientras miraba a Rebeca llorar y la nariz se le ponía tan roja como a Rodolfo el reno ―. Pero justo en este momento no puedo, porque simplemente soy como el aire o algo menos que eso. Porque al menos poder sentirlo y saber que esta, pero de mí, no hay forma de que te enteres ― nuevamente, la muerte se sorprendía de escucharse a sí misma hablar, pero quería que sólo fuera Rebeca quién la escuchara y aunque sabía que eso era imposible, continuó hablándole ―. ¿Cuántos años tienes? ― quiso saber ―. En realidad, yo no tengo una cuenta exacta de cuantos años llevo existiendo en este mundo, tampoco tengo un nombre, pero ahora sé que te llamas Rebeca. Sin embargo, tengo uno, el que me han dado tus semejantes, pero no me agrada y seguramente te asustaría, y no quiero que suceda. Aunque por ti me pondría uno ¡Qué tal Úrsula! como el nombre de tu protagonista de tu libro favorito.
Para sorpresa de la muerte, Rebeca había dejado de llorar y parecía que realmente la estaba escuchando, pero lo que realmente sucedía es que estaba recordando el sueño o la alucinación que habia tenido mientras se encontraba desmayada y era llevada al hospital. Pero Rebeca estaba segura de que solo había sido algo producto de su imaginación, ya que la mujer que vio, era la de Úrsula, esa imagen que se creó de ella en su cabeza gracias a la descripción que la autora había dado de la protagonista. Por supuesto que debía ser un sueño, porque alguien de la belleza de ella, solo se encontraba en los sueños o muy lejos de su realidad.
―Debo confesar que no sé si soy hombre o mujer, pero ante ti, tomo la forma de una mujer porque me identifico más contigo de esta manera y porque sé que te sientes atraída por las de tu mismo género.
La muerte se quedó allí hasta que Rebeca se quedó dormida luego de dar varias vueltas en la cama y que el cansancio la arrastrara a los brazos de Morfeo y que solo pensara en una cosa. En Úrsula.
La muerte se marchó, pero regresó esa noche cada tanto minuto para mirarla dormir y asegurarse de que se encontraba bien. Rebeca le atraía tanto como los planetas al sol, que eran obligados a girar alrededor de él y era algo que no podía explicarse así misma porque le ocurría aquello, solo sabía que necesitaba orbitar a su alrededor sin importar qué.
La muerte intento acariciarle de nuevo, pero tuvo miedo de hacerlo, temía despertarla, pero de pronto le llegó un momento de cruel lucidez. Ella no debía, no podía hacerlo, ni permitírselo. Ella era la muerte, ese algo que todo mundo aborrecía, temía y uno que otro adoraba, pero que Rebeca, seguramente sentiría hacia ella miedo y nunca podría verla de otra forma, más que el de la mala de la historia.
Mientras que la muerte experimentaba el sentimiento de perder algo que nunca se ha tenido, Rebeca despertó sorprendiendo a la muerte a quien no le dio tiempo apartarse y Rebeca la atravesó en el momento en el que corrió al baño. La muerte se había absorto demasiado en sus propias cavilaciones que se enajenó de Rebeca, a quien vio vomitar en el baño.
― ¿Porque vomitas? ¿Te sientes mal de nuevo? ― le preguntó la muerte, olvidándose de que Rebeca no podía oírla ni verla y al darse cuenta de esto, se odió a si misma por no poder ser una simple mortal.
Con toda una inmensa bola se sentimientos, la muerte desapareció, mientras gimoteaba, nunca antes había hecho tal gesto, pero lo que hacía era llorar, un llanto sin lágrimas, pero sí que sentía dolor, sentía que era lo menos y más despreciable que existía sobre la faz de la tierra.
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La esposa de la muerte
RomanceLa muerte se topa por primera vez con una mujer muy distinta del resto de personas que hasta el momento había visto solo preocuparse por ellos mismos. si manera diferente de ser, hace que se enamore de ella y haga todo lo posible porque aquella muj...