Capítulo 6

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― ¡Úrsula! ― exclamó Rebeca cuando la vio asomarse por un resquicio de la puerta de su habitación.

La muerte había tocado dos veces, pero en ninguna pareció escuchar, así que no le quedó de otra que atreverse a abrir sin tener el permiso de Rebeca, pues en su forma humana, no podía aparecer y desaparecer en aquella casa con los familiares de la persona que le interesaba.

―Hola ― la saludó Úrsula ―. ¿Puedo pasar?

―Claro, pasa ― dijo quitándose los audífonos inalámbricos que había estado usando y no le habían dejado escuchar que llamaban a su puerta.  

Úrsula se acercó con cierta timidez a la cama y se sentó en ella, mientras los ojos verdes de Rebeca la observaban a la espera de que dijera el motivo de su ausencia y falta de comunicación a través de mensajes.

―Discúlpame por irme ese día sin despedirme de ti y sin decir nada ― declaró Úrsula mirándola a los ojos.

―Bueno, yo también necesito disculparme contigo. No debí decaerte lo que te dije, entiendo que te asustaras. Fui muy intensa ― dijo Rebeca no sin sentir cierta vergüenza.

―No tienes por qué sentirte avergonzada ― dijo Úrsula tomando las manos de Rebeca entre las suyas ―. Soy yo quien se siente miserable por haberte hecho pasar un mal momento y hacerte sentir mal.

― ¿Vas a dejar de verme? ― preguntó con sus ojos llenos de lágrimas.

La muerte al ver aquello, sintió que algo más dentro de ella se volvía más vulnerable, que aquello que había permanecido sin sentir algo, se reblandecía como el pan remojado en café o la mantequilla en verano, se volvía blandito y le hacía doler, un dolor que no era físico, porque ella literalmente no tenía un cuerpo real que le doliera, pero era algo nuevo que no sabía que podía sentir y la hizo sentir que era tan humana como Rebeca.

―No llores por favor ― le pidió Úrsula al tiempo que sin pensar la rodeaba con sus brazos en un fuerte abrazo que tomó por sorpresa a Rebeca ―. No, no voy a dejar de verte.

― ¿Entonces porque no viniste, ni me enviaste ningún mensaje?

―Porque me asuste, me dio miedo no ser eso que tu anhelas y deseas. Siempre he sido un ser solitario y temo no ser eso que quieres. Pero me di cuenta que no soportaba un día más sin verte, me sentía en agonía, una sensación extraña que nunca había sentido.

Escuchar aquello, alegró el corazón de Rebeca que no pudo evitar sonreír y dejar que sus lágrimas esta vez escaparan, pero de alegría, al tiempo que abrazaba con todas sus pocas fuerzas a Úrsula. Permanecieron en silencio mientras seguían fundidas en aquel abrazo, la muerte se sintió cómoda con el calor que el cuerpo de Rebeca desprendía y Rebeca, no sentía calor debido a que el cuerpo de Úrsula no desprendía calor alguno.

―Te prometo que no volveré a irme, a menos que seas tú quien decida no verme ― dijo Úrsula, dejándole un beso en la frente. Mientras que Rebeca lo hubiera deseado en los labios. Pero al menos ya era un avance de los días que llevaban sin verse despues de su primer beso y de su confesión ―. Toqué varias veces y no me escuchaste, por eso me atreví a asomarme.

―No te escuché porque tenía los audífonos puestos ― le aclaró mostrándole los dos pequeños audífonos color rosa que tenía en su mano.

― ¿Que escuchabas?

―Música ¿Quieres escuchar conmigo? ― preguntó mientras le tendía un audífono que Úrsula tomaba sin dudar, deseando escuchar la música que le gustaba a Rebeca ―. Recuéstate conmigo ― la invito Rebeca tumbándose en la cama y dando palmadas unas palmaditas a su lado para que Úrsula se tendiera con ella y Úrsula no lo pensó dos veces ―. Si no te gusta la canción, me dices y podemos saltarla.

La esposa de la muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora