Capítulo 5

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Rebeca estaba asombrada por el genuino interés que Úrsula mostraba hacia ella, le emocionaba pensar el que Úrsula sintiera cierta atracción hacia su persona. Cuando Rebeca pensaba en esto se le iluminaba el rostro y sonreía. Desde su paseo al parque, no dejaba de darle vueltas a lo que Úrsula no le había dicho sobre la persona que le gustaba y era imposible que Rebeca no sacara conclusiones que era ella, ya que Úrsula era nueva en la ciudad y no tenía más conocidos que ella.

De más está decir que Úrsula tenía cautivada a Rebeca, estaba fascinada por su manera de andar, de vestir y de hablar, ya que parecía un caballero del siglo pasado, pero en el cuerpo de una hermosa mujer. Por otro lado, Úrsula la miraba de una forma que no podía explicar y esa mirada la hacía sentirse diferente, se sentía bien a pesar de que no pudiera descifrar el color de los ojos de Úrsula.

Úrsula continuó comprando libros, pero ahora los que Rebeca deseaba leer y no había leído aun, esos era los que la muerte procuraba para seguir acudiendo cada noche a la habitación de la joven que le gustaba. Era el primer ser humano que la cautivaba, que la enredaba en su extraña y única manera de ser, porque a pesar de todo lo que le estaba pasando, era capaz de interesarse por otros, por aquellos seres vivos de los cuales nadie prestaba atención y eran importantes para que el mundo y la vida siguieran existiendo y esa pequeña acción marcaba la diferencia.

Rebeca despertó de su sueño con el corazón acelerado, no era la primera vez que soñaba, pero aquél sueño le pareció tan real, tan vivido por haber sentido sobre sus labios los de Úrsula.

 Lo primero que hizo al abrir los ojos fue llevar sus dedos a sus labios, aun podía recordar la sensación del beso y cuando deseaba profundizarlo más, despertaba llena de excitación y frustración. Aun así, sonrió por lo soñado con Úrsula, algo dentro de su ser le dijo que la vería aquel día, pues hacía tres días que no la veía y luego de la salida al parque y la lluvia sorpresiva que las hizo regresar antes a casa, no pudieron hablar mucho y cuando Úrsula se fue, se olvidó pedirle su número celular, consideraba que ya era correcto pedírselo para hablar o mensajear con ella.

Por la tardé en el crepúsculo del anochecer, cuando Rebeca estaba con la esperanza perdida de que Úrsula ya no iría a verla, alguien tocó a la puerta de su casa y Rebeca se apresuró en ir a abrir. Algo en su interior le decía que se trataba de Úrsula y no se equivocó. Allí estaba ella, tan hermosa como cada que la veía, dibujando una sonrisa en sus labios en muestra de alegría por ver a Rebeca.

― ¡Hola! — la saludo Úrsula —. ¿Cómo estás el día de hoy? ¿Estoy interrumpiendo?

―No, claro que no. Hoy me siento... bien, se puede decir. Pasa.

—Gracias.

Rebeca hizo pasar a Úrsula que estaba apenada y nerviosa, nunca había tenido tantas miradas sobre de ella, siempre había pasado desapercibida durante toda su existencia, ella era como el aire, no, más bien tampoco era como el aire, ya que ella era imperceptible, en cambio el aire lo podían sentir sobre la piel, pero a ella nadie podía sentirla, sin embargo, ahora ansiaba sentir el tacto de Rebeca sobre su fría piel.

 Úrsula saludo a todos y tomó asiento luego de presentarse con los padres y hermanos de Rebeca, pronto comenzó a recibir muchas preguntas de Carolina y Augusto las cuales tuvo que ir inventando y guardándolas muy bien en su memoria para futuras pláticas, si es que ocurrían otras más adelante.

 Úrsula dijo que era huérfana, que sus padres habían muerto hacía varios años en un terrible accidente automovilístico, que vivía sola y que acababa de llegar a vivir a la ciudad por cuestiones de trabajo, que era supervisora de una cadena de centros comerciales y le habían ofrecido un mejor sueldo, pero debía de mudarse, dijo tener casa propia gracias a lo que le habían heredado sus padres, pero no poseía nada más.

La esposa de la muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora