Capítulo 4

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― ¡Hola Rebeca! ― saludó Úrsula a penas llegar al mostrador, sorprendiendo a Rebeca.

― ¡Hola! ― respondió Rebeca feliz de verla ―. No te vi entrar ¿No me digas que vienes por otro libro? ¿Ya terminaste de leer el que compraste?

―No, no lo he terminado aún ― dijo mostrándole una sonrisa ―, pero déjame decirte que me está gustando igual. Sólo pase a saludarte y a traerte esto ― manifestó dejando sobre el mostrador un vaso de té con leche.

―Gracias, ¿qué me has traído?

―Té con leche ¿te gusta?

―No es té verde ni negro ¿Verdad?

―No, ninguno de los dos. Es de lemonngrass, hierba luisa o también conocido como zacate de limón.

―Ok, entiendo. Me quedó claro ― dijo sonriendo tomando la bebida caliente entre sus manos.

―Espero te guste.

―Huele bien, gracias.

―De nada.

― ¿Vas al trabajo? ― preguntó Rebeca luego de unos instantes en silencio.

―Sí.

― ¿Te queda cerca?

―No, solo quería verte.

Aquella confesión le subió los colores al rostro de Rebeca, que se quemó la lengua al momento en que le dio un sorbo a su té.

― ¿Estas bien? ― le preguntó Úrsula al verla con la cara roja y los ojos llorosos.

―Me quemé.

―Bebe despacio. Debo irme ― anunció sin dejar de mirar el rostro de Rebeca y sin poderlo evitar, Úrsula le planto un beso en la mejilla ―. Hasta pronto.

―Hasta pronto ― respondió Rebeca aturdida por el beso que acababa de recibir, ¿A caso Úrsula no se daba cuenta de que no era bonita y que su aspecto actual era lamentable?

No pudo evitar sentirse feliz de que alguien como Úrsula se fijara en ella y que la viera de una forma distinta, deseando que volviera pronto como esa mañana. Ese día Rebeca estuvo de buen humor otra vez y le contó a su familia a la hora del almuerzo, el detalle que la nueva clienta de la librería había tenido con ella. Como era de esperarse, se alegraron por ella y, sobre todo, deseaban conocer a la joven que hizo sentir animada a Rebeca otra vez.

―Me imagino que ya sabes su nombre ― dijo su madre.

―Sí, se llama Úrsula. Como la protagonista de mi libro favorito e incluso se parece a ella. Es muy guapa.

― ¡Te gusta! ¡Te gusta! ― comenzó a decirle Lucía.

― ¡No es cierto! ― lo negó, pero se había puesto tan roja como un tomate.

―Alguien anda rompiendo corazones ― comentó Fernando mirando a su hermana, que se encogió en su silla.

―Déjenla en paz ― salió su padre en su auxilio.

Lo que sus hermanos decían era la verdad, Úrsula le gustaba y mucho, pero no querías hacerse ideas e ilusiones de una persona que quizá simplemente la veía como sola una posible amiga y nada más.

Apesar de que sabía que muy probablemente lo suyo con Úrsula fuera como un sueño imposible, no dejaba de acariciarse la mejilla en la que había recibido el beso de la guapa mujer.

Mientras que la muerte, ni siquiera sabía cómo es que había tenido el valor de besar a Rebeca en su suave y cálida mejilla. La sensación fue tan agradable, que ahora deseaba sentir un poco más de ella. Razón por la que volvió cada día a la librería para ver y sentir a Rebeca.

La esposa de la muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora