Capítulo 3

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La muerte decidió no volver a ver a Rebeca, al menos eso fue lo que decidió la noche en que se fue llorando, pero no soportó más de tres días sin saber nada de ella, así que regresó una noche con la promesa de marcharse tan pronto en cuanto viera que se encontraba bien.

Sin embargo, encontró a Rebeca llorando a mitad de la noche y la muerte sin pensarlo mucho, se aproximó a ella, pero se sintió impotente de no poder hablarle y mucho menos ser palpable. De nueva cuenta se volvía a sentir incapaz de no poder consolarle, por primera vez deseaba tener contacto con alguien.

Silenciosa, la muerte se dejó caer como una pluma junto a Rebeca.

― Me gustaría saber porque lloras ― le dijo la muerte a Rebeca que ni siquiera sabía que estaba presente mirándola llorar envuelta en sabanas con la cara hundida en la almohada ―. Aunque creo saber por qué lo haces ― continuó ―, te sientes triste y desesperada por tu enfermedad. Nunca he hablado con nadie, mucho menos con una persona, tampoco he experimentado sentimientos, ni enfermedades, pero hasta hace poco, comencé a sentir cosas que nunca antes sentí.

Rebeca sollozo y la muerte volvió a hablarle, sin importarle que ella no pudiera escucharle.

―Me gustaría que supieras que no temas, aun no vas morir, eso no va a suceder, créeme, no vas a morir, no por ahora. Seguramente debes de tenerme miedo como todos los demás, pero no soy mala, no es tan malo morir, te lo aseguró. Vivirás todo lo que quieras experimentar, tendrás tiempo para enamorarte y de vivir muchas cosas y a mí, me gustaría descubrirlas contigo.

La muerte habló y habló por mucho tiempo, como nunca antes en su existencia, hasta que Rebeca se quedó dormida y hasta entonces fue que se marchó. Sin embargo, cuando viajaba por tierras de nadie, una voz apareció dentro de sus pensamientos, era la primera vez que la escuchaba, pero no le extrañó que alguien le llamara la atención.

― ¿En qué te has entretenido? ― inquirió una voz suave y serena, de un modo celestial ―. ¿Cuál es el motivo de tus retrasos? Nunca antes en toda tu larga existencia te habías retrasado. Siempre exacta y sin expresiones.

―He encontrado a alguien que ha llamado mi atención ― respondió. Sabía que allá arriba lo sabían todo.

―Me sorprende viniendo de ti, sabes que tu único deber es pescar vidas.

―Lo sé. Pero solo es con ella y no he dejado que me vea.

―Sólo espero no cometas algo que vaya contra lo establecido ― le advirtió ―. No puedes alterar el rumbo de las cosas por tus caprichos.

―Lo sé.

―Entonces vuelve a tus deberes.

Por primera vez, la muerte se molestó de que solo fuera ella la única que no tuviera el privilegio de interactuar con los humanos ¿porque ellos podían y ella no? se sintió de pronto y por primera vez discriminada. Así que por unos días no volvió a visitar a Rebeca, pero al pasar varios días, la ansiedad por verla, la llevaron a desobedecer y hacer lo que ella anhelaba hacer.

Y una mañana, reuniendo todo la energía y concentración necesaria, la muerte se presentó en la librería como una mujer, exactamente como Úrsula, la protagonista del libro favorito de Rebeca. Entró con nerviosismo por no saber cuál sería la reacción de Rebeca en cuanto la viera, ya no quería seguir mirándola en la penumbra, la muerte deseaba que Rebeca supiera que estaba allí por y para ella. Quería tocarla, quería que Rebeca sintiera su presencia y que sus ojos verdes que le parecían la vida, la vieran.

Una vez dentro de la librería, la muerte comenzó a mirar los libros en las estanterías y para su suerte, Rebeca la había visto entrar y al darse cuenta de que se parecía a la mujer que describían en su libro favorito, comenzaron a sudarle las manos y su inseguridad que sentía por su aspecto no se hizo esperar. Quería irse, pero no podía hacerlo porque era la única que estaba disponible por el momento, así que trató de hacerse pequeñita detrás del mostrador.

La esposa de la muerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora