2. Mis pensamientos y yo

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Había pasado más de una hora desde que Elena se fue en busca de Bonnie y Jeremy. Para ser objetivos, no era mucho tiempo considerando que la chica querría despedirse de su hermano pequeño el cual no le volvería a ver una vez levantado el velo, que impedía a los seres sobrenaturales muertos permanecer en el mundo de los vivos, ya que este no era su lugar. Todos aquellos vampiros, hombres lobo, híbridos, cazadores y demás criaturas fantásticas que hubiesen fallecido, desaparecerían en cuestión de minutos.

La misma suerte corría para el pequeño Gilbert, cuyos tiempo en este mundo se agotaba al igual que en un reloj de arena.

Nadie podría escapar de aquel destino, aunque se tratasen de personas queridas como Alaric, por ejemplo, del que no pudo despedirse cuando se esfumó ante sus narices sin avisar. Supuso que le había pillado por sorpresa, al igual que a él, pero era más fácil culparle de haberse ido sin despedirse que aceptar el hecho de que ya no esté.

Le hubiese gustado decirle muchas cosas a su gran amigo, todo los sucesos que habían ocurrido en su ausencia, todos sus dramas, todas las situaciones en las que había visto la muerte de cerca, todos los dolores de cabeza que había sufrido por tener que cuidar de los mocosos que su compañero de barra le había dejado a cargo... En fin, simplemente quería tener a alguien con quien ahogar sus penas y alegrías como en los viejos tiempos, pero simplemente, no pudo. El tiempo para ellos se les acabó antes incluso de darse cuenta que había empezado, y aunque sabía que Alaric estaría a su lado vigilando que no la cagase de nuevo, el ver que no estaba era una auténtica mierda.

Por eso entendía que Elena quisiese estar el máximo tiempo posible con su hermanito y estaba seguro de que la pequeña bruja no levantaría el velo por completo hasta que esos dos hubiesen tenido una dramática despedida digna de las películas pastel que recordaba haber visto alguna vez. Al fin y al cabo, la muerte prematura de Jeremy fue muy violenta y Elena no tuvo opción si quiera de velar por su seguridad.

El dolor de su pérdida destruyó su corazón en pedacitos, convirtiendo su vida en un infierno, tanto que tuvo que obligarla a que apagase su humanidad, lo que hizo que la chica se convirtiera en una fría y depravada máquina del mal carente de sentimientos, una Katherine 2.0 a términos simples. En parte era su culpa apagar la inocencia de Elena de esa forma tan brusca pero en esos momentos, en los que el mundo de la chica se desmoronaba a cada segundo que pasaba, no encontró otra salida a su sufrimiento que esa, y desde luego, no se paró a pensar en las posibles consecuencias que apagar su interruptor conllevaba.

Ahora todo volvía a ser como antes. Ver a Jeremy, aunque fuese en su forma fantasmagórica hizo que Elena recuperase la esencia de su ser al completo: los sentimientos que tanto la caracterizaban. Estar juntos el poco tiempo que les permitía la magia de Bonnie había sido muy fructífero para ella, no todos los días vuelves a ver a un ser querido tras volver de las tinieblas que suponen la muerte. Y el saber que el fin de ese maravilloso tiempo llegaba a su fin, hace que uno se plantee el estar al lado de ese ser tan querido en sus últimos momentos –aunque fuese por segunda vez-.

Lo entendía perfectamente, él haría lo mismo si hubiese tenido la oportunidad, pero a cada minuto que pasaba no hacía más que impacientarse por el paradero de la chica.

Los segundos le parecían minutos; los minutos, horas y las horas le parecían años. Se estaba volviendo loco de tanta espera. Ya no sabía qué hacer para matar el tiempo: dar vueltas por la habitación, beberse otra botella de Bourbon, tumbarse en la cama mirando al techo como si fuese la cosa más interesante del mundo. Lo había probado todo, pero lo único que parecía calmarle los nervios era el líquido abrasador del alcohol haciéndose paso por su garganta.

El sonido estridente de los cristales chocando cuando se sirvió otra copa le hizo percatarse de la tranquilidad que reinaba en la casa. Agudizó su oído vampírico para detectar alguna presencia pero nada...

Un verano de ensueño ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora