Capítulo 1

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Urokodaki Sakonji no es fácil de sorprender.

Como antiguo pilar del cuerpo de cazadores de demonios, aún conserva esos agudos reflejos que le proporciona un arduo entrenamiento en el oficio. Ese olfato especial que posee también le facilita distinguir lo que se mueve a su alrededor.

Desde un pequeño conejo escondido en su madriguera bajo la nieve, hasta un demonio que ha conseguido colarse tras las cortinas de glicinas y merodear por su montaña.

Urokodaki es especialmente atento a su entorno; su reputación como cazador de demonios y alfa le precede aunque no quiera admitirlo.

Sin embargo, algo que sí le sorprendió fue ver a Giyu Tomioka, el último de sus alumnos, irrumpiendo en su casa al anochecer con un omega enfermo en brazos.

El estruendo de la puerta al abrirse le hace derramar el té que sostenía en las manos. El líquido salpica toda la mesa y su haori, y Urokodaki se pone inmediatamente alerta con el ceño fruncido bajo la máscara. No pierde tiempo en levantarse y agarrar el hacha que descansaba junto a la pila de leña en una de las esquinas de la habitación.

Da un largo respiro mientras gira hacia el pasillo que conduce a la entrada de su casa, pero se detiene en seco y tarda unos segundos en racionalizar quién está de pie bajo el umbral de la puerta.

Es Giyu.

Parece anormalmente agitado; su ceño, estoico la mayor parte del tiempo, está fruncido e incluso podría decirse que preocupado.

Al ser un alfa puro, Tomioka siempre ha tenido un aroma algo fuerte en comparación con otras personas o pilares, pero ahora el olor a petricor empieza a inundar el lugar con fuerza a medida que pasan los segundos, y es difícil no notar el toque amargo de ansiedad y, Urokodaki se atrevería a decir que incluso angustia, que se aferra a él.

"Giyu, ¿qué significa...?", comienza el alfa con urgencia, pero la pregunta no llega a completarse del todo cuando Urokodaki se fija por fin en el cuerpo tembloroso acurrucado en los brazos de Giyu.

Un chico -un omega para ser más preciso- que está empapado, cubierto de sangre en la ropa y suciedad en las manos y la cara. La palidez de su piel es alarmante y hace que Urokodaki frunza el ceño mucho más si eso es posible y que en sus labios aparezca una mueca que su máscara no deja ver.

Porque, a pesar de los espasmos de su cuerpo y de su aspecto débil, el chico tiene una de sus manos aferrada con fuerza a la tela roja del haori del alfa y su rostro fruncido acurrucado en su pecho.

Urokodaki vuelve a dirigir la mirada a Giyu, y por fin puede ver, tras el azul profundo de sus ojos, una súplica silenciosa; palabras que el alfa no diría en voz alta.

'Se lo explicaré más tarde, ahora sólo ayúdalo, sensei'.

El alfa mayor es incapaz de negarse y deja caer el hacha al suelo con un ruido sordo, antes de apresurar a Tomioka a entrar y soltar órdenes de dejar al chico junto al fuego.

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Es casi medianoche cuando las cosas se han calmado. En la pequeña cabaña no se escucha más que el repiqueteo de la madera ardiendo y el golpe del viento al correr en el exterior. El aroma de las feromonas de Tomioka ya no es tan denso como hace unas horas, y Urokodaki finalmente siente que puede respirar con facilidad.

"¿Te importaría explicarme porque apareces sin avisar, después de tanto tiempo con un omega en brazos?" el alfa mayor pregunta finalmente ya harto del silencio en el que se han mantenido.

Él está arrodillado al otro lado de la fogata/estufa en el suelo con una taza de porcelana y té caliente acunada entre sus manos. Su voz es firme y su mirada está clavada en el perfil del Pilar.

Giyu ha estado en silencio todo este tiempo. No se ha movido de su sitio; arrodillado junto al cuerpo durmiente del omega. Su ceño se ha relajado y ha vuelto a tener ese aire estoico de siempre, pero sus ojos, fijos en la figura tendida en el futón en el suelo, parecen esconder demasiado.

Pero Urokodaki no podría decir con certeza que es; él dejó de poder leer a Tomioka hace mucho.

Tomioka no dice nada por lo que parecen minutos demasiado largos, pero cuando Urokodaki estaba a punto de insistir con un tono más molesto, ve como el alfa levanta su mano y la lleva con parsimonia al rostro del omega. Giyu le da una caricia a la mejilla del chico con los nudillos; es demasiado suave, casi como si pudiera romperlo si lo hiciera con solo un poco más de fuerza.

Cualquier otra palabra muere en su garganta al ver como, incluso inconsciente, el omega inclina el rostro con levedad hacia Giyu. Buscando su tacto. Buscándolo a él.

Pero antes de que Urokodaki pueda llegar a tener una idea de lo que está pasando, Giyu habla finalmente.

"Él es mi destinado"

Tomioka finalmente se mueve y voltea hasta encarar a Urokodaki. Aleja su mano del rostro del omega, pero este no lo busca como hace un momento, quizás inconscientemente consciente de que el alfa aún se mantiene a su lado.

El estoiquisismo de la expresión de Giyu ha vuelto, pero su mirada se ve mortificada, desencajando por completo en su rostro, lo que hace que el alfa mayor comprenda, si es que no lo había hecho ya, el peso de la situación.

Giyu entonces separa sus labios y toma aire, dándose valor para comenzar a hablar, finalmente relatando lo que había ocurrido horas atrás.  

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