Una historia de locura ilimitada sin alterar la complejidad de la vida.
Rebecca o Becky es perfecta en todo excepto una cosa: es extremadamente homofóbica y la razón se desconoce. Su mundo se hace cuadritos cuando su madre le dice que se casará con...
De repente, no hay nada en su mente más que Freen. Su primer beso se siente como ser regalada una nube del cielo. Suave, tierno y húmedo. Pero había un problema.
—¿Estás bien, Becky?
Becky sale del País De Los Besos y encuentra a Freen mirándola. Parpadea más de dos veces, pero Freen no desaparece de su vista. Sin embargo, prestándole atención, se nota preocupada. La verdadera pregunta es por qué si sólo compartieron un beso. Los besos se sienten como que embarazan, pero no lo hacen.
No lo hacen, ¿cierto?
Del beso pasó a la teoría del embarazo hasta que Freen la hizo espabilar. —¡Becky! — La nombrada retrajo los ojos del hormigón a los orbes café de Freen. —¿Estás bien? Perdona, es que te paralizaste. Pensé que habías caído en coma.
—Ya quisieras, ¿verdad? — Becky siente las manos vacías entonces busca el USB por la cama. Al dejar de sentir a Freen encima la encuentra escabulléndose como damisela en apuros. La voleibolista la llama y Freen para en seco. Manos ocultas detrás de la espalda. —¿Qué llevas ahí?
—No sé de qué hablas. No llevo nada.
—Muéstrame las manos.
—No quiero.
—¡Que me las muestres!
Becky se lanza a ella, pero Freen usa su boca como bolsillo y lo traga. —¡No! Eres una maldita.
—Me deshice de un problema. Falta deshacerme del otro.
—Otro...
Becky mira la cama. Buscando qué más tomó la hermana de Robin Hood. Al no encontrar nada, nota el brazo oculto de Freen. Entonces la idea llega a ella tan rápida como un trueno. —¡Mi télefono!
—¡Bingo! Eres buena en las adivinanzas. Te juro que no quiero hacerlo, pero no me dejas opción.
—¡Te voy a matar!
La idol corre hasta el baño y se encierra adentro. Becky toca en la puerta hasta que le duelen los nudillos. —¡Hija! No apures a Freen. — Anne sube las escaleras con interrogantes. La madre de la idol igual de preocupada. Las tiene justo enfrente. Exponer a Freen sería mucho más fácil de lo pensado. Pero de nada valdría. Porque ambas eran de la comunidad que Becky despreciaba. No valía un maldito segundo.
—Necesitaba ir al baño. Esperaré en el cuarto.
—Hija.
Becky regresa al cuarto. Se tira en la cama a profundizar los pensamientos. Ósea que ese beso fue para distraerme. Pero claro. Qué astuta. Me robó mi primer beso. Aunque, yo fui la primera en robarle algo intimo... Además no se traspasó como aquella mujer...
Recuerda el suceso. Aquel evento que inició su odio hacia los homosexuales. El terrorífico encuentro que tuvo con una maestra pervertida. Al menos no llegó a más gracias a ella misma. La pateó directo en dónde más le puede doler a una mujer, y no, no al corazón. Pero jamás le contó a sus padres de ese evento..., nadie lo sabe. Ni siquiera sus mejores amigas.
Alguien toca en la puerta, recibiendo el permiso de Becky para pasar. Ella creía que era su madre, pero el móvil lanzado a la cama la toma desprevenida. Encuentra a Freen... ¿triste? —Lo pensé y de hecho, sería un alivio que lo subieras. Fingir es agotador. Odio ser falsa, pero eso es lo que quiere el público. Irónico, ¿huh? — Lágrimas residen en sus ojos mientras sonríe. —Perdón por besarte para esto. Haz lo que quieras.
A punto de contestar, Freen sale de la habitación. —Tuvo la oportunidad, ¿y no lo borró? Qué extraño... — Por un momento piensa si Freen la está engañando. Pero decide que es demasiado por hoy y se echa a dormir.
...
Al día siguiente, llega el camión con las cosas de las intrusas. Becky y Anne salen a la escuela. —Vaya. Los millonarios no pierden tiempo.
—Pues ahora somos esos millonarios, mi amor. — Anne sisea entre dientes antes de sonreírle a la mamá de Freen. La mamá de Freen usa una camisa manga corta, mahones y tenis. Se nota que entrena y carga cosas pesadas sin miedo a nada. Se veía ruda y chida. Esa mujer, Faye, le sonríe a Anne y Anne le devuelve la sonrisa.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La madre e hija se comentan algo y entran a la casa. Becky se enfurece y se disculpa con la mamá para entrar al camión cuando nadie más ve.
Los dos trabajadores voltean hacia Becky. —Sí, uh, pueden ir a comprarse bebidas. Es que las dueñas de (todo esto) dijeron que querían cargar estas cosas por sí mismas.
—¿Todo esto?
—Están entrenando. ¡Poder femenino!
Becky señala el techo con ambos puños y un grito vikingo. Los trabajadores la imitan, emocionados. Hasta que Anne llega al camión. Llamándole la atención a Becky. —Sí, mamá, ya voy.
Anne le cuestiona su relación con los hombres y si la estaban molestando, haciéndose más alta para proteger a su niña. Pero Becky le dice que es más inteligente que eso. Y se inventa una excusa. Marchando del lugar, ve a los trabajadores retirarse en busca de brebajes.
Una pequeña travesura jamás mató a nadie y este era sólo el comienzo de muchas más. Porque su techo, sus reglas.
...
En la tarde, al ingresar a su habitación, hay una cama al lado de la suya y Freen yace acostada en ella. Cubierta de parches para el dolor en los brazos y piernas. Sostiene una bolsa de cubos de hielo sobre la frente y exhala pesado. —¿Día difícil? — Juega Becky.
—Fuiste tú, ¿verdad?
—No sé de qué me hablas.
Freen arruga el ceño. —Eres buena actriz, Becky, pero yo también lo soy. Por ende veo tus mentiras como reflejo en el espejo.
—Mm. Sigo sin saber de qué me hablas. Voy a bañarme.
—Sigues sin subir el video... Dime por qué.
Becky deja de buscar pijamas y guarda silencio. Freen toma asiento durante el silencio. Colocando la bolsa de hielo a un lado. Por más que inspeccione aquella alma callada no puede descifrar qué quiere decir. —Porque eso es algo personal. No está de mí revelarlo. — Traga la incomodidad, prohibiendo el paso de las lágrimas. Antes de oír la opinión de la idol, sale corriendo al baño. Imaginando lo confundida que ha de estar Freen ahora.
