**El Cuento del Príncipe (2)**

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-...mediocre, arrogante como su padre, decidido a romper las reglas, fascinado de descubrir que es famoso, busca la atención de todos y terriblemente impertinente...- Snape caminaba de un lado a otro en frente de Dumbledore.

-Ves lo que quieres ver, Severus. Otros profesores me han dicho que el chico es modesto, agradable y razonablemente talentoso. Personalmente me parece un muchacho encantador. ¿Y de Deidre que opinas?- preguntó Dumbledore.

-Ella sin duda alguna ha heredado mi talento en Pociones. Aunque si hubiera sabido lo que haría mi hermana después de descubrir el nombre de mi sobrina... ¿quién iba a pensar que reaccionaría tan fuertemente ante Deidre Weasley y no Christine Weasley?... le hubiera dicho a Arthur que conservara su nombre original... pero tampoco soy quién para exigir cosas... si lo hubiera sabido la habría criado conmigo bajo el nombre de Christine Snape.- musitaba Severus Snape con una mirada llena de soledad y de remordimientos que no había cambiado desde la muerte de Lilly Evans y que permaneció en sus ojos hasta el día de su muerte. 

-Échale un vistazo a Quirrel, ¿quieres?- sugirió Dumbledore pasando las páginas del libro de Transformaciones.

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Snape y Dumbledore estaban de pie, un poco alejados en el pasillo central mientras los últimos que quedaban del Baile de Navidad pasaban junto a ellos para irse a la cama.

-¿Y bien?- murmuró Dumbledore.

-La marca de Karkaroff también se ha oscurecido. Está aterrado, teme una venganza, usted sabe cuánta ayuda le brindó al Ministerio luego de que el Señor Oscuro cayera. Karkaroff arrancará a correr si la Marca comienza a quemar.- comentó Snape.

-¿Lo hará? ¿Y tú, te sientes tentado a irte con él?- preguntó Dumbledore mientras Fleur y Roger Davies pasaban riendo a su lado.

-No. No soy tan cobarde.- respondió Snape.

-No. Eres un hombre mucho más valiente que Igor Karkaroff. Sabes, a veces pienso que sorteamos las casas de Hogwarts demasiado pronto...- susurró Dumbledore enigmáticamente.

Dumbledore se alejó dejando a Snape con cara de estar herido y sufriendo internamente.

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Era de noche y Dumbledore giraba en la silla que parecía un trono detrás del escritorio, aparentemente semiconsciente.

Su mano derecha colgaba de un lado ennegrecida y quemada.

Snape murmuraba encantamientos señalando la muñeca de esa mano con su varita mientras que su mano izquierda vaciaba un cáliz lleno de una poción dorada en la garganta de Dumbledore.

Al cabo de unos momentos las pestañas del director de Hogwarts se sacudieron para abrirse.

-¿Por qué? ¿Por qué se puso ese anillo? Carga una maldición, seguramente ya lo sabía. ¿Por qué lo tocó?- preguntó Snape sin preámbulos.

El anillo de Marvolo Gaunt yacía en el escritorio frente a Dumbledore.

Estaba roto y la espada de Gryffindor estaba tendida junto a él.

-Fui... un tonto. Me vi... profundamente tentado...- musitó Dumbledore frunciendo el ceño.

-¿Tentado a que?- preguntó Snape.

Dumbledore no respondió, más yo sabía perfectamente la tentación a la que se refería Dumbledore. 

*El anillo contenía la Piedra de la Resurrección, una de las cuatro Reliquias de la Muerte con las que Dumbledore y Grindelwald habían estado tan obsesionados de jóvenes... yo tampoco habría podido resistir la tentación de volver a ver a Ariana si fuera Dumbledore...*

La Hermana de Ron Weasley (Draco Malfoy y tú) //8//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora