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¡Hola de nuevo querido lector!

Me da gusto volver a saber que sigues leyendo este diario, porque puedo comenzar por decirte que correr bajo la lluvia y disfrutar de aquel momento es una de las sensaciones más gratificantes que uno como ser humano puede tener, o al menos es lo que me cuentan mis amigos, pues al tener esta enfermedad, el mojarme y correr aumenta el riesgo de un resfriado o una gripe, que para mí podría ser mortal, por lo cual jamás he vivido esa ni muchas otras experiencias.

Tomo entre mi almohada mi cuaderno de pasta desgastada, al mirarlo me es inevitable no poder sonreír de manera melancólica, pues aquel diario recopila mis más íntimos sueños y secretos, al abrirlo en la primera página me encuentro con mi primera lista, "Sueños de Morfeo"

|_|  Correr bajo la lluvia

|_|  Tocar con mis pies el mar

|_|  Ir a un parque de diversiones

|_|  Sentir la brisa con el auto en carretera

|_|  Nadar y ver los peces

|_|  Escalar una montaña

|_|  Ver las estrellas

Esas son algunas de las cosas que jamás he podido lograr hacer a mis 19 años, es por eso, que cuando son días lluviosos como este no puedo salir. Aunque eso no quiere decir que no pueda soñar. Siempre que la lluvia comienza a caer sueño con un día correr bajo ella, no puedo evitar pensar que una sonrisa en mi rostro está presente, jamás he entendido a aquellos que desde mi ventana veo correr con preocupación de ella.

Solo me queda cerrar los ojos y sentir tras el cristal de mi ventana, el sonido de las gotas caer. Mis ojos se abren al ver como Alex pasa con sus amigos corriendo entre risas rumbo a la cafetería, aunque hoy no podré verlo por la lluvia, para mí el tener la suerte de que Alex sea mi vecino desde hace más de 13 años es una de las cosas más gloriosas que me pudieron pasar en la vida.

Tras enterarnos de esta enfermedad mi familia decidió que lo mejor para mí era mudarnos a una zona más céntrica por los hospitales, por lo que cuando cumplí 6 años llegué a este lugar. Desde un inicio mi familia fue muy estricta con respecto a lo que podía y no hacer, por lo que el socializar con los niños del vecindario me fue imposible.

Aun recuerdo como mis abuelos me decían que los niños debíamos jugar, ensuciarnos, gritar y reír, aprender lo que es bueno y lo que no. Pero jamás te enseñan a ser un niño con una enfermedad, a estar yendo a hospitales, medicinas y terapias que parecen nunca acabar.

Al pasar de las semanas desde mi ventana veía la avenida y día tras día siempre veía pasar a un niño, con una sonrisa amigable y que por alguna razón siempre me hacía querer verlo.

Y por si te lo preguntas querido lector, puedo confirmarte que sí, ese niño era Alex, aunque claro yo no lo supe hasta la universidad, pues después de un tiempo entre visitas al hospital, recaídas, terapias y demás, le perdí el rastro a aquel niño misterioso. Hasta que, en mi último año de bachillerato, en un día lluvioso pude ver a ese niño convertido en hombre esta vez, mis ojos conectaron al instante con él. Al ver sus facciones, su cabello, su sonrisa, supe al instante que era aquel niño, aunque claro él jamás supo de mi existencia, ya que jamás volteó hacia la ventana.

Conforme pasó el tiempo, y los horarios se fueron ocupando, dejé de mirar por la ventana para salir al mundo real, en donde conté con la suerte de estar en la misma facultad y trabajar en la cafetería de su agrado, por lo que se, Alex no sabe hasta el día de hoy que somos vecinos, pero está bien, porque el tan solo verlo en estos pequeños tiempos me es lo suficiente para mí.

LOS DESEOS DE MORFEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora