☆SANGRE Y MAREA☆

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La lluvia arremetía contra las almenas del castillo de High Tide, como si los dioses mismos lanzaran sus iras desde el cielo

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La lluvia arremetía contra las almenas del castillo de High Tide, como si los dioses mismos lanzaran sus iras desde el cielo. El Lord Corlys Velaryon, con su porte imponente y mirada inquebrantable, se encontraba en la biblioteca, rodeado de estanterías de madera oscura que crujían bajo el peso de pergaminos y libros antiguos. Las velas parpadeaban, proyectando sombras danzantes en las paredes de piedra, y el rumor del mar embravecido llegaba hasta él, recordándole su verdadera pasión: el océano.

Corlys había surcado aguas turbulentas y calmadas, había enfrentado piratas y criaturas marinas con la misma determinación que ahora lo impulsaba. Pero esta noche, en la seguridad de su castillo, su mente estaba lejos de las velas desplegadas y las olas espumosas. La preocupación lo carcomía, como las mareas que erosionaban las costas de su isla.

Su esposa, la princesa Rhaenys, yacía en la alcoba contigua. Su piel pálida contrastaba con las sábanas de lino, y no lograba mantenerse mas de un momento de pie sin querer ir expulsar el contenido de su estomago. Los maestres no lograban descifrar su enfermedad, y Corlys sentía la impotencia crecer en su pecho. ¿Cómo podía un hombre que había conquistado islas y travesías desconocidas sentirse tan impotente ante la fragilidad de su amada?

La tormenta rugía en su interior. ¿Era este el precio por sus ambiciones? Durante años, había maquinado para entrelazar el nombre Velaryon con la corona, para dar justicia a su amada y asegurar el futuro de su casa, muy consiente de que pone mucho en juego, su linaje, su legado e  incluso la felicidad y futuro de sus amados hijos. Pero ahora, con Rhaenys postrada en la cama, todo parecía desmoronarse. ¿Había tomado malas decisiones? ¿Estaba desafiando a los dioses y ancestros al jugar con el destino?

Fue entonces cuando el maestre entró en la habitación, las pesadas cadenas de su cuello haciendo un irritante ruido. Sus ojos cansados se encontraron con los de Corlys, y el silencio pesó en el aire. “Mi Lord”, dijo con voz grave, “los malestares de la princesa no son causados por ninguna enfermedad. En realidad, está esperando un hijo”.

La sorpresa se reflejó en los ojos de Corlys. Rhaenys había dejado de sangrar hacía un par de años, y la idea de un nuevo hijo parecía un milagro y al mismo tiempo era un augurio.  Algo casi poético se posó en su mente: una vez había creído que su hija Leana sería desposada por el rey, ahora intentaba unir a su hijo Laenor con la princesa heredera. Los movimientos en su tablero requieren sacrificios que le hacen estar despierto por las noches dudando de sus decisiones. Este bebé debe significar algo, este nuevo Velaryon sería todo para su propia familia. Un ideal encarnado en sangre y marea.

Los primeros en enterarse de la llegada del nuevo bebé fueron los propios hijos de Corlys y Rhaenys, los gemelos Leanor y Leana. La relación entre los cuatro era cercana y llena de complicidad, y los gemelos tenían la confianza de expresar sus sinceros pensamientos en todo momento a sus padres. Así que cuando Corlys y Rhaenys dieron la noticia, los gemelos se mostraron exultantes. Entre risas y complicidad, los gemelos lanzaron una broma al aire: preferían no pensar siquiera en que sus padres realizaban el acto de hacer bebés. Después de todo, había cosas que los hijos simplemente no querían imaginar.

The Driftway| House of Dragon What if...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora