1. Hilo de tentación

153 15 7
                                    

-Inglaterra, no es por ser metiche, ¿pero quién es este crío?

La inglesa volteó a ver a su hermano con aburrimiento. ¿Por qué preguntaba cosas tan estúpidas? La respuesta era obvia.

-¿Quién es? ¿Cómo que quién es? Es nuestro prisionero, por supuesto.

-Ajá... -el británico miró a la colonia española en la silla de la oficina con desconfianza, o casi curiosidad -¿y es necesario tenerlo atado y amordazado? Digo, es que teniéndo en cuenta que lo tienes aquí desde la mañana...

La inglesa bufó como si aquel cuestionamiento fuese inconcebible. Es que en su mente lo era, ¿cómo sería capaz ella de dejar sin supervisión a...? ¿Cual era el nombre de ese chico? Daba igual.

-¡Claro qué no! ¿Estas loco? Es hijo de españa, le quitas la venda de la boca y seguro es capaz de matarte a mordidas.

El británico oyó un ligero resoplido por parte del prisionero en la silla que parecía desesperado por negar aquello. Le dió un ligero vistazo más detallado y, a la vista, si notaba que era efectivamente hijo del Imperio Español. Todos los hijos de ese canalla eran igual de brutos.

De todos modos, le daba pena.

-Ay, por favor. Es solo un muchacho.

-¿Solo un muchacho? -cuestionó la inglesa -es un adulto hecho y derecho, no le cuesta nada soportar un par de sogas en las muñecas y no hablar por un rato.

El menor suspiró abatido. Su hermana era así, tan terca como impredecible. Bastaba un día a la mañana para encontrarse con ella en la oficina teniendo a una colonia de españa atada a una silla. Le había dicho que era algo como un ajuste de cuentas y que necesitaba meter presión, nada personal.

-Mira, debo irme ahora. Reunion con Francia, nada interesante -habló la inglesa y abrió la puerta -mantenlo vigilado y ni siquiera pienses en sacarle la venda. Ese "crío" es mas peligroso con la boca que con las manos, te lo aseguro. Si llega el español ese pidiendote que le devuelvas a su hijo asegurate que te de una buena suma de dinero a cambio, ¡suerte!

El portazo fuerte no le dió ni tiempo a negarse. El británico suspiró resignando y chocó miradas con la colonia frente a él, sentado con las manos atadas por detras de las sillas al igual que sus pies. La venda en su boca parecía muy incómoda.

Sin embargo, solo frunció el ceño y desvió la mirada.

-Ni creas que voy a quitartela, aguantate.

La colonia largó una queja mientras volteaba los ojos con hartazgo. Que odiosos eran los ingleses, aunque tenía que admitir, el que estaba junto a él ahí en la habitación le resultaba un encanto. Ya le había echado el ojo apenas entró, no todos los días veía a tan elegantes caballeros bien vestidos y con aires de lujo.

La venda sin embargo estaba matándolo, por lo que encantador o no, no puedo evitar odiar al británico por negarle esa pequeña comodidad. A ver cuanto duraba...

Lo vió darle una mirada altanera mientras se sentaba en la otra silla, cerca del escritorio. Parecía no querer entablar contacto visual y la colonia aprovechó aquello intentando deshacerse de la venda utilizando la fuerza de su lengua y dientes. Mucho esfuerzo no tuvo que hacer; el nudo puesto desde su nuca se deshizo solo y la venda cayó a su regazo por su cuenta.

-Así que... vos sos Imperio Británico, ¿eh? -preguntó de forma burlona, una risa jocosa se salió de sus labios al ver la mueca del nombrado cuando notó que ya no estaba impedido de hablar. Que inocente era.

-¿Qué carajo? ¿Como te sacaste la venda tan rapido? -cuestionó el de habla inglesa.

Sin embargo, aunque se levantara de su asiento y se posicionara frente a la colonia, no respondió su pregunta.

Ecos De Historias | CountryhumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora