II; Descontrol

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La celda estaba oscura. Las cuatro paredes que la cubrían eran grises. Por la ventana no pasaba ni un solo rayo de luz,La televisión de mantenía apagada y no había un solo sonido.

Pero siempre llega alguien y lo interrumpe.

—A almorzar,Bill—

—He dicho que no me gusta almorzar—

—Debes hacerlo. Podrías enfermar o desmayarte— Dijo el oficial

—Si la comida no fuese tan asquerosa,no correría peligro— Habló con su mirada fría y penetrante.

—Eso consúltalo con el cocinero. No me hago cargo de la cocina— Bill solo rodó sus ojos y se levantó de su cama rendido y sin ninguna otra opción salió de la celda.

Esposaron sus manos y los pusieron en fila junto a los otros tres presos que se encontraban en su mismo piso.



Hoy su psicólogo no vendría. Los sábado se la pasaba completamente solo. Un día venía y otro no. Era depende. Y a Bill le gustaba cuando no venía. No porque le caiga mal o algo,solo que odiaba la compañía.











—No podré llegar hoy ¿Pueden darle los medicamentos a Bill por mi?— Habló Chantelle antes de recibir a un paciente en su oficina.

—Nosotros nos haremos cargo de eso,
Leroy—

—Bien— Sin decir más,cortó la llamada.

Tenía una paciente por examinar. Le sería imposible asistir el día de hoy a la comisaría para mirar a Bill.
















Estaba una vez más solo. No había nadie,todo era un completo silencio. La celda estaba oscura. Pero a Bill le era imposible dormir.

Tenía constantemente algunos que otros escenarios en su mente,ya sea malo o bueno,pero casi nunca son buenos.

Tenia pesadillas constantes,las cuales no le permitían dormir,siquiera cerrar un poco los ojos.

Eran casi las una de la mañana,todos dormían,excepto los de al lado. Como nunca,hacían muchísimo ruido. Hablaban entre ellos y cosas así.

—Hola. ¿Por que tienes todo oscuro?— Preguntó el de al lado

—¿Te importa?— Odiaba que le hablaran solo por retos. Porque es cierto,no lo hablaban por voluntad propia.


Luego de un rato el silencio volvió,y los escenarios a su mente también. 

Le había agarrado la locura. Le llegó un recuerdo de esa noche,donde su vida había dado un giro inesperado. Había recordado una vez más esa maldita noche.

Cada que recordaba eso,era un infierno para Bill. Las cuatro paredes lo volvían más loco todavía.

Agarró la silla que su psicólogo siempre usaba. La agarró y la estrelló contra la pared. Había sonado demasiado fuerte.

Lo hizo unas tres veces masomenos.

Los policías subían cada vez más rapido las escaleras. Bill estaba en un piso alto,pero era ideal para el. No había casi nadie allí,y cuando el tiene mucha gente a su al rededor,se pone loco.

—Bill ¿Que sucede? Deja eso ahí por favor— Habló el policía. Bill tenía un cuchillo,quien sabe en donde lo encontró o de donde lo sacó. Tenía la cerradura rota,estaba apunto de abrirse.

Éste no dijo ni una sola palabra.

—Baja el cuchillo Bill. Si quieres llamaremos a tu psicólogo o a la psiquiatra—

Locura en la celda 30 /BILL KAULITZ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora