Prólogo - S

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Existe un dicho que dice "las piedras rodando se encuentran". 

Hace referencia que en algún punto de nuestra vida encontraremos personas en nuestros caminos, ya sea que marchemos con ellas, que aparezcan de forma espontánea y desaparezcan o que se queden siempre marchando con uno.

A sus dieciocho años, Sergio había comprobado que ese dicho estaba cumpliéndose cuando una piedra que había marchado con él se alejó al unirse a la milicia, mientras Sergio para lograr su sueño de ser piloto en el deporte motor se unía a una de las academias más importantes, la FIA Driver Academy, el lugar donde su prestigio e historial lo constataba muchos grandes campeones y pilotos de la F1.

Todo tuvo que haber sucedido como cualquier trainee, pero no era así con él, nunca tuvo ese camino. El suyo era uno donde debía pisar una línea entre la milicia y el medio deportivo.

Desde pequeño no solo su educación escolar fue en un colegio militar, sino que fue entrenado en múltiples artes marciales, así como defensa personal; en su adolescencia pasó horas entrenando combate cuerpo a cuerpo, uso de armas, y de manera casi a escondidas, yendo al karting, porque no existía manera de siquiera pisar el paddock de algún circuito. 

Aquel exhausto entrenamiento le hizo el favor manteniendo una estilizada figura y los reflejos de un depredador para ingresar a la academia justo cuando su educación media superior había concluido. Sobre todo, al ver que la oportunidad de ocupar un asiento en la máxima categoría siendo doncel fue abierta gracias a Charles Leclerc, piloto de Ferrari y coequipero de Carlos Sainz, una dupla de ensueño. 

Sergio era una belleza que se negaba a perder en la milicia, por ello cuando recibió la noticia de haber sido aceptado en la academia de la FIA su padre se sintió traicionado de ver el camino que su único hijo había tomado, inclinándose al amor por aquel deporte tal como lo hizo el amor de su vida y esposo. Le llevó meses asimilar tal hecho, también de largas discusiones con su esposo hasta llegar en un acuerdo, por ello cuando volvió a ver a Sergio en casa no perdió la oportunidad de sentarlo en su despacho y hablar de una forma tan seria como nunca antes lo hizo en todos los años de vida que el joven tenía.

—¿Estás completamente seguro de que esto es lo que quieres?

—Totalmente —respondió sin vacilación el castaño—. No tengo dudas de haber escogido este camino.

El militar observó a su hijo durante varios segundos, dentro de él se seguía negando a que Sergio escogiera un camino donde estaría a la vista de todos, tratando de cumplir los deseos de multitudes, frustrarse por los comentarios malintencionados y perder aquella esencia que siempre mantenía. No le estaba siendo fácil dejar que Sergio extendiera sus alas y volara, no cuando apenas comenzaba a ser una flor que abría sus pétalos.

—Papá —habló el joven levantándose de la silla—. Yo sé que esto no es lo que quieres para mí. Incluso papi está de acuerdo en mantener oculto nuestro parentesco. Déjame intentarlo, sé que puedo lograrlo.

Los ojos del militar se cerraron en muestra de cansancio y suspiró resignado. Estaba comprobando por sí mismo cuán persistente era su niño, y le dolía, porque su pequeño había crecido.

—No dudo que logras lo que te propones, pero... ¿Tienes idea de cuantos jóvenes no logran debutar en ninguna categoría? Christian lo sabe muy bien, ya lo discutimos —expresó frunciendo el ceño—. Desperdiciarás tu juventud esperando a que ese momento llegue ¿Qué pasará si nunca lo logras? No quiero perderte si no puedes soportarlo.

No lo entendía en ese momento, era tan solo un doncel de dieciocho años y Sergio sólo se comportó como cualquier joven que busca sus sueños, por lo que le miró decidido con aquella tenacidad que lo caracterizaba.

—Cree en mí. Voy a lograrlo, con o sin tu apoyo —declaró—. Papi lo hace ¿Por qué tú no?

Evitando una nueva discusión con su hijo, lo tomó de sus hombros y lo hizo tomar asiento de nuevo. Dejó que pasara un par de minutos para luego sacar un sobre, Sergio no perdió tiempo, tampoco no pidió explicaciones, porque tomó los papeles que existían dentro y los leyó con sumo cuidado.

—¿Habías hecho todo esto a mis espaldas? —preguntó mirando aun aquella solicitud—. Esto... esto no debiste hacerlo.

El militar no respondió de inmediato, le permitió que hiciera catarsis, porque no dejaría las cosas a medias con su hijo y provocar una ruptura mayor en la relación que tenían, sumado de que seguramente su esposo terminaría pidiéndole el divorcio.

—¿Has terminado de sulfurarte?

Confundido por aquella actitud, Sergio le miró y respiró hondo, aquel momento fue el inicio para que su mentalidad cambiara sobre muchos aspectos de su vida que en un futuro sería de ayuda.

—No ha sido procesada, Checo —comenzó a explicar—. Iba a entregar la solicitud a la universidad militar al día después de que llegaste con la emocionante noticia de ser aceptado como trainee en la academia de pilotos. Confié que serías un excelente agente en las fuerzas especiales, sin embargo, debo soportar esto como también lo hizo tu papi al enterarse de que rechazaste la academia de Red Bull —comentó con una leve risa—. Ni Christian ni yo obtuvimos lo que queríamos.

—Papá...

Ante ello, Toto sacudió la cabeza y volvió la atención al menor.

—Puedo llevar la solicitud en estos momentos y de inmediato serías aceptado —dijo totalmente honesto—, pero quiero que tengas lo que quieres, solo ten presente que esto va a ser tu salvavidas si no debutas mínimo en F2 antes de tu vigésimo primer cumpleaños. Si a esa edad sigues siendo trainee no habrá forma de negarte e ingresarás a las fuerzas especiales.

Le tomó segundos para ver como Sergio se levantaba de la silla y rodeaba el escritorio para abrazarlo con efusividad totalmente feliz de que su padre le dejara seguir sus sueños a pesar de que le pusiera una cláusula que la condenaría de por vida si no lograba debutar antes de su vigésimo primer cumpleaños.

—De acuerdo. Acepto, pero no quiero que estén detrás de mí, puedo cuidarme solo. Papi también lo prometió.

—Es justo, solo si los fines de semana sigues entrenando.

Decidido Sergio asintió y no demoró más en el lugar, porque tenía un motivo mayor para seguiresforzándose como aprendiz.

Nada podía salir mal.

¿O sí?

.

.

.

—¿Qué te hizo ese póster para que lo destrozaras así?

—Fue mi dinero, no debe meterse en ese asunto.

Caminó hasta la puerta para quitar el póster, pero fue detenido por él.

—Es mi rostro, así que también es mi asunto.

My relationship is with...   [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora