Capítulo VII: Retazos de una Canción

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Ya era el quinto día en el cual Lucas se encontraba de pie en la estación Plaza Venezuela, su mirada se deslizaba por la multitud, buscando sin mucho afán. La idea de encontrar a la dueña del Walkman se desvanecía poco a poco, pero algo dentro de él se negaba a rendirse. Recordaba vagamente a la chica: pequeña, con un suéter demasiado grande y una mirada intensa. Mientras tanto, en sus oídos resonaba «Fly Away» de Krys Talk, una melodía que le recordaba a tiempos mejores, más simples. Cosas del ser humano, siempre pensar que los tiempos pasados son mejores, cuando en el fondo ninguno lo ha sido.

La joven Valeria por su parte se encontraba bajando las escaleras hacia la estación Bellas Artes, riendo con sus amigos mientras grababa sus bromas. Isaac seguía imitando el semblante de enojo de Cynthia, y Valeria no podía evitar reírse.

—¡Otra vez, Isaac! —pedía, entregándole su boleto al militar de avanzada edad que se encontraba en los torniquetes.

—¡Ay, cállate, Valeria! —replicaba Isaac con voz fingida.

—¡Ay, cállense, yo no hablo así! —protestaba Cynthia.

—No puede ser —gritó Valeria, totalmente privada de la risa.

—¡Ya deja de grabarme!

Ya después de calmarse dentro del andén, la joven sacó de su morral la libreta vieja que siempre cargaba encima. Y tachando la última canción que había anotado se susurró para sí misma: «Ya me aburrió». Cynthia, curiosa, preguntó sobre la lista.

—¿Ya nos dirás para qué es esa rara lista tuya?

—Ya les dije, es algo de auto descubrimiento —respondió evasivamente.

—Y yo me llamo Estefan —refutó Cynthia al momento—. ¿Vas a volver a intentar plagiar una canción?

—¡Isaac! —Valeria se sonrojó.

—¿Yo qué? —Isaac levantó las manos en señal de inocencia—. Soy turista.

—Todavía puedo conseguirla en YouTube —siguió diciendo Cynthia.

—Déjenme —comenzó a refutar Valeria, colorándose por completo.

—¿Por qué dejaste que otra persona la subiera por ti? —preguntó ella entre risas.

—No lo sé, era muy niña e idiota... —soltó Valeria totalmente apenada—. Isaac, me la pagaras... tu descendencia no descansará en paz hasta que me vengue.

—El idiota la descargó —dijo Cynthia señalándole con el pulgar—. Hay que tener estómago para escuchar eso.

—Me podría hacer la dolida, pero es verdad —dijo Valeria riéndose al final.

En ese preciso momento, las luces del tren se hicieron visibles al final del túnel. La amistad entre los tres, aunque improbable debido a sus diferencias, había permanecido sólida, como si estuvieran unidos por un pegamento invisible.

Los jóvenes terminaron de pie frente a la puerta del tren, otro día de estudio que se les escapaba como arena entre los dedos. Conversaban sobre trivialidades cuando llegaron a la estación Plaza Venezuela. La mirada perdida de Valeria reflejaba lo realmente ida que se encontraba su mente, pese a estar junto a sus amigos, en el único auricular que traía puesto se podía escuchar el cover: «All i want» de Stevie McCrorie. Las puertas se abrieron con la vehemencia de las personas empujando para salir del vagón, en medio de este medio caos rutinario, Valeria giró su rostro hacia la estación.

Pocas cosas son tan intensas como el hilo que entrelaza las vidas. Una vez más, ambos pares de ojos se cruzaron. La mirada fría como el hielo de él, los dulces parpadeos de ella. Durante un breve instante, ninguno de los dos fue plenamente consciente del cruce de sus destinos, hasta que el sonido del cierre de puertas sacó a Valeria de su estado de shock. Lucas, con un gesto casi casual, había comenzado a sacar de su chaqueta de jean el pequeño Walkman que ella había dado por perdido. El corazón de Valeria se detuvo, suspendido en el tiempo por un segundo eterno.

La melodía del fin de mi mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora