I LXXXE U |TomJake|

PRÓLOGO

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Jake se encontraba sentado en el sillón de su departamento, sólo tenía un remerón blanco que le llegaba apenas bajo los muslos, su postura descuidada dejaba al descubierto unas bragas negras de encaje que le quedaban ajustadas. Su cabello oscuro estaba suelto y rozaba su nuca. Sus piernas largas y delgadas estaban a la vista, sin un solo vello se notaban suaves e hidratadas.

— Ahhh, que aburrido — dijo al aire, subiendo su camiseta, descubriendo por completo sus bragas y tocando su estómago —. Estoy caliente…

Como si esa frase fuera un interruptor, escuchó inmediatamente como golpeaban su puerta con toques firmes.

— ¿Quién será?

Se dirigió a la entrada y se puso de puntitas para ver por el pequeño mirador.

— Oh, ¡mi paquete! — se apresuró a abrir la puerta.

Del otro lado lo recibió un hombre bastante corpulento en uniforme, tenía una camiseta ajustada manga larga blanca debajo de un chaleco igual de ajustado color azul, sus fuertes brazos resaltaban debajo de la ropa al igual que sus poderosos muslos forzaban los pantalones azules. Llevaba una gorra que se ajustó y un paquete que se veía pequeño en sus grandes manos cubiertas por guantes.

— Buenos días, señor — Dijo, su voz profunda estremeció de pies a cabeza a Jake —. Tengo un paquete para el departamento 32D.

— Es mi paquete — el repartidor le entregó la caja y un formulario con un bolígrafo.

— Firme aquí, por favor.

El chico lo intentó pero pasó varias veces la punta sobre el papel sin éxito, la tinta no salía.

— Lo siento, parece que ya se acabó.

— No se preocupe, creo que tengo una por aquí — dijo el más joven —. Pase, por favor, me tomará un minuto buscarla.

El hombre acató, cerró la puerta detrás de él y se quedó parado en el recibidor, viendo como la figura semidesnuda del chico se movía sin vergüenza buscando por el departamento.

—  ¡Aquí está! — exclamó. El repartidor vio que un tarro con varios lápices y bolígrafos se encontraba en un estante muy alto del librero, el chico se ponía en puntas y daba pequeños saltitos para alcanzarlo, pero le era imposible. Lo único que conseguía era que su camiseta se levantara y mostrara todo su trasero cubierto por encaje negro a su invitado.

El repartidor carraspeó y se acercó al chico.

— Déjeme ayudarlo — se puso detrás de él, cubriendo todo su cuerpo con el suyo más grande y arrinconandolo accidentalmente contra la estantería.

Jake se asustó, empujando por accidente el mueble y haciendo que todo el tarro cayera encima de ellos junto a una lluvia de lápices.

— ¡Lo siento mucho! — exclamó  el más pequeño, viendo como el repartidor se agachaba para recoger los bolígrafos a sus pies descalzos —. Me tomó por sorpresa…

— No se preocupe, déjeme… — se atragantó a media frase, no se había dado cuenta que había quedado muy cerca de las piernas desnudas del otro, y cuando miró hacia arriba lo recibieron un par de muslos gruesos y la polla del chico atrapada por las delgadas bragas de encaje.

El rostro del joven también se veía genial desde ese ángulo, con las mejillas sonrosadas por la vergüenza y los ojos dilatados.

El hombre no pudo evitarlo, atrapó los delgados tobillos bajo sus manos, sujetándolos por completo,y subió tentativamente por las piernas desnudas hasta llegar al borde de la camiseta. Jake se estremeció bajo su toque.