Chapter Two: The Queen, The Devotee, The Soldier And the Result.

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Capítulo Dos: La Reina, La devota, El Soldado y El resultado.

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"Te mande miles de señales y no deseaste salvarme."

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Estaba atrapada, el tiempo se le había acabado y en menos de un segundo, casi pudo escuchar su sentencia llegar en un silencio que se vio interrumpido por un llanto incontrolable. El sudor de su frente corría por su cara hasta caer por su mandíbula juntándose con sus lágrimas, el llanto fue acompañado por un sollozo de dolor proveniente de ella. Su cuerpo dolía y sentía que en cualquier momento su mente colapsaría, sentía un calor extenderse por ella.

—¡Mi señora! ¡Mire que niño más lindo y fuerte le a brindado a nuestro pueblo!

Una de sus más antiguas mucamas apareció en su campo de vista con un bulto entre sus brazos, de ahí venían aquel llanto desesperado, era el resultado de su largo embarazo.

Era su pequeño príncipe.

La mujer se acercó y le indicó que se acomodara, puso el pequeño bulto que era una manta de seda rojiza en sus brazos, al momento el llanto se detuvo.

—An, que todos se retiren y le indiquen al rey que no tengo deseo de tener contacto con nadie, ni con él. —susurro cerca de la mujer.

Todos dentro de la habitación, personal médico y sirvientes en su mayoría, desalojaron el lugar con el llamado de la mujer mayor. An se acercó con una vasija y un pequeño pañuelo, empezó a empañar el pañuelo de agua fría y fue pasándolo por el rostro y cuello de la mujer.

Jia descubrió el rostro tapado de su hijo. La piel cremosa y blanca la saludaron gentilmente, unas mejillas redondas y encendidas le hacían juego a una pequeña nariz que se asemejaba a una pequeña bolita, sus cejas estaban arqueadas arrugado su frente haciéndolo lucir una expresión de molestia pura. De pronto, abrió sus ojos y pudo sentir su corazón detenerse.

El iris era completamente oscuro pero un tono gris tomaba partido, expandiéndose como neblina en sus ojos, una característica que no tenían ninguno de los dos reyes en el trono, pero si un soldado de la primera fila del ejército.

La vida parecía estar jugando con ella, su hijo no se parecía ni tenía más parecido a ella que su color de piel y la forma de sus ojos, de su marido carecía en todo, solo congeniaban en el color oscuro de su cabello. Pero aún así, era inevitable pasar por alto el inminente parecido que tenía su hijo con un hombre que no era su rey.

Los ojos del pequeño la miraron y su corazón se encogió al escucharlo balbucear y lo que parecía una risa provenir de él. Sus lágrimas volvieron a florecer, no podía odiar aquel pequeño, apenas sintió su presencia lo amo, como nunca amaría a alguien más. Y nadie jugaría con su vida, ni siquiera el rey de su nación.

𝐒𝐀𝐍𝐆𝐑𝐄  𝐈𝐌𝐏𝐄𝐑𝐈𝐀𝐋  | NICO DI ANGELO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora