El siguiente viernes va a ver a su abuela. Es el día perfecto porque hay baile. Las ancianas cacarean a su alrededor, "¡qué guapo estás!", "¿ya estás casado?", "¿cómo va el trabajo?", "seguro que eres un rompecorazones", "te presentaré a mi nieta". Su abuela frunce el ceño y lo aleja de las aves carroñeras que quieren deshacer sus carnes con un "a Wooyoung no le interesan las mujeres" y una sonrisa altiva.
Siempre le ha dicho que puede mentir a sus amigas si quiere, que no le importa que lo haga si la va a hacer sentir más cómoda. Ella se niega en rotundo y dice que no tiene nada de lo que avergonzarse, que no hay afrenta en sus preferencias y que "toda la vida han existido los gays, Woowoo". Todavía se emociona cuando la escucha decir cosas así.
Están tomando refrescos en el enorme jardín de la residencia. Su abuela saca una petaca del bolso y echa dos buenos chorros en sus vasos. Wooyoung quiere reprenderla pero sabe que le dirá que "estoy vieja y me quiero morir feliz", así que se lo ahorra y brinda con ella.
—El nieto del señor Song se ha hecho cargo del taller. He perdido el búho de plata —enumera clínicamente, su abuela le toma la mano para consolarlo—. Y hay alguien que me gusta.
—Esas son muchas noticias. Podrías habérmelas dicho por teléfono.
—Así tiene más efecto, ¿no?
—La verdad es que sí —La anciana se ríie y da un largo trago a su bebida—. Sabía lo del señor Song, su hija me llamó y hablé con él. Me contó que le hiciste una limpieza. Buen trabajo, te he enseñado bien. Siempre hay que respetar a las fuerzas invisibles.
—Creo que los espíritus me odian, Ma —resopla. Los árboles se revuelven con una ráfaga de viento. Su abuela le da unos golpecitos en la mano.
—Claro que no.
—Los duendes ya no me despiertan. No paro de encontrarme con este chico que me gusta en los peores momentos.
—Las cosas buenas cuestan. Hay que esforzarse.
—Me estoy esforzando, Ma, pero no paran de ponerme trabas.
—¿Trabas? Entonces, ¿cómo te encontraste con ese chico? ¿Trabaja contigo? ¿Se mudó al pueblo? ¿Es amigo de tus amigos? —Ninguna de las anteriores.
—Es un completo desconocido al que me he encontrado cinco veces en lugares súper distintos.
—¡¿Cinco?! Por Dios, cinco son un montón de veces, ¿cómo puedes decir que los espíritus no están de tu parte? No he visto una preparación más obvia que esa.
—Pero no me habla...
—Háblale tú, puedes hablar por diez personas tú solo.
—Pero no me contesta...
—Ya lo hará.
—Y perdí el búho.
—Si tiene que aparecer, aparecerá. Mientras, está llegando ante ti esta oportunidad y estás despreciándola porque te asusta trabajar un poco. No seas vago, yo no crie un vago y mi hija no parió un cobarde. —Le da un golpecito en la mano para reprenderlo.
Wooyoung sonríe mientras la acompaña al salón. Baila con ella unas cuantas canciones, se sienta para cotillear con algunas de sus amigas. Saluda con apretones de mano a los ancianos. Su abuela parece estar muy cerca de uno de los residentes, un viudo de apellido Park que fue conductor de ambulancias antes de retirarse.
—Parece que los espíritus te trajeron algo a ti también —bromea cuando su abuela se despide del hombre después de bailar con él dos canciones.
—Yo no cuestiono los designios de las fuerzas invisibles —contesta orgullosa, sentándose en el sofá a su lado—. Y tú tampoco deberías hacerlo. —El viudo los mira e inclina la cabeza con respeto desde el otro lado del salón. Wooyoung sonríe y le devuelve el respeto.
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PIEZAS DEL DESTINO | WooSan
FanficWooyoung es terriblemente supersticioso. Por eso sale de su casa con el pie derecho primero, se levanta por el lado derecho de la cama y tiene un monedero lleno de amuletos y estampas. Wooyoung honra a los espíritus y las fuerzas invisibles y sabe...