Tres

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La invitación es clara a que me lance sobre él, pero tengo que estar seguro de que no va a arrepentirse después. Además, estamos en el hospital. No deberíamos hacer esto aquí.

—Seguro doctor. Como que me llamo Jimin y me gusta mi vecino, el cirujano, desde que lo conozco.

Oh, dulce Jimin. Acabas de decir las palabras correctas.

Me acerco a su oído y le susurro con voz grave:

—Voy a sacar esa cosa de tu precioso culo y luego voy a llevarte a mi departamento y follarte hasta la inconsciencia.

Su cuerpo entero tiembla por mis palabras y gira su rostro hasta estar frente a frente, compartiendo aliento y rozando su rechoncha mejilla contra la punta de mi nariz. No me lo pide, pero lo beso. Con hambre, con deseo y necesidad. Lo tomo fuertemente de la cintura con un brazo y con la otra mano bajo hasta su ano y meto dos dedos con cuidado, despacio, palpando realmente profundo el vibrador en forma de huevo. Curvo un poco mis dedos y el huevo vuelve a vibrar contra sus paredes, haciéndolo arquearse hacia mí y profundizando el beso, mientras me bebo sus más obscenos sonidos, directamente de su boca.

—Aguanta un poco, precioso. Ya casi está. —Le arrullo con palabras suaves, luego de romper el beso.

El vibrador sale después de unos segundos y Jimin jadea con un poco de alivio en lo que yo dejo el juguete a un lado sobre la mesa y retiro los guantes.

—Fóllame ahora, Yoongi. —Mi nombre en sus labios suena lascivo y mi polla lo siente como una caricia.

—¿Aquí? —preguntó incrédulo.

—Sí. No puedo esperar a llegar al departamento y tu guardia seguramente aún no termina.

Cierto. Aún me faltan unas cuatro horas. Voy a explotar si espero cuatro jodidas horas.

—Van a escucharnos. No es el lugar correcto —le digo, y acierta a formar un puchero con sus rellenos labios.

Así me convencería hasta de llevarlo a la luna.

—Prometo ser silencioso., pero hazlo. Te necesito.

Lo que menos quiero es que sea silencioso. Pero no voy a negarme a sus suplicas, si yo también lo necesito de la misma manera.

Lo dejo rodear mi cintura con sus esbeltas y largas piernas y lo cargo hasta el sofá en el otro extremo del consultorio mientras vuelvo a devorar su boca con un beso exigente y posesivo y aprieto sus firmes nalgas en mis palmas. Confundido, observo como Jimin se baja de mi regazo y se arrodilla frente a mí, frota sus pequeños dedos en mi dura polla y en todo el rato que llevamos aquí, un gruñido animal abandona mi garganta.

Jimin baja la bragueta de mi pantalón y saca este junto a la ropa interior de un tirón hasta mis muslos. Sus manos calientes, piel a piel con mi polla son la puta gloria. Frota de arriba abajo, tortuosamente lento y sin esperarlo de él, su húmeda lengua lame desde la base. No hace falta decir que mi polla es larga y gruesa. Seguro que llega más profundo que ese vibrador que traía metido antes.

—Oh, mierda. Jimin-

Tiene las manos pequeñas, pero la garganta profunda. Se ha tragado mi polla entera, de un sólo bocado. Sus grandes y rojos labios son el cielo y el infierno en persona. La mejor mamada que he recibido en toda mi vida. Se traga todo con hambre y sin una sola mueca en su dulce rostro.

—Jimin... para o voy a correrme en tu boca. —Trato con todas mis fuerzas de no gemir o todo el piso de cirugía se va a dar cuenta de lo que pasa aquí. Las enfermeras son chismosas por naturaleza.

Se retira lentamente, deslizando su lengua por las venas resaltadas en toda mi carne y un hilo de saliva lo mantiene unido a mi polla, hasta que lame descaradamente sus labios y se pone de pie en toda su desnuda gloria y es un deleite para mis ojos.

—Ven aquí, voy a prepararte para que me recibas.

—No. —Niega enérgicamente—. Estoy listo. El vibrador, ¿recuerdas?

—Soy más grande que esa cosa, Jimin. Va a dolerte si no te preparo correctamente.

Que sufra es lo que menos quiero. Pero al parecer, él no puede esperar. Vuelve a mi regazo a horcajadas y toma mi polla en su mano para dirigirla a su entrada.

Le lanzo una mirada de desaprobación, pero eso no lo detiene. Se deja caer suavemente y en dos segundos la cabeza de mi pene está dentro. Lo tomo por las caderas y lo sostengo para que no siga bajando porque he visto su mueca de dolor.

—Espera un poco— le pido—. Vas a lastimarte.

—No quiero. Quiero sentirte, por favor. Me acostumbraré pronto.

Entonces le ayudo a bajar, lentamente. Sintiendo mi mandíbula tensa, en un intento de mantenerme cuerdo y no empalarlo de una sola estocada. Eso sería demasiado, aunque me muero por llenarlo y hacerlo correrse al menos tres veces esta noche.

Después de unos segundos, sus nalgas tocan mis muslos y suspira de alivio porque al fin está totalmente lleno de mí, de mi polla.

Vuelvo a besarlo, mientras se acostumbra a tenerme dentro y le robo los más dulces suspiros de su linda boquita.


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