El RECUADRO EN LA PARED

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Había una casa antigua, de esas que parecen guardar secretos en sus paredes. Una familia joven, los Martínez, decidió mudarse a ella. El lugar tenía un encanto peculiar, con su jardín descuidado y las enredaderas trepando por las ventanas. Pero lo que más llamaba la atención era un pequeño recuadro en la pared del salón.

El recuadro era una pintura de la misma casa, pero en una versión más idílica. Los colores eran más vivos, las flores del jardín parecían danzar al viento y las luces en las ventanas brillaban como estrellas. Al principio, la familia no le prestó mucha atención. Era solo una curiosidad, un adorno peculiar.

Sin embargo, el hijo menor, Daniel, comenzó a notar algo extraño. Por las noches, cuando todos dormían, las luces en la pintura se encendían. Parecía como si la casa retratada cobrara vida en la oscuridad. Daniel intentó contarles a sus padres, pero ellos pensaron que era solo su imaginación.

Con el paso de los días, la pintura se volvió aún más inquietante. Ahora, alguien miraba desde la ventana de la casa pintada. Un rostro pálido y ojos hundidos observaba a Daniel. El niño se sentía incómodo, como si aquel ser lo estuviera atrapando con su mirada.

Cada noche, el recuadro cambiaba. La figura en la ventana se movía, a veces mirando hacia la puerta. Daniel no podía apartar la vista de aquel cuadro. ¿Quién era esa persona? ¿Por qué parecía querer salir?

Una noche, cuando la luna estaba alta en el cielo, el recuadro se transformó por completo. La figura ahora estaba en la puerta, con las manos extendidas hacia afuera. Daniel sintió un escalofrío recorrer su espalda. Aquel ser quería salir, y no solo del cuadro.

Desesperado, Daniel intentó quitar el recuadro de la pared, pero estaba firmemente fijado. Sus padres seguían sin creerle, hasta que una noche, la figura salió del cuadro. La casa pintada se materializó en la habitación, y el ser se abalanzó sobre la familia.

Los Martínez quedaron atrapados en la pintura. Sus rostros se desvanecieron, y ahora formaban parte de aquel mundo paralelo. Daniel, con lágrimas en los ojos, miró la pintura. La casa estaba completa, con las luces encendidas y la figura en la ventana.

Desde entonces, la casa antigua permanece vacía. Los vecinos dicen que es maldita, que nadie debería acercarse. Pero algunos juran haber visto luces en las ventanas por las noches. Y si te atreves a mirar el recuadro en la pared, quizás veas a la familia Martínez, atrapada en su propia pintura, esperando a que alguien los libere de su eterna prisión.

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