𝐈𝐕

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En un pequeño pueblo rodeado por vastos campos de flores silvestres, vivía un joven llamado Lucifer. Lucifer Morningstar era conocido por su extraordinario habilidad para decodificar el lenguaje de las flores. Desde temprana edad, su madre le había enseñado los significados de cada flor, desde la elegante rosa hasta la humilde margarita.

Un día, mientras recogía flores en el campo, Lucifer conoció a un joven llamado Alastor. De inmediato, hubo una conexión inexplicable entre ellos. Apenas intercambiaron palabras, pero Alastor le entregó una pequeña ramita de romero. Lucifer sonrió al comprender el mensaje: "Tu presencia me reconforta". A partir de ese momento, iniciaron una correspondencia silenciosa, comunicándose únicamente mediante flores.

Alastor le enviaba flores de espino blanco, simbolizando la esperanza, y Lucifer le respondía con girasoles, representando la admiración y la lealtad. Con el paso del tiempo, el vínculo entre ellos se hizo aún más profundo. Alastor le obsequió una rosa roja, el emblema del amor apasionado, y Lucifer le correspondió con una rosa blanca, simbolizando la pureza y la inocencia de su amor.

Pasaron los años y la guerra llegó al pequeño pueblo, separando a los amantes. Alastor fue llamado al frente, pero antes de partir, le entregó a Lucifer un ramillete de acónitos, una flor que significaba "mi amor es mortal". Lucifer, con lágrimas en los ojos, le entregó una ramita de mirto, un símbolo de matrimonio y amor eterno.

Los meses se convirtieron en años y las cartas de Alastor llegaron con menor frecuencia, pero siempre incluían una flor. Un día, Lucifer recibió una carta con una amapola roja, una flor que simboliza la muerte y el consuelo. El rubio comprendió el terrible mensaje. Su amado Alastor había caído en batalla.

Devastado pero no dispuesto a olvidar a su amor, Lucifer decidió dedicarse a un jardín en memoria de su amado Alastor. Llenó el espacio con todas las flores que alguna vez intercambiaron, y agregó flores de amapola para recordar su sacrificio. En el centro del jardín, plantó una única rosa roja trepadora, representando el amor que ni siquiera la muerte podía arrancar de su corazón.

Lucifer vivió el resto de sus días cuidando ese jardín, conversando con las flores como si hablara con Alastor. Murió en paz, rodeado por el aroma embriagador de su amor eterno.

La leyenda de Lucifer y Alastor se extendió por generaciones. El jardín se convirtió en un lugar sagrado donde las parejas acudían para prometerse amor eterno, recordando la historia de un amor que ni la muerte pudo derrotar. Y así, en el lenguaje de las flores, su amor vivió para siempre.

Fin

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𝐄ᥣ ᥣᥱᥒgᥙᥲȷᥱ ძᥱ ᥣᥲs 𝖿ᥣ᥆rᥱs →rᥲძі᥆ᥲ⍴⍴ᥣᥱ| ᥲ⍴⍴ᥣᥱrᥲძі᥆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora