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Scaramouche paseaba por Liyue pasándose por un simple vagabundo en busca de respuestas sobre el tema de los meteoritos, ya llevaba un buen tiempo intentando entender lo de los meteoritos.
Cansado de tanto buscar y de tan pocas respuestas intentó salir al exterior y hacer otras cosas, pero eso fue un error.
Estaba paseando por el centro de Liyue, estaba demasiado agobiado con lo de los meteoritos y preferí salir para despejarme un poco y pensar con claridad para cuando vuelva a retomar la misión.
Fui de tienda en tienda viendo e observando cualquier cosa para distraerme, también me habia parado en según que restaurante por pura curiosidad, nadie se percataba de quien era en verdad, era fácil hacerse pasar por un vagabundo sin rumbo, por lo que no me llevé ninguna sospecha por mi vestimenta.
Ahora mismo estaba probando un pastel en el Puerto de Liyue, a decir verdad no es que me gustarán las cosas dulces, pero este postre sin duda me cautivó.
Era un pastelillo de loto, me lo comía tan a gusto que ni siquiera me fijaba lo que estaba pasando en mi alrededor.
Me giré para ver mi entorno, estaba tan fundido en los sabores del pastelillo que no me di cuenta de que había una cara familiar detrás de mí pasándose por desapercibida.
La noté al instante por sus cabellos oscuros paseándose por el aire, su rostro despojaba neutralidad, sin siquiera poner una mueca de ira espantaba a los comerciantes que estaban ahí paseando tranquilamente.
— Vaya vaya.. ¿Qué tenemos aquí? — me susurré a mi mismo en un hilo de voz casi inaudible, era la mismísima ____, ya estaba un poco harto de escuchar de ella, pero la última vez que la vi.. Se veía muy sumisa ante mis condiciones, algunas contradicciones, pero con un trato justo ya se repara.
Dejé la comida que estaba degustando hace un momento y me dispuse a seguir a la joven, sabía que planeaba algo y me tienta saberlo todo de ella, mientras más conozca a mi presa, más fácil será saborearla.
— Señor, señor la comida, ¡debe pagarla! — gritaba un señor de unos 30 años exigiendo la paga, pero el joven peliañil ni se dió cuenta que le estaban hablando a él.
