| CAPITULO 2 |

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Un año y medio después

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Un año y medio después.

Katriona

—¡Tía, necesito ayuda por aquí! —exclamo al salir de la cocina, equilibrando una bandeja de dulces en cada mano e intentando no dejarlas caer.

Adahy se remueve ligeramente sobre mi pecho, y aguanto la respiración por un segundo.

—Niña, deberías estar arriba, es tu hora de descanso—me dice ella en cuanto llega a mi rescate, quitándome las bandejas de las manos.

—¿Descanso?, ¿Que no ves este lugar? —señalo alrededor—. Tú sola no te darás abasto.

Aunque la cantidad de pedidos y llamadas era estresante, nada me hacía más feliz que finalmente poder decir algo como eso.

Tomó casi un año recuperar la credibilidad y preferencia de los antiguos clientes sobre lo que podíamos ofrecer como negocio, y poco más el poder adaptarnos a las nuevas tendencias para poder incluso ganar la atención de muchos nuevos. Pero tras esforzarme por culminar mis estudios universitarios, finalmente pude ser la gerente que necesitaba ser y logré sacarlo a flote de nuevo.

—Pasaste una muy mala noche, las ojeras casi te llegan al piso—me reprocha—, deberías aprovechar que está dormido, aquí hay suficientes manos para hacer el trabajo.

Y como si con eso lo hubiera invocado, el mini koala en mi pecho se remueve y suelta un pequeño ruido, similar a un gruñido, justo antes de abrir sus enormes ojos y enfocarlos en mi rostro.

—Hablé demasiado rápido—se queja ella. Luego solo se da la vuelta y lleva las bandejas hacia las mesas correspondientes.

Yo, por otro lado, entro de nuevo en la cocina.

—Liz, a la mesa cuatro acaban de llegar comensales, ve a atenderlos por favor—le digo a una de las chicas.

—Sí, jefa.

En otro momento le recordaría que no me gusta que me llamen de esa manera, pero tengo muy poco tiempo antes de que los olores de la cocina le causen malestar a mi mini bestia.

Sigo adelante hacia la puerta trasera y luego subo por las escaleras.

Una de las ventajas de vivir en la planta de arriba de tu lugar de trabajo, es que no tienes que recorrer demasiado camino hasta poder llegar a tu cuarto.

Hace unos meses, este lugar no era más que un viejo almacén sobre la cafetería, pero cuando decidí que no podía seguir viviendo en mi antigua casa, esa que me traía recuerdos familiares que prefería evitar, la vendí por un precio razonable, y con eso logré equipar este lugar.

Un suave estornudo me hace bajar la mirada. La pequeña bestia apegada a mi pecho gracias al canguro de tela me mira, y la mayor sonrisa que soy capaz de dar se plasma en mi rostro.

—¿Te dio alergia algo, mi amor?.

Dahy solo me ignora, como siempre, y luego hace el amago de buscar mi seno sobre el escote de mi camisa, siendo tan rústico y desesperado como suele ser.

RESURGIR (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora