La carta.

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Una mañana nublada, pequeñas gotas cayendo al otro lado de la ventana, el aspecto adormilado de una chica rubia que acababa de abrir los ojos para recibir una mañana con su clima favorito, lluviosa.

Se frotó la cara y apartó los mechones rubios que caían sobre ella, miró con sus hermosos ojos verdes por toda la habitación, el espacio era pequeño, pero ella la tenía decorada muy a su estilo, dibujos de vestidos que ella misma diseñaba, le gustaba mucho dibujar, dibujos de paisajes y flores hermosas. Un pequeño armario blanco con pegatinas de Harry Potter por todos lados, claro, eso no podía faltar.

Su bufanda de Slytherin colgada en la silla que tenía allí, esa era su casa, lo sabía por un test que había hecho desde el celular de su hermana. Una pequeña mesita al lado de su cama con cuatro versiones en miniatura de unos animalitos. Un león, un tejón, un águila y una serpiente. Junto con una pequeña lamparita que desprendía una débil lucesita verde.

Un escritorio pequeño que tenía sus libros de Harry Potter, obviamente, y algunos de sus libros de la escuela. La mesita del escritorio también estaba pintada de blanco, haciendo juego con el armario. La verdad a ella le gustaba su habitación, aunque no fuera la gran cosa, era lo que su hermana podía darle, lo agradecía mucho, su hermana era muy joven y tenía otra adolescente a cargo, muy duro.

Su padre las había abandonado a ella, su madre y su hermana cuando ella nació, o sea, solo le bastó verla, convivir unos dos meses con ella y decir: "Ya está, tarea lista, me voy". Y, aunque no se lo diga a Alexa, se siente responsable del abandono de su padre, aunque no tenga la culpa.

Su madre murió un año atrás cuando ella apenas en unos días cumpliría los diez, lloró por semanas la pérdida de su madre, casi no comía, era pequeña pero Odette ya pensaba como adolescente, le dolió en el alma la pérdida de su madre y, a diferencia de otros niños de su edad, ella sí entendió que su madre se había ido de este mundo y jamás volvería.

Lo superó con ayuda de su hermana, que desde entonces dejó el colegio para trabajar y hacerse cargo de ella, como ya había cumplido los dieciocho en enero de ese año, la dejaron quedarse con Odette como su tutora legal.

Los días pasaban y Alexa veía como su hermana estaba más pálida y delgada, tenía ojeras y casi no hablaba, ella la entendía, entendía que su hermanita pensaba del mismo modo que ella, que comprendía todo casi con la misma capacidad a pesar de tener diez años, pero eso no quitaba que le dejaba de doler el hecho de verla así.

Una noche Alexa entró a la habitación de su hermana y la encontró en su cama llorando y algunas fotos por el piso de ellas dos y su madre haciendo muchas cosas, en una cocinaban un gran pastel de chocolate y todas sonreían, en otra estaban en el parque haciendo un pequeño picnic en familia, también sonreían, en otra estaban en la playa, ella y su madre hacían un castillo de arena sobre el pequeño cuerpo de Odette, e igualmente sonreían. Habían más, y en todas y cada una de ellas aparecían las tres sonriendo, sonriendo sinceras y felices, sin siquiera notar que faltaba su padre, simplemente ese señor dejó de ser parte de su vida el día que las dejó. Y ellas ya estaban completas teniéndose una a la otra.

Todo era perfecto.

Era maravilloso sin dudas.

Eso hasta que Elena murió.

Su madre las amaba y era la que mantenía unida a la familia, cuando se fue, Alexa decidió que ahora ella sería el soporte de su hermana menor, y comenzaría por levantarle el ánimo.

Al día siguiente cuando salió del trabajo fue a hacer las compras, tomó un nuevo camino que era más corto para llegar más rápido y definitivamente la suerte estaba de su lado, al regresar a casa con las bolsas llenas gracias a un descuento que había en el supermercado, se cruzó con una nueva librería que había en la calle, y decidió entrar para comprar algún libro que distrajera a su hermana, una gran idea.

"Una chica, un gran cambio"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora