CAPÍTULO 2: NO FUE FÁCIL

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Presionó el acelerador cuando por fin las retenciones fueron disminuyendo en intensidad. Aunque estaba acostumbrado al tráfico de Bangkok e intentaba tomar medidas para evitar que le perjudicara en sus citas en los Juzgados, la previsión no era suficiente. Hubiera preferido que le sucediera en otra ocasión, donde la cita de aquel día no fuera tan importante ni el caso tan grave, pero debía controlar los nervios para que no fuera contagiados al cliente que ocupaba el sitio de su copiloto.

No había sido fácil convencerlo de presentar denuncia, ni tampoco de declarar ante los agentes de policía. Sólo el futuro le diría si tendría que mantener la misma perseverancia en cuanto tuvieran juicio señalado, aunque su intuición ya se lo estaba advirtiendo. Además, después de los años de experiencia que Ayan había acumulado ejerciendo, el abogado era conocedor de las dificultades que muchas víctimas de delitos de odio presentaban a la hora de iniciar o continuar un proceso judicial contra sus agresores.

Las asociaciones de damnificados eran determinantes para ofrecerles el apoyo necesario, siendo una de las razones por las cuales el despacho de Ayan y sus socias colaboraba con un colectivo LGTBIQ+. No obstante, el apoyo de la asociación podía resultar insuficiente, dado que las víctimas se sentían avergonzadas y humilladas, el trastorno de estrés postraumático entorpecía que pudieran confrontar a sus agresores y, por si no fuera poco, el proceso judicial era demasiado revictimizante.

Aunque aparentemente existían medidas para reducir la revictimización, a efectos prácticos resultaban poco eficientes, y el tratamiento que desde algunos medios se estaba haciendo de los casos de homofobia y transfobia todavía necesitaba mejorar.

Quizás es mejor así. Que nunca lleguemos —la voz del chico que lo acompañaba sonaba más ronca de lo habitual y alguna de las palabras que había pronunciado eran difíciles de entender.

Ayan miró fugazmente al joven y frunció el ceño.

El rostro de Jude todavía estaba inflamado, a pesar del tiempo que había transcurrido desde que había recibido la paliza. La mayoría de los hematomas que las botas le habían causado habían desparecido, pero las fracturas en las costillas y su mandíbula recién operada todavía estaba inflamada por el postoperatorio, generando que su tono de voz no hubiera podido ser recuperado todavía.

Algunos de los puntos de sutura todavía se encontraban visibles y, una vez el yeso que portaba en su brazo en cabestrillo fuera retirado, dejaría una cicatriz bastante extensa a lo largo de su antebrazo, gracias al desgarro que había provocado la rotura del hueso. La lesión había sido tan grave que habían tenido que operarlo para poder volver a introducir el hueso dentro de su cuerpo, provocando que, en la actualidad, Jude tuviera que ingerir una gran cantidad de medicamentos tales como antibióticos y analgésicos fuertes para hacer controlable el dolor.

Llegaremos —sentenció Ayan y transformó su expresión severa en una sonrisa—. Pensé que te había dicho que era un superhéroe.

El chico resopló.

Soy ya mayor para estos cuentos.

Cierto. Los dieciocho son los nuevos ochenta.

Pues a veces siento como si los tuviera —suspiró el muchacho mientras miraba a través de su ventana.

Ayan sabía que el joven tenía gran parte de razón, dado que Jude había sido expulsado de su casa cuando tan sólo tenía quince años. Siendo su familia demasiado tradicional, los padres de Jude no habían aceptado a un hijo trans, y el joven había tenido que buscarse la vida en las calles, trabajando en ocupaciones demasiado peligrosas para su propia integridad física, sexual e incluso su propia vida.

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⏰ Última actualización: Jun 23 ⏰

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