Con la trágica muerte de sus hermanos y padre, Jeon Jungkook, un joven alfa de sangre pura, se ve forzado a asumir el papel de Emperador, mientras su verdadero destino permanece oculto a la par de su lucha con aquellos codiciosos por su trono y pod...
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Esto no solo se trataba de jugar con sus debilidades; había algo más grande en juego. Que K'aas estuviera dispuesto a arriesgarse de esa manera le hacía pensar que buscaba algo más profundo, algo que debía ser su impulso.
La herida que lo aquejaba ahora le importaba poco, especialmente al sentir las feromonas que impregnaban toda la oficina. Si no hubiera sido un pura sangre, ya habría caído inconsciente. Jimin no parecía calmarse, y la presencia de Namjoon solo complicaba las cosas; su amigo parecía un padre molesto, reprendiéndolos por algo que había sentido durante dos horas. Tal vez estaba siendo demasiado testarudo, pero tener a Namjoon ahí con la excusa de "sanar su herida" lo ponía aún más tenso.
No solo tenía que lidiar con eso, sino también con el asunto del beta. No se atrevía a ofrecer nada que pudiera llamar su atención; podría estar amenazado. Aunque Jimin había intentado negociar, se había negado en múltiples ocasiones.
Sin embargo, una parte de su alma que comenzaba a detestarlo por lo que estaba a punto de hacer: si no hablaba, sus planes se irían por el caño. Así que, sin más alternativas, pidió ver a su Majestad el Emperador.
Jungkook no estaba seguro de si confiar en él era la mejor idea, pero dada la gravedad del asunto, no le quedaba más remedio que escuchar y evaluar si tenía razón. Con algo de irritación, descendió hasta los calabozos, donde se encontraba Jung. Desde la entrada, el olor a comida en descomposición le golpeó la nariz.
Jung no había querido probar bocado alguno, ni siquiera al pensar que podría estar envenenada, o si su esposo había si quiera comido. "Tonto", pensó mientras pasaba de largo, ignorando los platos amontonados. Aunque no estaba de humor, llevó consigo una pequeña botella de agua.
—¿Vas a hablar? —preguntó, lanzándole la botella. Esta cayó justo al lado de sus pies. Pese a estar sediento, se negaba internamente a beber.
—Tómala. No tengo tiempo para planear tu muerte... al menos no por ahora.
Hoseok sabía que el azabache no mentía. Podía ser sarcástico y huraño, pero en momentos como este, nadie podía permitirse hablar de esa forma.
—Sé que posees información muy valiosa... ¿Qué es lo que quieres? —de su mano izquierda emanó energía, que utilizó para quitar el hechizo que mantenía a Jung esclavizado y sin poder moverse. Al ver la incredulidad en su rostro, se agachó, dibujando pequeños símbolos en la tierra húmeda del lugar —. No podrás beber el agua en tales circunstancias, solo es amabilidad…
Pasaron al menos diez minutos durante los cuales Jung, desconfiado, comenzó a beber. No tenía toda la confianza del mundo puesta en el azabache, mucho menos al tenerlo frente a él, pero poco a poco su expresión se fue relajando mientras estiraba sus extremidades; sus piernas estaban entumecidas después de haber pasado tanto tiempo en la misma posición.
Jungkook, incapaz de contener su impaciencia, inhaló profundamente, dejando que el aire llenara sus pulmones antes de soltarlo lentamente. Su dedo recorrió el puente de su nariz, una reacción involuntaria a la creciente tensión que lo invadía. Sentía que el tiempo se le escurría entre los dedos, como arena en un reloj; cada segundo perdido era un recordatorio de su muy evidente frustración. Una hora había transcurrido y aún no había obtenido ninguna pista sobre Taehyung, su omega. En ese instante, maldijo a Namjoon, sintiéndose atrapado en un laberinto de inacción. No podía permitirse seguir desperdiciando su valioso tiempo, mismo que podría estar utilizando para buscarlos —Entonces...
