Capítulo XXX

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MORT

Observo el rostro de la mujer que tengo enfrente. Sus ojos marrones me examinan con cuidado en busca de no perder el mas mínimo detalle. Yo, en cambio, no veo más allá de sus labios tintados de un rojo vino que me incita a devorarla. Es tan sexy, tan divina, tan mía. Porque, aunque ella no lo acepte, sin importarme si lo desea o no, me pertenece de pies a cabeza, y, antes muerto que perderla.

En frente del auto, se digna a dirigirme la palabra.

—¿A dónde es que vamos? — pregunta, acabando con la poca paciencia que me queda.

—No es algo que debas saber, Alba. —acorto la distancia que queda entre nosotros, siento su respiración chocar con la mía y, de forma impulsiva, devoro sus labios con desesperación.

Pongo mi mano en su cintura para jalarla, pegarla a mí y profundizar el tacto al llevar una de mis manos hasta uno de sus senos y apretar este. Un gemido se escapa de sus labios y tan pronto como lo escucho, mi miembro comienza a palpitar.

—Te voy a follar aquí y ahora. —aviso, excitado.

—No. —me detiene— tenemos que ir a ese lugar.

Se separa de mí, recupera su compostura y trata de arreglar el labial. Todo lo que hace, con toda esa calma y delicadeza me estresa. Además, ir a donde cuando lo único que quiero es estar dentro de ella haciéndola gemir mi nombre y reclamar más de ese perverso placer que le brindo.

Sin que se dé cuenta, abro la puerta trasera del auto, la empujo con brusquedad haciéndola caer en el asiento en una posición bastante cómoda para mí.

Subo su vestido lo más rápido que puedo, encajo mi cara en su entrepierna logrando sentir el olor que la caracteriza. Muerdo de forma leve su ropa interior, y joder, su higiene femenina es tan exquisita. Mi sabor favorito.

Levanto el rostro para mirarla a los ojos, está completamente perdida en la lujuria, lo sé.

Llevo mis manos hasta su braga y muevo está a un lado sin quitarla, no necesita tan siquiera preparación, su clítoris esta tan mojada que pide a gritos que la penetre.

Obedezco mi instinto, me saco el miembro y me adentro en su interior sintiendo como sus paredes aprietan tanto que me vuelve loco.

Eres como una ambrosia, Alba.

Muevo las caderas en busca del exquisito placer que me brinda su cuerpo, en busca de ese orgasmo al que me lleva siempre.

Coloco mis manos alrededor de su delgada cintura y la empujo con mucha más fuerza haciendo que sus gemidos se conviertan en una rica sinfonía, aumentando mis ganas, creciendo estos deseos de comérmela.

—Mírame. —ordeno y, como sumisa, obedece.

Aprovecho su rostro enrojecido, y lleno de goce para subir sus piernas un poco más, a la altura de mis hombros logrando follarla como le gusta, fuerte, rudo.

—Así es, Alba. Mírame como la sucia perra que eres. —exclamo, descargando toda la frustración en su interior. Por primera vez puedo llenarla por completo, al mismo tiempo que se corre, gritando mi nombre.

La observo desde su posición y joder, me la quiero volver a coger.

Corrijo el traje que traigo encima para posicionarme en el asiento del piloto y arrancar el auto.

A medida que avanzamos, la veo arreglarse poco a poco por el retrovisor. Me encanta verla, deleitarme con ese rostro y ese cuerpo. Con todo lo que me pertenece.

Llegamos al lugar donde se va a recrear el evento. El pequeño prostíbulo que tiene mi padre montado en este pueblo de mala muerte.

Salgo del auto y junto conmigo, ma cherie.

El Alba de la oscuridad. [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora