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Era un miércoles por la mañana, un mes y medio después de la llegada de la castaña y cuatro días después de lo sucedido con Lisa

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Era un miércoles por la mañana, un mes y medio después de la llegada de la castaña y cuatro días después de lo sucedido con Lisa.

Habían decidido que ese día la pelinegra le enseñaría Busan a Jennie, la cuál no daba otro paso más que el de la casa hasta la librería.

La convivencia desde lo del sábado era un poco... ¿Cómo describirlo?

¿Sexual, tal vez? (Y es que no había otra manera de describir las fugaces miradas que le lanzaba la castaña a Lisa cada que esta salía del baño, o cómo mordía sus labios cada que encontraba a la susodicha haciendo el desayuno para ambas -aún como acto de disculpas-)

Soltó un suspiro de gata en abstinencia en lo que se observaba al espejo de cuerpo completo. Su vestimenta diaria siempre se caracterizaba de pantalones cómodos con suéteres tejidos en colores pasteles, pero hoy (específicamente hoy) decidió ponerse un vestido blanco floral ajustado a su cintura con las ondas de su pelo castaño sueltas.

Se estaba retocando el bálsamo labial brillante justo cuando abrieron la puerta de su habitación sin siquiera avisar.

—¿Estás lista? — Jennie no volteó, simplemente terminó de retocarse algunas hebras de su flequillo para luego fruncir el ceño y así reclamarle a aquella tonta chica por no saber qué es la privacidad.

Y vaya que lo iba a hacer, se los jura, pero no pudo contener el gemido que salió de sus labios cuando notó que Manoban ya no estaba en la puerta sino que se había posicionado a su lado cruzada de brazos.

Su aroma era boscoso, casi como la madera y los árboles, la chaqueta negra hacía que sus vibras fueran un poco más fuerte de lo normal y su pelo corto bien cuidado se veía un tanto rudo.

Hoy estaba un tanto moja bragas.

—Uhm, sí. — se aportó de la situación simulando que buscaba su móvil y su cartera en la cuál apenas y llevaba mentas, un chicle de fresa, su labial de fresa y una pequeña colonia de la misma fruta.

—Estás bellísima, Jennie.

La castaña sintió su cuerpo vibrar un poco. Mierda.

¡Jodido el día que escuchó a su compañera en pleno acto de predicación!

•••

—¡¿Ves eso de allí? — Lisa señaló un pequeño restaurante cerca de las costas con su mano libre porque la otra estaba sumamente ocupada con la mano de Jennie, la cuál estaba un poco aturdida por la cantidad de personas en el lugar. Lisa vio a la castaña asentir, por lo que procedió a explicarle: — Era el antiguo restaurante de los Park, pero como la marea tiene temporadas en las que sube demasiado tuvieron que abandonarlo. Fue una lástima, la calle suele ser concurrida por lo que solían tener más clientela.

Jennie apretó la mano de la pelinegra cuando sintió un hombro rozar el suyo. ¡Odiaba el contacto con personas desconocidas!

—¿Quieres desayunar ahí? Venden unas ricas tostadas francesas y jugo cero procesado.
—Esta vez Jennie no sólo asintió, sino que fue ella misma quien las dirigió hacia el lugar.

El aroma del mismo era un tanto floreciente y las personas que estaban allí dentro parecían estar en su propio mundo. Eran puras parejas, algunas estaban riendo, otras se besaban y una que otra parecía discutir temas importantes pero nunca rozando el alzar la voz.

Era hogareño. Esa era la palabra perfecta.

Ambas decidieron tomar asiento en un lado apartado para mayor privacidad y así discutir qué lugares visitarían. Lisa se quitó su chaqueta, dejándola a un lado suyo mientras observaba a ma chica que estaba enfrente de ella.

—¡Muy bien! Estaba planeando llevarte al museo principal, pero primero iremos a los puestos de artesanías y manualidades, así si algo te gusta te lo compro.

—No, yo pagaré mis cosas, Lalisa. Morisaki ya me dió mi primer sueldo. — Soltó una sonrisita orgullosa, haciendo que sus ojos brillen un poco junto con los rayos que se filtraban por las grandes ventanas de cristal.

—Jennie, déjame hacerlo, te debo una disculpa por el momento incómodo que te hice pasar. — Agachó su cabeza con las mejillas rojas. Aún le daba recordar cómo fue apenas con ropa interior a la cocina cuando escuchó el sonido de las lozas rotas.

Justo cuando iba a volver a fijar sus ojos en los de la castañas, el mesero se interpuso.

—¿Qué desean ordenar? — El chico mantenía una sonrisa amable y un bloc de notas para detallar los pedidos.

Lisa observó su menú antes de decir su pedido. —Querremos dos tostadas francesas, una batida de fresa y un jugo de limón natural sin mucha azúcar. — El chico fue escribiendo, pero justo cuando se iba Lisa lo frenó poniéndose de pie. —Eh, si es posible también tráigame unos M&M's. —Le dijo en un susurro.

Y Jennie no supo si apretar las piernas porque la chica sabía sus gustos o asustarse porque aquella salida no era más que vanamente una disculpa y no una con otros objetivos.

Joder.

Joder

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 Fraise | Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora