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Habían pasado unos minutos desde que llegaron a la casa de las Kim

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Habían pasado unos minutos desde que llegaron a la casa de las Kim. La madre de Jennie, una mujer elegante y de buen gusto, resultaba ser todo lo contrario a la imagen rígida que la castaña había descrito. Sí, era perfeccionista, pero no hasta el extremo que Jennie solía mencionar.

A pesar de la calidez que irradiaba el hogar, Lisa no podía evitar sentirse un poco incómoda; después de todo, era la primera vez que estaba en casa de los padres de una chica con la que había tenido algo más que una simple amistad.

El sonido de los cubiertos al chocar con los platos llenaba el comedor, creando una ligera tensión cada vez que intentaban tomar los exquisitos bocadillos que la señora Kim había preparado. Lisa, que trataba de mantener la compostura, no podía evitar sentirse maravillada por la calidad de la comida.

—Así que... ¿Qué tal te está yendo en Busan, hija? —preguntó Minyeol, la madre de Jennie, mientras tomaba un sorbo de su vino. El mismo vino que Lisa había comprado justo antes de llegar, en un intento por causar una buena impresión.

—Me está yendo bien, encontré trabajo en una pequeña librería —respondió, sus mejillas enrojeciendo al ver la sonrisa de aprobación en el rostro de su madre. Ver a Jennie socializar siempre la hacía feliz—. Además, todos son muy amables y me respetan mucho.

—¡Eso es genial, bebé! —le sonrió Minyeol, antes de dirigir su atención a la otra chica, quien estaba concentrada en su comida, con la cabeza ligeramente inclinada, evitando el contacto visual. —¿Y tú qué tal, Lisa? ¿Cuántos años tienes?

Esta, sorprendida por la pregunta, abrió sus ojos avellana de par en par, como si no estuviera segura de que la estaban llamando a ella.

—¿Eh? ¿Yo? —señaló a sí misma, lo que provocó que Jennie y su madre soltaran una risa ligera.

—Sí, tú, boba —La castaña le dio un suave codazo, tratando de que reaccionara.

—¡Jennie! ¡No la trates así! —La señora Kim le lanzó una mirada de reproche a su hija, haciendo que bajara la cabeza avergonzada. Esta vez fue Lisa quien soltó una pequeña risa, sintiéndose un poco más cómoda.

—Mhm, tengo veintitrés años y, por el momento, todo bien. Nací y crecí en Busan, aunque mis padres vengan de otro país, siempre he hablado maravillas de mi ciudad natal —Lisa se rascó la nuca con timidez, mientras la señora Kim la miraba fascinada.

—Eso es encantador, cariño.

Hubo un breve silencio en el que las tres volvieron a concentrarse en sus platos. Jennie notó que su ensalada se había acabado y, sin pensarlo mucho, pidió a su madre que le pasara más.

—Mami, ¿podrías pasarme la ensalada verde? Es que ya no tengo — pidió, con un pequeño puchero en los labios.

Lisa, concentrada en su comida, también estiró la mano hacia el bol al mismo tiempo que la señora Kim. El choque de sus manos hizo que ambas se detuvieran de golpe, con los ojos abiertos por la sorpresa y las mejillas encendiéndose en un rojo intenso.

 Fraise | Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora