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Cuando somos jóvenes todos solemos temerle a algo, algunos le temen a sus padres, otros a las películas de terror, algunos siguen con el miedo a la oscuridad, al pasado, al presente, y otros (una no muy pequeña minoría) siguen teniéndole miedo al ...

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Cuando somos jóvenes todos solemos temerle a algo, algunos le temen a sus padres, otros a las películas de terror, algunos siguen con el miedo a la oscuridad, al pasado, al presente, y otros (una no muy pequeña minoría) siguen teniéndole miedo al futuro. No sólo a pensarlo, ni a imaginarlo, sino a saber que en pocos días empezarían a vivirlo.

Jennie Kim estaba a punto de experimentar a flor de piel todas aquellas experiencias que alguna vez en su vida vio marchita, lejos y difícil de conseguir, pero hoy estaba de pie frente al cuartel de viviendas, con una hoja en mano y un lápiz que definirían todo lo que estaría por venir.

La vivienda que le habían mostrado era cálida, tenía un olor a hogar guardado, como si hubiera estado esperando por ella, y el paisaje que asomaba a la ventana de la que suponía sería una habitación, le invitaba a quedarse por el resto de sus días de juventud.

Y ella no le mentiría a nadie, el miedo calaba por sus venas, aparte de que estaba sobrepensando el dejar su dulce hogar en compañía con su madre para pasar a vivir con una completa extraña de la cual apenas sabía su nombre y nacionalidad.

Lalisa Manobal, Thailandia.

La chica, quien le recibió apenas entró hace unos ratos, parecía un poco suelta, como si la situación fuera cotidiana o como si la conociera de toda la vida. La había saludado con un beso en la mejilla, un cálido abrazo y unas dulces palabras de bienvenida.

-¡Hola, supongo que eres Jennie! - Su voz era un poco gruesa, igual que sus labios, y sus ojos, que miraban como halcones, le observaban fugazmente como si estuviera esperando un movimiento en falso o algo por el estilo. Aquella chica estrechó su mano, dejando ver sus delgados dedos de manera amigable. - Mi nombre, como haz de saber, es Lalisa, si te sientes cómoda y a gusto puedes empezar desde hoy a decirme Lisa o Lis.

Su porte era rígido, con seguridad y firmeza, su ropa no ayudaba en nada, aquella sudadera negra no hacía más que ponerla nerviosa y que la combinara con unos pantalones de dormir de rayas rojas lo empeoraba todo.

¡Dios mío, que venía en son de paz! Ni siquiera Jennie misma reconocía su reacción ante aquella situación, por lo que con manos temblorosas aceptó el saludo, saludo de manos qué pasó a abrazo, saludo de abrazo que pasó de beso en la mejilla, y, saludo en la mejilla qué pasó a sudor en la frente de Jennie.

¡Pero qué chica!

La coreana estaba acostumbrada a la gente de Seúl, las cuales eran menos amistosas, menos confianzudas. Pero aquella tailandesa le estaba poniendo los pelos de punta, era como si le estuviera jugando una mala broma con cámaras escondidas.

Vamos, que nadie podía verse tan jodidamente holgazana pero al mismo tiempo como si fuera la misma guía de los ángeles.

-Creo que también sabes pero igual lo recapitularé, mi nombre es Jennie, encantada de irrumpir tu vivienda. - Dejó una dulce sonrisa al final, tratando de disimular los nervios que le estaba provocando aquella situación.

La pelinegra soltó una risa coqueta, sin soltar la mano de la más baja. - Pues déjame decirte que yo estoy aún más encantada de que me invadas, así que puedes pasar, quita esa cara de miedo.

Aquello hizo que un rubor algo fosforescente apareciera en las dulces mejillas de Jennie, causando que el sonido coqueto pasara a un suspiro mientras se hacía a un lado para pasar a la pequeña sala de estar acogedora, tenía tonos boscosos, con plantas en las esquinas y una estantería de libros justo detrás del sofá de madera con cojines blancos.

Todo le parecía muy bonito, sólo esperaba que la estancia también lo fuera y que aquella chica un poco extraña no fuera más que una farsa de bienvenida.

Todo le parecía muy bonito, sólo esperaba que la estancia también lo fuera y que aquella chica un poco extraña no fuera más que una farsa de bienvenida

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 Fraise | Jenlisa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora