Año 70 D.C.D., primera mitad del día

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Hoy era el décimo sexto cumpleaños de su hijo y, como era costumbre en Lorgan, se lo pasaba bebiendo en su habitación. Tocando las canciones que algún día le dedicó a su amada Jassey. Había engordado mucho más, notándosele una gran barriga, al igual que la barba.

Por el momento, llevaba tres botellas de vino, 2 de cerveza, un paquete de bolas de canela y media botella de ginebra. A pesar de eso, su cuerpo pareció adaptarse. Pues podía seguir tocando su mandolina sin fallar ni una sola nota.

Paró de tocar un momento y miró las cuerdas, recordando todo el tiempo que pasó sin Jassey y, sobre todo, todo el tiempo que llevaba sufriendo por aquella promesa que le hizo a su amada. Así estuvo hasta que, inconscientemente, pensó: Las promesas no siempre se cumplen.

Al darse cuenta de esto lanzó la mandolina al otro lado de la habitación. Se dirigió a su escritorio y sacó un papel junto a su pluma.

"Querida Jassey,

Hace tiempo ya que anhelo por tu compañía, pero no se me puede conceder. No ha pasado ni un solo día en el que no te haya tenido en mis pensamientos. Cada mañana, cada tarde, cada noche... Todo el día solo puedo pensar en verte. Mi corazón se encuentra en una agonía constante. Maldigo el día en el que tuviste que hacerme prometer aquella promesa que, para mi, es una maldición. La muerte es lo único que anhelo, pero no puedo concedérmela, pues te amo. Así ha sido hasta ahora. Aún te amo, amor mío, y siempre lo haré. Has sido la única persona capaz de hacerme sentir valioso sin la necesidad de ser el emperador. Es por eso que hoy voy a reunirme contigo. Siento romper la promesa que te hice hace tanto tiempo, pero me es imposible seguir soportando esta carga que tanto me pesa en el corazón. No me importa el imperio, no me importa mi familia. Solo quiero estar contigo y espero que lo entiendas. Espérame en el firmamento estelar, mi amor. Como la noche en la que nos besamos y nos enamoramos.

Siempre y únicamente tuyo, Lorgan Drakell"

Lorgan dejó la nota encima del escritorio y se levantó de la silla, agarrándola del respaldo para ponerla frente a la ventana. De debajo de su cama, sacó una resistente cuerda, pues ya llevaba tiempo pensando en cometer tal acto. Se subió a la silla, casi perdiendo el equilibrio, y ató la cuerda, a una barra dorada que sujetaba las cortinas en la habitación. Hizo una soga y se la colocó alrededor del cuello, ajustándola lo suficiente como para ahogarle nada más paté la silla. Miro al frente, después a la ventana.

-Allá voy, Jassey. -Dijo Lorgan, antes de apartar la silla en la que estaba de una patada.

La Elegía de CosdorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora