[Capitulo 2]

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Parecía una adolescente hormonal, y bueno, eso era.

No dejaba de pensar en aquel chico de la sopa. ¿Cómo se podía ser tan lindo? Estaba flotando en las nubes, brincando de una en una y tocando el cielo con la punta de mis dedos.

Ya me había imaginado siete escenarios diferentes en los que él venía a casa y se arrodillaba ante mí para pedirme que sea su novia.

Lo acepto, aveces puedo ser un poco idiota.

Desde hace pocos segundos comencé a notar un nuevo descubrimiento, esa chica, ¿es su novia? O más bien, ¿era?

A primera vista si es cierto que pareció un poco idiota, de los típicos rompecorazones que le quitan su estabilidad a cualquiera, pero bueno, mi madre me enseñó a no juzgar a las personas por la primera impresión.

¿Cómo relacionar al fastidioso chico de la sopa con este? Quizás hasta es bipolar, vete tú a saber.

Puede que mi madre tenga razón y leer tantos libros me esté haciendo mal.

Rápidamente invité a Clara a casa para contarle lo sucedido y preguntarle qué pasó exactamente con el hijo del amigo de su padre.

—¡Aquí estoy!—Exclamó en el momento en el que abrí la puerta.

Era normal que llegara rápido ya que bueno, vive al lado.

—Pasa.—me hice a un lado. Aprovechando que había casa sola nos sentamos en el sofá.

—Creo que me he enamorado.—suspiré. Ella me miró descolocada.

—Cuenta.

—¿Conoces al vecino de al lado?

—¡¿Jorge el carpintero?!—su cara fue toda espanto.

—¿Qué? ¡No! El otro lado.

—¡¿El mujeriego todo guapo?!

—El mismo.—alcé mí dedo pulgar exhibiendo que le había atinado.

—Estas loca.

—Dime algo que no sepa.

—Amiga, es enserio, ese tío no es recomendable, dicen rumores que se droga.—abrí mis ojos de manera exagerada.

—¿Qué edad tiene?

—Diecinueve.

—Uhm, solo me lleva un año.

—¡Cris! ¡Céntrate!

—Perdón.—reí levemente—. Me ha giñado un ojo.

—¿Eh?

—¡Cómo oíste!

—¿Aiden?—su cara fue de confusión.

—¿Quién?

—¿Te has enamorado de ese chico y ni siquiera sabes su nombre?

—Quizá.

—¿Es falso eso de que te has enamorado, verdad?

—No sé...

—Cris...—amenazó.

—Claro que no es cierto tonta, no le conozco. Acepto que es muy guapo, todo un estereotipo juvenil, que tiene los ojos más precisos que he visto y su nombre no pude ser más perfecto...

—Ya cállate, no quiero vomitar.

Me reí de la expresión asqueada de su rostro.

Fue bueno no perder una amistad como la de ella. El destino nos ha permitido seguir juntas, como también la disposición de sus padres por llevarlas a mi casa allá en la ciudad. Nunca hemos perdido contacto.

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