Capítulo 3: Pureza

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Los días que siguieron al beso fueron una mezcla de confusión, deseo y nerviosismo. Tanto Draco como yo tratamos de mantener la compostura en público, pero nuestras miradas cargadas y los roces aparentemente accidentales hablaban de algo más profundo y secreto.
Me alegraba saber que podíamos mantener una conversación sin necesidad de humillar al otro, aunque me sigue pesando el pasado entre nosotros. 

Caminaba hacía el comedor para encontrarme con mis compañeros de casa, cuando Seamus me interceptó en uno de los pasillos. Llevaba una sonrisa despreocupada, como siempre, y sus ojos brillaban con esa calidez que me había hecho sentir tan cómoda en su presencia desde que habíamos trabajado juntos.

"Catherine, te estaba buscando," dijo, su tono animado y su acento irlandés le daban ese toque relajado que tanto me gustaba. "Quería saber si podrías ayudarme con la tarea de Encantamientos. Hay un par de hechizos que no logro dominar, y te confieso que McGonagall ya está perdiendo la paciencia conmigo."

Sonreí, agradecida por el respiro que me ofrecía estar con él, lejos de la confusión que sentía cuando estaba cerca de Draco. "Claro, no hay problema. Puedo revisar tus notas contigo más tarde."

"Perfecto," respondió Seamus, satisfecho, mientras comenzábamos a caminar por el pasillo. "Te lo juro, me sale humo por las orejas de tanto intentarlo. No sé cómo lo haces, pero todo parece fácil para ti."

"Te sorprendería lo que cuesta a veces," respondí con una risa ligera. 

Seamus se rió también, empujando ligeramente mi hombro con el suyo en un gesto amistoso. "Vamos, no seas modesta. Eres como una biblioteca ambulante de encantamientos. Me sorprende que no seas una Ravenclaw."

Le sonreí, acostumbrada a escuchar ese tipo de comentarios. "Es porque no solo me importa aprender por el simple hecho de saber," respondí, deteniéndome frente a una de las ventanas del pasillo, donde el aire frío que entraba a través de las fisuras del cristal hacía que la tarde invernal se sintiera más presente. "Un Ravenclaw busca el conocimiento como un fin en sí mismo. Yo, en cambio, siempre pienso en cómo usar esas habilidades para conseguir lo que quiero."

Seamus arqueó una ceja, divertido. "Eso suena bastante... Slytherin."

"Exacto," respondí con una sonrisa, sintiendo que la tensión en mis hombros se relajaba al hablar con alguien que no me juzgaba por mi casa. "Aprendemos a utilizar nuestras habilidades estratégicamente, a planear, a buscar el propósito detrás de todo. No es solo ser astuto, es saber cuándo serlo."

"Vaya, me lo vendiste bien," bromeó, sacudiendo la cabeza. "Tal vez me equivoqué de casa después de todo."

Sonreí de nuevo, disfrutando del intercambio ligero. "Lo primero que debes hacer es no concentrarte tanto en el resultado final," añadí, volviendo al tema de los encantamientos. "Intenta relajarte y seguir el movimiento natural de la varita. Estás tensando demasiado el brazo, por eso salen mal."

Seamus asintió con una sonrisa agradecida, y mientras yo me apoyaba ligeramente contra la pared, él se acercó un poco más, interesado en lo que le decía. "Eso tiene sentido... aunque conociéndome, lo más probable es que la próxima vez termine transformando un libro en un montón de cenizas."

Me reí de nuevo, "Dudo que seas tan desastroso como dices, Seamus. Solo necesitas un poco más de práctica."

"¿Es eso una oferta? ¿Me vas a ayudar a practicar hasta que lo domine?" Seamus arqueó una ceja con un tono juguetón en su voz, pero antes de que pudiera responderle, una voz helada nos interrumpió.

"Vaya, qué conmovedor," dijo Draco, su tono estaba impregnado de sarcasmo mientras caminaba hacia nosotros. "Una Ashbourne convirtiéndose en la tutora personal de un sangre sucia. ¿Te da pena o solo tienes tiempo de sobra para malgastar?" Continuó formando una mueca de disgusto al ver a Seamus.

El comentario de Draco me cayó como un balde de agua fría. Hacía años no lo escuchaba mencionar esas palabras, sentí cómo mi cuerpo se tensaba de inmediato, y vi a Seamus fruncir el ceño, claramente ofendido.

"¿Perdón?" respondí, con la voz cargada de incredulidad y rabia. Sabía que Draco podía ser cruel, pero no estaba dispuesta a dejar pasar ese comentario. "¿Qué demonios te pasa?"

"Solo digo lo que veo," replicó Draco, con esa sonrisa arrogante que me ponía los nervios de punta. "No sabía que te habías degradado a perder el tiempo con cualquiera. Pero claro, supongo que cuando no tienes ningún propósito claro, cualquier cosa te entretiene."

"¿Qué diablos te pasa Malfoy?" dije con frialdad, cruzándome de brazos mientras lo miraba fijamente. "La sangre no define su valor. Si realmente crees eso, entonces eres más ignorante de lo que pensaba."

Seamus me lanzó una mirada agradecida, aunque su mandíbula estaba apretada, claramente conteniendo las ganas de contestar. "No me ofende lo que diga, Catherine," intervino, su tono era más calmado de lo que esperaba. "Es el mismo discurso vacío que siempre repiten los que no pueden ver más allá de la pureza de sangre."

Puse una mano en el brazo de Seamus, tratando de calmar la situación antes de que las cosas empeoraran. "Draco, mejor quítate esa superioridad de encima. No te hace parecer más fuerte, solo más patético."

Draco me miró con los ojos entrecerrados, y por un segundo, vi algo más allá del rencor en su mirada. Algo más profundo, pero tan rápido como apareció, se esfumó. "¿Patético?" repitió, con una risa amarga. "Patético es ver cómo te rodeas de quienes no te merecen, Catherine. Y lo peor es que ni siquiera lo ves."

"Lo único que no veo es por qué sigues pensando que puedes controlar con quién paso tiempo," respondí con frustración. "No tienes ningún derecho a decirme qué hacer, y mucho menos a..."

"¡Porque no debería estar cerca de ti!" exclamó Draco interrumpiéndome, "No deberías perder el tiempo con gente como él."

"¿Gente como él?" repetí, sin poder creer lo que oía. "¿Te escuchas? Suenas como todos esos fanáticos que adoran la pureza de sangre, tal...cómo tu padre. Creí que eras mejor que eso." Sabía que esa comparación le dolería más que nada.

El rostro de Draco se tensó, su mirada se endureció y, por un segundo, pensé que se disculparía, pero en su lugar, volvió a erguirse, cruzándose de brazos y apartando la mirada, mostrando su típica indiferencia. "No lo entenderías," dijo con frialdad, casi murmurando para sí mismo.

"¡No, Draco, eres tú el que no entiende!" respondí, frustrada por su terquedad. "No tienes ningún derecho a menospreciar a Seamus. ¿Es que acaso te importa más la pureza de la sangre que las personas que realmente te importan?"

Draco me miró de nuevo, sus ojos ahora estaban reluciendo algo indescifrable. "No, no es eso...," comenzó a decir, pero luego cerró la boca, como si hubiera dicho demasiado. "Haz lo que quieras, Catherine," dijo finalmente, con un tono gélido, dando media vuelta. "Me da igual."

Lo vi alejarse por el pasillo, sus pasos resoban en el silencio, dejándome con una mezcla de frustración y furia en mi interior. Respiré hondo, tratando de calmarme antes de que todo estallara dentro de mí. Me di cuenta que el alboroto había causado que los alumnos se acumulen a nuestro alrededor. 

Seamus, aún a mi lado, sacudió la cabeza. "No entiendo cómo puedes soportar a ese imbécil, Catherine. Pero... gracias. No tenía que defenderme así, pero lo aprecio."

"No podía dejar que te hablara de esa manera," respondí, sintiendo cómo la rabia aún vibraba bajo mi piel. 

La Serenidad de las SerpientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora