Capitulo 5 El silencio

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Después del desayuno, ya el sol alumbraba un cálido día; llevé a James a la sala junto a la chimenea, donde había dejado el libro, enseguida le mostré la carta.

—sí es muy vieja, no se logra ver ni el año en que fue escrita, aseguró James. —mientras la observaba cuidadosamente.

—Analizándolo bien creo que este libro es especial ¿sabes? Dije.

—¡averígualo! pide algo un deseo.
—Me contestó

—Ese es el problema ¿Cuál será el costo?, todo tiene un precio, nada es gratis en esta vida ¡tú más que nadie debes saberlo!.

—¡oh!, tal vez algo bueno has hecho en esta vida, por algo llegó a tus manos, ¿Por qué siempre desaprovechas las oportunidades?
—Dijo un poco molesto.

—qué pasaría si pido un par de zapatos de cristal ¿Que va a caerme del cielo, ahora mismo? Dije irónicamente.

En ese mismo instante una cabalgadura se escucho afuera, a gran prisa como si alguien anunciase la guerra.

Me levanté del sillón rápidamente, James ya había llegado a la ventana, le abrí espacio, y enseguida llegó también mi padre, para ver lo que sucedía.

Era un hombre vestido de tinieblas, montado en un caballo, a gran prisa recorrían las calles, la ventana alumbraba existencia en la muerte, como sí de gavilanes planeando una cacería oscura se tratase.

Una sensación de estremecimiento recorrió toda mi cuerpo, y en mi mente quedó aquella imagen del corcel, rápido, fuerte y resistente, mientras el jinete llevaba una espada con la insignia del dragón, eso, solamente representaba que venía del reino de Dor.

—¡no puede ser que en este pueblo no perdure ni siquiera un instante La Paz.! —Gruñó mi padre.

—¿qué quieren? le pregunté.

Aunque yo sabía la respuesta, los del reino Dor siempre mandaban un mensajero a nuestro rey, cuando querían esclavizar más gente.

Supuestamente Éramos un pueblo libre, pero solo era un engaño; porque los de arriba del reino de Dor podrían venir y esclavizar a quien quisieran, ellos eran los titiriteros y nosotros sus títeres.

Recordé cuando tenía 8 años, acompañe a mi padre al puerto, el lo hacía a menudo por su trabajo. Por lo que lo convencí esa vez de llevarme.

Ese día por primera vez sentí la brisa del mar, el aire olía especias, recuerdo esa ves sentirme completamente libre, mientras dejaba que la arena entrara a mis pies.

Una niña de mi edad se me acercó, lleva un vestido celeste despampanante, lo que para ella era sencillo, también llevaba un collar que brillaba de tal manera que era capaz de ocultar la misma luz del día.

Le pregunté si era una princesa o algo así.

—¡no! —contesto ella, —somos del reino de Dor estamos aquí porque mi madre se le ah antojado conocer el mundo.

—Tus padres deben tener mucho dinero le pregunté.

—Somos de arriba, digo mientras zangoloteaba las manos.

—¿De arriba? pregunté.
—-sí los de abajo reciben nuestras órdenes —dijo segura.

—¿Y quiénes son?

—Mi madre siempre dice que nosotros somos superiores. Aunque nunca he visto a los de abajo, supongo que son inferiores a nosotros.

No comprendía bien lo que quería decirme Pero antes de poder preguntarle más llegó su madre.era alta y delgada, llevaba un sombrero gris que combinaba con su traje.

—Vamos cariño —le dijo mientras la tomaba de la mano.

Luego de espaldas le reclamo:
—¡cuántas veces te he dicho que no puedes juntarte con las ratas!.

Giró su cabeza para verme y en su mirada pude notar odio, me había dejado muy en claro esos segundos que cuando creciéramos, su hija se convertiría en ella, llena de joyas y riquezas y posiblemente yo le serviría.

y eso era lo que estaba a punto de suceder en este instante que había llegado el mensajero del reino de Dor a esclavizar más gente.

Estaba atemorizaba en gran manera, ¡ser esclavizada!, llevada a ese reino a la parte baja, dónde el morir es una esperanza.

Tomé el libro que habíamos dejado tirado, lo sostuve con fuerza, sentí a James tocárme el hombro.y decirme.

—tranquila.

Lo miré a los ojos y aunque tratara de ser fuerte podía ver el temor en ellos.

—si esté libro es mágico es momento de averiguarlo. Afirmé.

Luego dije —te diré algo para almorzar quiero una gallina rellena.

—no estaría mal. —James levantó los hombros.

Comencé a escribir; el pedido de una gallina rellena como si de una orden en restaurante se tratase.

Al cabo de 20 minutos alguien tocó la puerta, era una señora con recado para mi padre, le estaba cancelando lo que le debía de la leche; con dos pequeños cerdos y una gallina. Mi padre los aceptó como una forma de saldar la deuda.

Eso se podía interpretar de dos maneras: una era completamente coincidencia lo de la gallina, y la otra, con suerte era la chica más afortunada al encontrar un libro que podía salvarme a mí y a las personas que más amaba, de terminar siendo esclavizados en el reino de Dor.

—¿Oh nos estamos volviendo locos o el libro verdaderamente es mágico?
—dijo James con una sonrisa de satisfacción.

Pero antes de continuar pidiendo, debemos saber más del libro, porque puede ser que ya solo nos quede un deseo, o miles. —Le dije.

—sí aprender primero las reglas de cualquier juego. Afirmó.

—y si trae las instrucciones aquí escondidas.

Miramos la portada con gran detenimiento pero no parecía tener nada.

—ya sé traeré el foco para ver si miramos mejor. —Digo seguro mientras salía por el umbral hacia afuera.

Segundos después sentí la textura del papel entre mis dedos, era una carta, estaba segura de que no había estado ahí antes, entre las páginas del libro, De eso estaba segura.

En eso sentí que alguien me observaba, levanté la mirada y vi en la puerta al príncipe Jefferson observándome.

no conté los segundos que estuvimos mirándonos fijamente pero parecieron eternos, casi siempre sabía leer las miradas como las de James y mi padre cuando estaban molesto conmigo, o querían pedirme un favor.
Pero la de él era intensa e indescifrable.

Ese silencio que se crea cuando dos personas se miran a los ojos permaneció hasta que baje la mirada, y seguí observando la carta.

—lamento llegar así, pero como ya se habrá dado cuenta, el peligro ha llegado a la ciudad de San Pablo todas las personas permanece ahora en casa.

...

No respondí nada, permanecí en lo mío.
él dijo —¡me retiro! luego hizo una inclinación y escuché marcharse de la sala, hacia su habitación.

—No seas tan grosera escuché decir a James detrás de mi -con ignorarlo no harás nada. Concluyó.

—¡No hablo con desconocidos! le respondí. mientras abría la carta; está decía lo siguiente:

Mayo de 1047

Quizás un día logremos comprender, que nuestro destino es mirarnos de lejos y nada más.
Así seguirás siempre prohibida, solo me queda recordar tu cálida voz, y reconocer que el lejano perfume de mi amor, rozará tu cabello y jamás lo sabrás.

En agonía Pablo.

























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⏰ Última actualización: Jun 25 ⏰

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